Un Ritual lleno de Pasion y Amor

"Te reclamo como mi compañera. Te pertenezco. Te ofrezco mi vida. Te doy mi protección, mi fidelidad, mi corazón, mi alma y mi cuerpo. Tu vida, tu felicidad y tu bienestar serán lo más preciado y estarán por encima de todo siempre. Eres mi compañera, unida a mí para toda la eternidad y siempre bajo mi cuidado”



sábado, 4 de junio de 2011

CAZADORA OSCURA/CAPITULO 1




Capítulo 1


El remolino de niebla veló las montañas y se arrastró en el profundo bosque, ensartando capas de blancura a través de los árboles cargados de nieve. Profundas depresiones llenas de nieve ocultaban  la vida bajo la capa de cristales de hielo y entre las orillas de la corriente. Los arbustos y los campos de hierba se alzaban como estatuas, congeladas en el tiempo. La nieve daba al mundo un molde azulado. El bosque, donde colgaban carámbanos y la corriente de agua estaba congelado en formas extrañas, parecía un misterioso y extraño mundo.
Limpio, frío y vigorizante, el cielo de la noche brillaba de forma brillante con estrellas y una luna llena resplandeciente rociaba de luz plateada el suelo congelado. Las sombras silenciosas resbalaban por los árboles y los arbustos cubiertos de hielo, moviéndose con absoluta cautela. Las grandes patas dejaban rastros en la nieve, unos buenos quince centímetros de diámetro, una sola fila, el rastro serpenteaba entre los árboles y la espesa maleza.
Aunque parecían en buena forma, fuertes con músculos de acero curvándose bajo la piel gruesa, los lobos tenían hambre y necesitaban alimento para mantener a la manada viva a través del largo y brutal invierno. El alfa se detuvo repentinamente, quedándose muy quieto, olfateando el rastro a su alrededor, levantando la nariz para olfatear el viento. Los otros se detuvieron, sólo fantasmas, sombras silenciosas que se abrieron en abanico inmediatamente. El alfa se adelantó, permaneciendo a favor del viento mientras los otros se hundían abajo, esperando. 
Una yarda más lejos, un gran pedazo de carne cruda yacía en el sendero, fresca, el olor vagaba por el aire tentadoramente hacia el lobo. Cauteloso, la rodeó, utilizando la nariz para detectar el peligro potencial. No olfateando nada excepto la carne, con la saliva derramándose y el vientre vacío, se acercó otra vez, entrando a favor del viento, orientándose hacia el gran pedazo de alimento salvador. Se acercó tres veces y se retiró, pero no se presentó ninguna insinuación de peligro. Se aproximó una cuarta y algo se deslizó sobre su cuello.
El alfa saltó atrás y el alambre apretó. Cuanto más luchaba, más le cortaba el alambre,  estrangulando el aire de los pulmones y aserrando la carne. La manada le rodeó, su compañera se apresuró a ayudarle. Ella comenzó a luchar cuando otro alambre le atrapó el cuello, casi haciéndola caer.
Por un momento hubo una quietud, rota sólo por el aliento jadeante de los dos lobos atrapados. Una ramita chasqueó. La manada giró y se disolvió en una ráfaga huyendo a las sombras, de vuelta a la gruesa cobertura de los árboles. Los arbustos se separaron y una mujer dio un paso en el claro. Estaba vestida con botas negras de invierno, pantalones negros bajos en las caderas, un chaleco negro sin mangas que le dejaba el estómago al descubierto y tenía dos conjuntos de hebillas de acero recorriéndole la mitad de ello. Las seis hebillas eran brillantes, casi decorativas, con diminutas cruces empotradas en las piezas cuadradas de plata. 
El abundante pelo negro azulado se extendía más allá de la cintura, empujado para atrás en una gruesa trenza. El largo abrigo con capucha que llevaba, hecho de lo que parecía ser la piel de un solo lobo plateado, le caía completamente hasta los tobillos. Llevaba una ballesta en una mano, una espada en una cadera y un cuchillo en la otra. Las flechas estaban arrojadas en un carcaj sobre el hombro y hacia abajo por el interior de la larga piel del lobo había pequeños lazos que contenían varias armas de hojas afiladas. Una funda colgaba baja adornada con filas de puntas de flechas diminutas, planas y afiladas albergaba una pistola en su cadera.
Se detuvo por un momento, inspeccionando la escena. 
—Estaos quietos —siseó, con enojo y autoridad con su voz suave. 
Ambos lobos dejaron de luchar instantáneamente ante la orden, esperando, los cuerpos temblaban, tironeando de los costados y las cabezas abajo para aliviar la terrible presión alrededor de las gargantas. La mujer se movió con fluida gracia, deslizándose sobre la superficie más que hundiéndose en la corteza de hielo. Estudió las trampas, una multitud de ellas, con disgusto en los oscuros ojos.
—Ellos han hecho esto antes —regañó—. Te las he mostrado, pero estabas demasiado ávido,  buscando una comida fácil. Debería dejarte morir aquí en agonía. —incluso mientras reprendía a los lobos, retiró un par de cutters de dentro de la piel del lobo y tijereteó los alambres, liberando a los lobos. Empujó los dedos en la piel, sobre los profundos cortes en sus gargantas y sujetó la palma sobre los tajos, cantando suavemente. Una luz blanca ardió bajo la mano, resplandeciendo a través de la piel de los lobos.
—Esto debería haceros sentir mejor —dijo, el cariño se arrastraba en su tono mientras rascaba las orejas de ambos lobos. 
El alfa gruñó una advertencia y su compañera mostró los dientes, ambos alejando la cara de la mujer. Ella sonrió. 
—Le huelo. Es imposible no oler el nauseabundo hedor del vampiro. 
Giró la cabeza y miró por encima del hombro al alto y poderoso macho que emergió del  tronco torcido y nudoso de un gran abeto. El tronco estaba abierto, casi partido en dos, ennegrecido y pelado, las agujas en los miembros extendidos se marchitaban mientras el árbol expulsaba a la criatura venenosa de sus profundidades. Los carámbanos llovieron como pequeñas lanzas mientras las ramas tiritaban y se sacudían, temblando por el contacto con una criatura tan asquerosa. 
La mujer se levantó elegantemente, girándose para encarar a su enemigo, haciendo gestos a los lobos para que se fundieran con el bosque.
—Veo que has recurrido a poner trampas para conseguir sustento estos días, Cristofor. ¿Eres tan lento y nauseabundo que no puedes atraer a un humano para usarlo como alimento?
—¡Asesina! —La voz del vampiro parecía oxidada, como si sus cuerdas vocales fueran raramente utilizadas—. Sabía que si atraía a tu manada hacia mí, vendrías. 
La ceja de ella se disparó arriba. 
—Una bonita invitación entonces, Cristofor. Te recuerdo de los antiguos días cuando eras un joven, todavía considerado guapo. Te dejé solo por consideración hacia los viejos tiempos, pero veo que anhelas la dulce liberación de la muerte. Bien, viejo amigo, que así sea. 
—Ellos dicen que no se te puede matar —dijo Cristofor—. La leyenda que obsesiona a todos vampiros. Nuestros líderes dicen que te dejemos sola.
—¿Tus líderes? ¿Os habéis unido entonces, os habéis juntado contra el príncipe y su gente? ¿Por qué buscas la muerte cuando tienes un plan para gobernar todo los países? ¿El mundo? —Rió suavemente—. Me parece que eso es un deseo tonto, y mucho trabajo. En los viejos tiempos, nosotros vivíamos simplemente. Esos fueron días felices. ¿No los recuerdas? 
Cristofor estudió el rostro perfecto. 
—Me dijeron que fuiste reconstruida, una tira de carne cada vez, mas la cara y el cuerpo son como eran en los viejos tiempos. 
Ella se encogió de hombros, negándose a permitir las imágenes de esos años oscuros, el sufrimiento y el dolor —verdadera agonía—, cuando su cuerpo rehusaba a morir y yacía profundamente en la tierra, despojado de carne y abierto a los abundantes insectos que se arrastraban en la tierra. Mantuvo la cara serena, sonriendo, pero por dentro estaba quieta, enroscada, preparada para explotar a la acción. 
—¿Por qué no te unes a nosotros? Tienes más razones que cualquier otro para odiar al príncipe. 
—¿Y unirme a los que me traicionaron y me mutilaron? Creo que no. Emprendo la guerra donde se debe. —Dobló los dedos dentro de los ceñidos guantes delgados—. Realmente no deberías haber tocado a mis lobos, Cristofor. Me has dejado poca elección.
—Quiero tu secreto. Dámelo y te permitiré vivir. 
Ella sonrió entonces, una hermosa sonrisa, con dientes pequeños y blancos como perlas. Los labios eran rojos y llenos, una excitante y sexy curva que le invitaba a compartir su humor. Inclinó la cabeza a un lado, moviendo la mirada por su cara, valorándolo con cuidado.
—No tenía la menor idea de que habías llegado a ser tan tonto, Cristo. —Le llamó por el nombre que ella había utilizado cuando fueron niños jugando juntos. Antes. Cuándo el mundo estaba bien—. Soy la asesina de vampiros. Tú me has convocado con tus trampas —ondeó una mano despreciativa—, ¿y crees que debería estar intimidada por ti? 
Él le sonrió, una sonrisa maliciosa y malvada.
—Te has convertido en una arrogante, Asesina. Y descuidada. No has tenido la menor idea de que la trampa era para ti y no para tus preciosos lobos. No tienes más elección que darme lo que deseo, o morirás esta noche. 
Ivory encogió los esbeltos hombros y el abrigo plateado onduló, moviéndose como si estuviera vivo. Un momento fluía flojamente alrededor de los tobillos y al siguiente se había ido, asentándose sobre la piel hasta seis tatuajes de feroces lobos adornaban su cuerpo desde la parte baja de la espalda al cuello, envolviéndose alrededor de cada brazo como mangas. 
—Que así sea —dijo ella suavemente, los ojos en los de él.
Girando, sacó la espada con una mano y corrió hacia él, subiéndose sobre una roca tapada por la nieve para lanzar su cuerpo en el aire. Sintió la mordedura de una trampa oculta, e interiormente maldijo mientras la soga se cerraba alrededor de su cuello. Ya se estaba disolviendo, pero la sangre salpicó a través de la nieve con brillantes gotas carmesí. 
Cristofor rió y se inclinó para sacar un puñado de nieve y lamer las gotitas, saboreando el sabor de pura sangre Carpata, no solamente pura, la asesina era Ivory Malinov, de uno de los posiblemente linajes más fuertes de los Carpatos. Siguió el arco de sangre, la vio tomar forma a unos pocos pies de él, más cerca de la línea de árboles y la satisfacción le hizo cacarear. 
Ivory lo saludó con dos dedos, tocó la delgada línea que le corría por el cuello y se puso el dedo en la boca, chupando la sangre. 
—Buen punto. No vi llegar eso y tendré que disculparme con mis lobos por regañarles. Pero Cristo, si crees que tu socio de ahí atrás en el bosque va a ayudarte después de matar a mi manada de lobos, te estás subestimando gravemente.
Ella corrió hacia adelante otra vez, con la mano baja atrayendo y tirando de las pequeñas puntas de flecha, lanzándolas con una fuerza tremenda para que se enterraran profundamente en el cuerpo del vampiro, en una línea recta desde el vientre hasta el cuello. El vampiro rugió y trató de cambiar. Las piernas desaparecieron, fundiéndose en el vapor. La cabeza se arremolinó y desapareció. La niebla vagó desde los árboles en un intento de ayudar a ocultarle, coagulándose alrededor de su cuerpo, formando un velo grueso. El torso permaneció, esa línea recta desde el vientre al cuello, exponiendo el corazón. 
Hundió la espada profundamente, con el peso del cuerpo, la fuerza y el ímpetu de la carrera conduciendo la hoja a través del cuerpo bajo el corazón. El vampiro chilló horriblemente. La sangre como ácido se vertió de la herida, crepitando sobre la espada y salpicando a través de la nieve. El metal debería haber sido corroído, pero la capa que la Asesina utilizaba la protegió, así como evitó que esa parte del cuerpo cambiara. Giró el cuerpo con una vuelta de bailarina, la espada sobre la cabeza, todavía atascada dentro del pecho para cortar un agujero circular alrededor del corazón. 
Ivory retiró la espada y hundió la mano profundamente.
—Te he mostrado mi secreto —susurró—. Llévatelo a tu tumba. —Retiró el corazón y lo lanzó lejos, levantando los brazos para llamar una espada de relámpago. 
El dentado rayo incineró el corazón y luego saltó al cuerpo, quemándolo limpiamente.
—Encuentra la paz, Cristofor —susurró y hundió la cabeza, inclinándose sobre la espada, las lágrimas brillaron brevemente por su perdido amigo de niñez. 
Tantos se habían ido. Nada quedaba de la vida que una vez había conocido. Respiró hondo, atrayendo la noche vigorizante y fría para limpiar su espada y toda huella de la sangre del vampiro de la nieve. Recuperó las ocho pequeñas puntas de flechas y las deslizó en los lazos en su funda antes de extender los brazos para la piel plateada. Los tatuajes se movieron, surgiendo, deslizándose una vez más sobre su cuerpo en forma de un abrigo. Permitió que la prenda de vestir plateada se asentara sobre su cuerpo lentamente antes de recoger sus armas y ponerse la capucha. Inmediatamente pareció desaparecer, mezclándose continuamente con las capas de niebla blanca. 
Ivory se movió en silencio, sintiendo la energía hostil que irradiaba de su manada. Estaban siendo atacados y su pared de protección se estaba debilitando. Había lanzado el escudo alrededor de ellos apresuradamente cuando olfateó al segundo depredador. No había estado tan ansioso por la matanza, y si hubiera permanecido a favor del viento, quizás hubiera logrado matar a su manada de lobos salvajes. Ella no podría volver a emplear las flechas con él, la sangre ácida del vampiro habría corroído la mayor parte de la capa. Tenía muy poco tiempo para matar a su enemigo una vez que enterraba las pequeñas cuñas mortales en el cuerpo del vampiro antes de que esa sangre ácida corroyera la capa y permitiera a su enemigo cambiar. 
Zigzagueando entre los árboles, la asesina permaneció sobre el suelo, tomando la forma de un lobo. Con su pelaje plateado sería difícil distinguirla de los otros lobos en el área mientras se deslizaba entre los árboles hacia el segundo vampiro. Se hundió detrás de un árbol caído estudiando al hombre que lanzaba bolas de fuego a los lobos. Los había acorralado al borde del agua donde el hielo era delgado y peligroso. Ella podía ver grietas esparciéndose por el escudo que había lanzado donde el vampiro golpeaba continuamente. 
Respiró, exhaló, y se permitió encontrar ese profundo lugar interior donde había calma. Dónde había resolución. Se puso de pie y corrió hacia el vampiro, disparando la ballesta mientras lo hacía. Otra vez, su objetivo fue el torso. Le agarró mientras él giraba, una flecha le cortó por la parte inferior de la espalda, la segunda falló por completo. Él le lanzó la bola de fuego e Ivory dio un salto mortal en el suelo, permitiendo que volara sobre su cabeza. Entonces se puso de pie, todavía corriendo, siempre avanzando, disparándole con la ballesta. 
El vampiro aulló de rabia, el sonido se cortó bruscamente cuando una flecha golpeó profundamente en su garganta. Los lobos se lanzaron contra la pared, frenéticos por ir a en su ayuda, pero ella sabía que el vampiro simplemente les destruiría. Por otro lado…
La asesina se encogió de hombros, deshaciéndose esta vez de la piel plateada de lobo. El pesado abrigo aterrizó en la nieve, esparcido, la piel ondulaba como si estuviera viva. La capucha se estiró y se alargó, cada manga hizo lo mismo, moviendo con vida mientras el cuerpo del abrigo formaba tres formas separadas para fusionarse con las de la capucha y las mangas. Ivory no esperó a que sus compañeros cambiaran a sus formas normales, rodó a través de la nieve, se alzó sobre una rodilla, disparando dos flechas revestidas más en el pecho del vampiro mientras él estaba distraído por los seis lobos nacientes. 
El vampiro siseó, los ojos resplandecían ardientes con odio. Trató de cambiar, pero sólo sus piernas, el vientre y la cabeza tomaron la forma de una bestia  multi-armada, dejando el corazón expuesto. Él se dio cuenta de que estaba atrapado, pero era completamente consciente de la pequeña flecha debilitadora en su espalda mientras el metal era destruido por su sangre ácida. Giró, enviando arriba un chorro de nieve, reuniendo el viento alrededor de él y lanzándolo hacia fuera, creando una ventisca instantánea cuando la nieve fue atraída a su círculo y lanzada alrededor de él. 
Era imposible ver al vampiro en el centro de esa tormenta, pero los lobos saltaron a través del remolino de nieve helada, guiados por el olor para atacar, le rompieron las piernas y los brazos, el alfa fue hacia la garganta en un esfuerzo por derribarlo. La asesina les siguió en el círculo, con el cuchillo en la mano, lanzándose al combate frenético. Uno de los lobos gruñó, y luego chilló cuando el vampiro le desgarró los costados con unas garras curvadas y le lanzó el cuerpo a ella.
Ivory dejó caer la ballesta y agarró al lobo cuando se estrelló contra su pecho, echándola hacia atrás. La ventisca cortó a través de su cara sin misericordia, le rompió la piel expuesta mientras se agachaba con el lobo encima de ella. Puso el cuerpo plateado del alfa a un lado tan suavemente cómo fue posible y se arrastró hacia adelante rápidamente, cubriendo el suelo nevado como una serpiente, recogiendo la ballesta y cargándola mientras resbalaba hacia delante. Disparando rápidamente, le golpeó tres veces más, saltando sobre sus pies justo delante de él, introduciendo el cuchillo profundamente, la mano, envuelto en un puño, lo siguió mientras la hoja cortaba hueso y nervios en un esfuerzo por llegar al corazón. 
El vampiro gritó, con sangre y escupitajos alrededor de la boca. Golpeó con el puño en el pecho de ella, intentando llegar a su corazón, golpeando la doble fila de hebillas. Rugiendo, retiró la mano, la marca de quemadura evidente en la carne de sus nudillos. Las impresiones diminutas de cruces tejidas en plata y bendecidas con agua bendita habían  quemado la carne casi hasta el hueso. 
El vampiro rugió, golpeándole en la garganta a pesar de los lobos que colgaban de sus brazos. Las uñas le arañaron el cuello y el hombro, agujereando la carne con violencia mientras luchaba salvajemente. El macho alfa le golpeó en el torso con toda la fuerza, echándolo hacia atrás y lejos de Ivory antes de que esas garras envenenadas pudieran perforarle la yugular. 
Ivory se lanzó sobre él, dándole puñetazos con su puño, alcanzando el corazón, ignorando el ácido que se vertía sobre los guantes recubiertos y empezaba a arder a través de ellos rápidamente. El vampiro le golpeó y la rasgó, pero los lobos le sujetaron abajo mientras ella extraía el pulsante corazón negro, lo lanzaba y levantaba la mano hacia el cielo. 
El relámpago zigzagueó, golpeó y se estrelló contra el corazón, sacudiendo el suelo. Los lobos saltaron fuera de su camino y el rayo de energía limpiadora saltó al cuerpo, incinerando al vampiro y limpiando sus flechas. Con cansancio, Ivory bañó sus guantes en la luz y entonces se hundió en la nieve, sentándose por un momento, dejando colgar la cabeza, luchando por aire cuando los pulmones ardían con la necesidad. 
Uno de los lobos le lamió las heridas en un esfuerzo por curarla. Ella le ofreció una pequeña sonrisa y colocó los dedos en la piel de la hembra alfa, frotando la cara en la suave piel en busca de consuelo. Estos lobos, salvados de la muerte tantos años atrás, más de los que recordaba, eran sus únicos compañeros… su familia. Eran su verdadera manada y no le debía lealtad a nadie más excepto a ellos. 
—Ven aquí, Rajá —canturreó al macho grande—, déjame echar una mirada a tus heridas. 
Todavía atrapado detrás del escudo que ella había creado para proteger a la manada natural de lobos del vampiro, el alfa rugió un desafío. Rajá le ignoró como habían hecho tanto otros con el paso de los años. La manada natural vivió y murió, el ciclo de la naturaleza, y él había aprendido que tales rivalidades insignificantes no le tocaban. Envió al alfa natural una mirada de puro desdén y se arrastró hacia Ivory, tumbándose a su lado para que ella pudiera inspeccionar sus heridas. Ella lo había curado innumerables veces con el paso de los años, así como sus hermanas y hermanos curaban las heridas de la asesina, su saliva contenía los agentes curativos. 
Ella raspó nieve del suelo congelado y cavó hondo hasta que tuvo buena tierra. Mezclando su saliva con la tierra, empapó las heridas y luego le abrazó.
—Gracias, hermano. Como tantas veces antes, me has salvado la vida.
Él la acarició con la nariz y esperó pacientemente mientras ella inspeccionaba a cada uno de la manada. La hembra más fuerte, Ayame, que debía su nombre a la princesa demonio lobo, se abrazó cerca de él, inspeccionando sus heridas y pasándole la lengua sobre los otros rasguños que había recibido. Sus compañeros de camada formaban el resto de la manada,  Blaez, su segundo al mando; Farkas, el último macho, Rikki y Gynger las dos hembras más pequeñas. Se amontonaron contra Ivory, presionando apretadamente su cuerpo azotado y magullado en un esfuerzo por ayudarla. 
Los machos de la camada, nacidos de padres diferentes, eran muy distintivos con sus gruesos abrigos plateados, una brillante caída de piel lujosa, más grande que lo normal, incluso las dos hembras más pequeñas. Todos tenían los ojos azules de sus días de cachorrito cuando Ivory había rastreado la sangre y muerte de vuelta a la guarida, encontrando los cuerpos mutilados de manada natural de lobos había todos esos años. Incluso entonces, ya se había convertido en un azote para los vampiros, un susurro, los comienzos de la leyenda y la habían buscado para destruirla. En vez de eso, habían matado y mutilado los cuerpos de la manada de lobos a los que ella había ofrecido amistad. 
Había encontrado a los cachorritos muriéndose, sus cuerpos rotos retorciéndose a través del suelo empapado de sangre, intentando encontrar a sus madres. No pudo soportar el perderlos, a su única familia, su único contacto con el calor y el cariño y les había alimentado con su sangre de pura desesperación por mantenerlos vivos. Sangre Carpata. Caliente y curativa. Había permanecido en la guarida con ellos, alejada de la luz del día, casi muriendo de hambre. Forzada, otra vez por desesperación a tomar pequeñas cantidades de sangre de ellos para mantenerse viva. No se había dado cuenta de que estaba haciendo intercambios de sangre, hasta que el más grande y más dominante de los cachorros, experimentó el cambio. 
Los cachorros habían retenido los ojos azules mientras crecían, la sangre Carpata les daba a capacidad de cambiar. Su habilidad para comunicarse con Ivory les había salvado, dándoles la función psíquica mental necesaria para sobrevivir a la conversión. Como Ivory, habían sido heridos miles de veces en la batalla, pero durante el último siglo había aprendido a derribar exitosamente a un vampiro, los siete trabajando como un equipo. 
Ella yacía en la nieve, recobrando el aliento, permitiendo que su cuerpo absorbiera el dolor de sus heridas. La del cuello latía y ardía, sabía que tenía que limpiarla inmediatamente. Era insensible al frío, como todos los Carpatos. Su raza era tan vieja como el tiempo, casi inmortal, como había averiguado, para su horror, cuando el hijo del príncipe la había entregado a los vampiros para su propio beneficio. Nunca había conocido tal agonía, tal batalla interminable profundamente en la tierra mientras los años pasaban y su cuerpo se negaba a morir. 
Debió haber hecho algún sonido, aunque ella no se oyó. Pensó que su grito fue silencioso, pero los lobos se apretaron más cerca, tratando de consolarla y la manada natural, detrás del escudo hizo suyo el grito. Mirando al cielo nocturno, de noche, dejó que sus lobos la apaciguaran, que su amor y devoción un bálsamo siempre que pensaba demasiado acerca de su vida anterior. El tiempo se arrastraba hacia adelante. Este momento del día era un enemigo tanto como el vampiro. Tenía que apresurarse a llegar a su guarida y todavía había mucho que hacer antes de alba. 
Ivory presionó los dedos sobre los ojos ardientes y forzó su cuerpo a moverse. Primero, apartó el veneno de las lesiones en la carne, donde las garras venenosas del vampiro la habían desgarrado. Los vampiros que se habían juntado usaban diminutos parásitos parecidos a gusanos, para identificarse los unos a los otros y esos parásitos infectaban cualquier herida abierta. Tenía que expulsarlos por sus poros rápidamente, antes de que pudieran tomar asidero y requerir una curación mucho más en profundidad. Otra vez bajó el relámpago para matarlos antes de mezclar tierra y saliva para tapar sus propias heridas. 
—¿Preparados? —preguntó a su familia, recogiendo sus armas y empujando las flechas utilizadas de vuelta al carcaj. Nunca dejaba ni un arma ni una flecha atrás, cuidadosa de que su fórmula no cayera en manos de los vampiros, ni peor, en las de Xavier, su enemigo mortal. 
Ivory extendió los brazos y la manada saltó junta, formando el largo abrigo en el aire mientras cambiaban, cubriendo su cuerpo, la capucha sobre la cabeza y la piel fluyendo y rodeándola con calor y cariño. Nunca estaba sola cuando viajaba con la manada. No importaba a dónde fuera, cuántos días o semanas viajara, ellos viajaban con ella, evitando que se volviera loca. Había aprendido a estar sola y tenía la cautela natural del lobo hacia los extraños. No tenía amigos, sólo enemigos, y estaba cómoda así. 
Atravesando a zancadas por la nieve, ondeó la mano y permitió que el escudo se desintegrara. La manada natural de lobos se arremolinó a su alrededor, zigzagueando entre sus piernas y olfateando su abrigo y botas, saludándola como un miembro de la manada. El alfa marcó cada arbusto y árbol en la vecindad para cubrir las marcas de olor de Rajá. Ivory puso los ojos en blanco ante el despliegue de dominación. 
—Los machos son iguales en todo el mundo, no importa la especie —dijo en voz alta y comprobó a los lobos uno por uno, asegurándose de que el vampiro no había dañado a ninguno de ellos. 
—Bien. Vamos a alimentaros antes de alba. Tengo que viajar y la noche está desvaneciéndose —le dijo a la manada. Agarrando el morro del alfa, le miró a los ojos. Encuentra y conduce una presa hacia mí y la derribaré para ti. Aunque deprisa, no tengo mucho tiempo.
Aunque hablaba con su propia manada todo el tiempo y ellos la comprendían, era más fácil con una manada salvaje transmitir la orden en imágenes, antes que en palabras. Agregó un sentido de urgencia al mismo tiempo. Necesitaba empezar el viaje de vuelta a su guarida. Comúnmente volaría, cada una de sus armas estaba hecha de algo natural que podía cambiar con ella, para transportar su arsenal a distancias largas. Pero primero tenía que ayudar a la manada a encontrar alimento. No quería perderlos durante el invierno, y otra tormenta estaba llegando.
La manada de lobos se fundió, una vez más desvaneciéndose en el bosque para buscar una presa. Ella colgó del hombro la ballesta y empezó a caminar a través de la tierra virgen en dirección a su casa. Sólo haría unos pocos kilómetros antes de que la manada tirara algo en su camino, pero estaría mucho más cerca de casa y de la seguridad.
Comprendía poco acerca del estilo de vida moderno. Había estado enterrada bajo el suelo durante tanto tiempo, el mundo era irreconocible cuando se alzó. Había aprendido, con el tiempo, que el hijo del príncipe, Mikhail le había reemplazado como gobernante de los Carpatos y su segundo al mando, como siempre, era un Daratrazanoff. Sabía poco más de ellos, pero incluso el mundo Carpato había cambiado drásticamente. 
Había tan pocos de su especie, la raza acercándose a la extinción, y ¿quién sabía? Quizá era para mejor. Quizá su tiempo ya había pasado. Tan pocas mujeres y niños habían nacido durante los últimos siglos que la raza estaba casi aniquilada. Ella ya no era parte de ese mundo más de lo que lo era del mundo moderno humano de hoy en día. Sabía un poco de tecnología, por los libros que leía, y no tenía el concepto de cómo sería vivir en una casa o en una aldea, pueblo, o, que Dios lo prohibiera, una ciudad. 
Apresuró sus pasos, y otra vez miró al cielo. Daría a la manada de lobos otros veinte minutos para jugar antes de volar. Como fuera, ella estaba tentando a la suerte. No quería ser atrapada fuera a la luz del alba. Había pasado tanto de su vida bajo la superficie que no había desarrollado la resistencia al sol como muchos de su clase habían hecho, capaces de permanecer fuera en las horas tempranas de la mañana. En el momento en que el sol comenzaba a subir ella podía sentirse la quemadura. 
Por supuesto, quizás tenía algo que ver con que a su piel le tomaba mucho tiempo renovarse, raspada de su cuerpo como había sido hasta que no fue nada más que huesos y una masa de tejido crudo. A veces, cuando se despertaba, todavía sentía las hojas atravesando huesos y órganos mientras la cortaban en pedazos pequeños y la dispersaban por la pradera, abandonada para ser comida por los lobos. Recordó el sonido de su risa áspera mientras ellos llevaban a cabo las órdenes dadas por su peor enemigo… Xavier.

El viento comenzó a aumentar en fuerza y oscuras nubes vagaron sobre su cabeza, anunciando la tormenta que llegaba. Buscó el refugio de los árboles y se guareció, cerrando los ojos para buscar a la manada de lobos. Habían descubierto una gama, delgada y consumida por el invierno, cojeando un poco por una herida en su cuerpo viejo. Persiguiéndola, la manada se había turnado, corriendo hacia Ivory.
Ella susurró suavemente, pidiendo el perdón de la gama, explicando la necesidad de alimentar a la manada mientras levantaba el arma y esperaba. Los minutos pasaron. El hielo se agrietó con un fuerte crujido perturbando el silencio. Duros alientos explotaron de sus pulmones en un rápido chorro de vaho mientras el venado se abría camino entre los árboles y corría por el suelo helado. 
Detrás del gamo, un lobo corrió, silencioso, mortal, hambriento, moviéndose a través de la extensión de hielo sobre las patas grandes. Rodeándolos, la manada entró desde varios ángulos, manteniendo al gamo corriendo directamente hacia Ivory. Habían cazado de esta manera más de una vez, trayéndole la presa a ella en momentos desesperados. 
Ivory esperó hasta que tuvo un disparo mortal, no queriendo que el gamo sufriera antes de liberar la flecha y derribar al animal. Antes de que el alfa pudiera acercarse al cadáver, gruñendo a los otros para que esperaran a que él estuviera lleno, ella corrió y recuperó la flecha, alejándose rápidamente, no queriendo utilizar energía para controlar a una hambrienta manada cuando había un banquete delante de ellos. 
Aumentando la velocidad hasta correr, Ivory saltó al cielo, cambiando, los lobos se deslizaron sobre su piel hasta convertirse en feroces tatuajes mientras pasaban como un rayo por las nubes con ella. Ella siempre sentía la alegría de viajar de esta manera, como si una carga fuera levantada de sus hombros cada vez que tomaba el aire. Remolinantes nubes oscuras le ayudaron a aliviar la luz de su piel mientras se movía rápidamente hacia su casa. Quizá eso era lo que la hacía sentirse menos cargada, que volvía a casa donde se sentía a salvo y segura. 
Nunca había aprendido a relajarse y a tranquilizarse sobre la tierra donde sus enemigos podían venir a por ella desde cualquier dirección. Mantenía en secreto su guarida, sin dejar huellas cerca de la entrada, así nadie tenía la oportunidad de rastrearla. Su sistema extraordinario de advertencia/protección no sería detectado, de eso estaba segura. La entrada no estaba protegida como un hechizo, así que si un Carpato o un vampiro encontraba su guarida, no sabrían si allí estaba o si existía. Había aprendido muchos años atrás que niveles bajo tierra encontraban sus enemigos más cómodos y los evitaba. 
A diez millas de su guarida, fue a la tierra, aterrizando, todavía corriendo, rozando la superficie, con los brazos extendidos para que sus lobos pudieran cazar. Todos necesitaban sangre y con los siete esparcidos, se toparían con un cazador o una cabaña. Si no, ella entraría en la aldea más cercana y traería bastante para sostener a la manada. Era muy cuidadosa de no cazar cerca de casa, no a menos que tuviera absolutamente que hacerlo.
Mientras se deslizaba entre los árboles y la montaña se alzaba alta a lo lejos, ella encontró rastros. Un vagabundo madrugador para conseguir madera quizás, o cazando. Se agachó y tocó los rastros en la nieve. Un hombre grande. Eso siempre era bueno. Y estaba solo. Eso era aún mejor. El hambre la roía ahora que se había permitido ser consciente de ello. Ivory corrió tras las huellas, siguiendo al macho mientras él avanzaba por los árboles. 
El bosque se abrió a un claro donde se asentaba una pequeña cabaña y un retrete, una corriente seccionaba la pradera que lo rodeaba. Comúnmente la cabaña estaba vacía, pero los rastros se dirigían por la nieve, adentro. Un rastro delgado de humo comenzó a flotar por la chimenea, diciéndole que él acaba de llegar a la cabaña de caza y había encendido un fuego. 
Ivory echó la cabeza atrás y aulló, llamando a su manada. Esperó en el borde del claro y el hombre dio un paso afuera, con el rifle en las manos, echando una mirada alrededor del bosque circundante. Esa llamada solitaria le había asustado y esperó, dividiendo el área alrededor de la casa. 
Ivory tomó al cielo otra vez, moviéndose con el viento, parte de la niebla que iba rodeando la casa. Se paró encima de su presa en el techo, mientras él estudiaba el bosque y entonces con una pequeña maldición, entró. Ella vio las sombras revoloteando entre los árboles y les hizo gestos. La manada se hundió, esperando. 
La rendija bajo la puerta de la cabaña era lo bastante ancha para que la niebla fluyera e Ivory entró en la sala, caliente ahora por el rugiente fuego. Sólo un cuarto, con una pequeña chimenea y una estufa de cocina, cabaña tenía los más desnudos de los servicios. En tiempos modernos, aún el más pobre de los aldeanos, tenía tan pocos arreos. Miró al hombre desde el más pequeño rincón del cuarto mientras vertía agua en una olla y la ponía al fuego para que hirviera.
Cruzando el cuarto, se materializó casi delante de él, deslizándose entre él y el fuego, su voluntad ya alcanzándole para calmarlo y hacerle más accesible. Los ojos de él se abrieron de par en par y luego se pusieron vidriosos. Ivory lo dirigió a una silla donde pudo sentarlo. Ella era alta, mucho más alta que muchas mujeres en las aldeas, un regalo de su herencia Carpata, pero esta montaña de hombre era todavía más alto. Encontró el pulso latiendo a un lado del cuello y hundió los dientes profundamente.
El sabor era exquisito, sangre caliente fluyendo, las células llenándose y explotando a  la vida. A veces olvidaba cuán bueno era regalarse con la cosa real. La sangre animal podía sostener la vida, pero la verdadera fuerza y energía venían de los humanos. Saboreó cada gota, apreciando la sangre vivificadora, agradecida al hombre, aunque él no recordaría haberla donado. Le plantó un sueño, ligeramente erótico, lleno de placer, no deseando que la experiencia fuera desagradable para él. 
Pasó la lengua a través de las heridas de perforación para cerrar los dos agujeros y borrar toda evidencia de que ella hubiera estado allí. Le consiguió un vaso de agua y se lo apretó contra la boca, ordenándole beber y luego puso otro a su lado y le remetió una sábana para mantener su cuerpo caliente antes de salir. 
La manada la encontró en el más profundo del bosque, rodeándola en el momento en que ella les llamó. El macho alfa vino primero, inclinándose contra su rodilla mientras ella se arrodillaba y le ofrecía la muñeca, la sangre manó. El lamió la herida de su izquierda mientras la hembra se alimentaba de la muñeca derecha. Alimentó a los seis lobos y entonces se sentó por un momento en la nieve, recuperándose. Había tomado mucho del leñador, aunque había tenido cuidado de que él todavía pudiera funcionar, no queriendo que corriera el riesgo de morir de frío antes de que se recuperara, y ella estaba un poco drenada después del combate con los vampiros y luego alimentando a la manada. 
Se puso de pie lentamente y estiró los brazos, esperando que los lobos volvieran a cambiar a tatuajes cubriendo su piel. Cuando se unieron con ella, se sintió un poco más revitalizada, los lobos le daban su energía. Otra vez corrió y saltó al cielo, cambiando mientras lo hacía, dándole a su cuerpo alas mientras volaba sobre el bosque volviendo a casa. 
Las nubes eran pesadas y llenas y pequeñas ráfagas de viento soplaban en la niebla, borrando el sol naciente. Las montañas se alzaron delante de ella, cubiertas de nieve y altas, ocultando calidez y un hogar bajo las capas de piedra. Se encontró sonriendo. Estamos en casa. Envió a la manada. Casi. Tenía que explorar antes de dejarse caer, comprobar en busca de extraños en el área.
Sintió a los lobos estirarse con cada uno de sus sentidos, al igual que lo hacía ella, nunca dando por sentado la seguridad. Así era cómo había logrado permanecer viva tantos años. Sin confiar en nade. No hablando con nadie a menos que estuviera lejos de su morada. Sin dejar ningún rastro. Ninguna huella. La Asesina aparecía y entonces desaparecía.
Hizo su camino en círculos apretados, más y más cerca de su guarida, todo el tiempo escudriñando en busca de espacios en blanco que quizás indicara a un vampiro, o la interrupción de energía que significaba que un mago podría estar en el área. El humo y el ruido quizás fueran humanos. Los Carpatianos eran más difíciles, pero tenía un sexto sentido acerca de ellos y podía ocultarse si sentía a uno cerca. 
Cuando empezó su espiral hacia abajo, un molestar se curvó por su cuerpo y entonces por el de los lobos. Debajo de ella, a través de las capas de niebla, captó vislumbres de algo oscuro inmóvil en la nieve. La nieve comenzaba a caer, añadiéndose a su pérdida de visión, y supo por la sensación de picor que se arrastraba sobre su piel que el sol había comenzado a subir. Cada instinto le decía que aumentara la velocidad y fuera a su guarida antes de que el sol rompiera sobre la montaña, pero algo más viejo, mucho más profundo, la disuadió. 
No podía girar lejos del cuerpo extendido sobre la nieve, ya siendo cubierto con el nuevo polvo que caía. O köd belső —que la oscuridad lo tome. Maldiciendo con las antiguas maldiciones Carpatas que habrían conmocionado a sus cinco hermanos en los viejos tiempos, cuando ella era su protegida y adorada hermana pequeña, puso los pies en la nieve y abrió los brazos para permitir que su manada bajara de un salto. 
Los lobos se acercaron al cadáver con cansancio, rodeándolo en silencio. El hombre no se movió. Su ropa estaba rota, exponiendo parte del torso y el vientre demacrados a los brillantes ojos hambrientos. Rajá se movió, dos pasos solamente, mientras la manada continuaba rodeando el cuerpo. El alfa femenino, Ayame, dio un paso detrás del macho,  Rajá giró y le gruñó. Ayame saltó atrás y giró desnudando los dientes a su compañero. 
Ivory dio un paso cauteloso más cerca, mientras Rajá comenzó a oler al hombre inmóvil. Había sido una vez un macho poderoso, no había duda acerca de ello. Era más alto que el humano medio por varias pulgadas. El pelo era largo y espeso, salpicado de gris estaba flojo y  despeinada. Sangre y tierra estaba adherida en los gruesos mechones, enredados en algunos lugares. Se inclinó sobre Rajá para conseguir una mirada más de cerca y algo dentro de ella cambió.
Jadeando, se echó para atrás bruscamente, su cuerpo girando realmente, preparado para huir. Tenía los huesos fuertes de un macho Carpato, una nariz aristocrática recta, y profundas líneas de sufrimiento cortadas en una cara una vez hermosa. Pero lo que realmente atrapó su atención y la aterrorizó, fue la mancha de nacimiento que se mostraba a través de su camisa rota y delgada. Ella podía ver el dragón en la cadera. No era un tatuaje, él había nacido con esa marca. 
Buscador de dragones. El aliento salió de sus pulmones en un jadeo largo. Alrededor de ella la nieve continuó cayendo y el mundo se volvió blanco, todo sonido enmudeció. Ella podía oír el latido del corazón, demasiado rápido, la adrenalina bombeando por su cuerpo, la sangre rugiendo en las orejas. 
Rajá le dio un golpecito en la pierna, indicando que dejaran el cuerpo donde yacía. Ella respiró, aunque los pulmones apenas podían hacer entrar aire. Su cuerpo tiritó realmente. Se dio la vuelta, señalando a los lobos que lo dejaran, pero sus pies se negaron a trabajar. Ella no podía dar un solo paso. El hombre con la cara destrozada, el cuerpo demasiado delgado y apenas pulso, le ataba a él. 
Levantó la cara a los cielos, permitiendo que la nieve le cubriera la cara como una máscara blanca. 
—¿Por qué ahora? —preguntó suavemente. Una súplica. Una oración—. ¿Por qué me pides esto ahora? ¿No piensas que ya has tomado bastante de mí? —Se paró esperando una respuesta. El golpe del relámpago quizá. Algo. Lo que fuera. Su ruego susurrado se encontró con el silencio implacable. 
Rajá dio una serie de gimoteos. Márchate hermanita. Déjalo. Él obviamente te molesta. Márchate antes de que el sol esté alto.
Por primera vez en cientos de años, ella se había olvidado del sol. Se había olvidado de la seguridad. Todo lo que sabía, todo lo que había aprendido, todo se había ido a causa de este hombre. Quería irse. Necesitaba irse, pero todo en ella era atraído por éste hombre. Päläfertiilam —compañero—, su compañero… la maldición de todas las mujeres Carpatas.

MALDICION OSCURA/ARGUMENTO


ARGUMENTO


Nacida en un mundo de hielo, lo único que Lara Calladine recuerda de su infancia es el miedo. Es que, a pesar de ser humana, Lara es una cazadora de dragones que comparte la sangre de tres especies. Ahora convertida en una célebre espeleóloga, estudia las cuevas más frías en busca de la fuente de sus pesadillas infantiles. Y sólo un hombre puede ayudarla, Nicolás de la Cruz, consumido después de siglos de cazar y matar vampiros. Nicolás es un hombre peligroso y arrogante, aunque su inquietante sensualidad despierta en Lara sentimientos que ella creía enterrados para siempre. Lara ha aprendido que debe seguir su camino sola, no permitir que nadie conozca sus legendarios poderes y, principalmente, no confiar en nadie. Pero la pasión que surge entre Lara y Nicolás, una oscura promesa de felicidad, es incontenible y amenaza con revelar todos sus secretos.


UNA MUJER VENIDA DEL HIELO…


Una infancia terrible la acecha en los rincones más insospechados de su mente. Recuerdos sobrecogedores, crueles, de un cautiverio remoto rompen el sosiego que Lara intenta convocar cada día, sepultando su origen y ocultándolo al mundo que la rodea. Y ahora, todas las partes de su ser, carpatiana, maga y humana, se despiertan ante un desconocido que reclama su alma. No lo conoce, ni comprende sus tradiciones y cultura; sólo sabe que no dejará que nadie la aprese de nuevo, que luchará hasta su último aliento contra el depredador que afirma ser su compañero eterno.


… LA PROMESA DE UNA PASIÓN ARDIENTE


En su corazón, las tinieblas han crecido de tal modo que ya no se distingue apenas al cazador del vampiro. Nicolás de la Cruz ha servido a su familia y a su pueblo con honor, pero su lucha está a punto de concluir. Solo la aparición de Lara, su compañera, lo aparta de su caída eterna, aunque la poderosa mujer no esta dispuesta a ceder al destino. Será su última misión: guiar a un espíritu de hielo atrapado por sombras tenebrosas hacia la luz y devolverlo a la tierra de los vivos.

CAZADORA OSCURA/ARGUMENTO


ARGUMENTO


Tras más de un siglo bajo tierra, Ivory Malinov ha vuelto sedienta de sangre. Las sombras y sus fieles aliados, los lobos, son su única compañía en la peligrosa misión a la que se dirige: vengarse de su mayor enemigo, Xavier, aquel que la recogió cuando fue abandonada por su familia solo para traicionarla después y dejarla malherida a su suerte. Y está muy cerca de su cometido. La cueva del mago oscuro se levanta ante ella y únicamente queda la embestida final. Pero un maltrecho cuerpo masculino, abatido y medio muerto, se interpone en su paso. Es el temido Razvan, el maldito, el que ha sido despreciado por su propio pueblo, un criminal perteneciente a uno de los linajes más remotos que, tras años bajo el yugo del mago, ahora huye extenuado de su captor hacia el alba, hacia su liberación definitiva. Ambos se convertirán en dos proscritos contra un enemigo común, dos seres condenados a amarse en su lucha final por la supervivencia…


UNA GUERRERA DISPUESTA A VENGARSE...


Hace mucho que circula entre los carpatianos la leyenda de una temible asesina, de una misteriosa exterminadora de vampiros a la que siempre acompaña una manada de chacales. ¿Quién es esa temible cazadora? ¿De dónde proviene su poder? Salvada por los lobos cuando fue despreciada y abandonada a su suerte por el mago oscuro, Ivory espera su oportunidad para vengarse y asestar el golpe definitivo que destruya para siempre a su enemigo. Es su única misión, el único pensamiento en su mente. Hasta que su compañero eterno se cruza en su camino…


…UN CONDENADO EN BUSCA DEL ALBA


Perteneciente a uno de los linajes más remotos del clan carpatiano, Razvan ha pasado la mayor parte de su existencia al lado de Xavier, el temible mago oscuro. Marcado por las tinieblas, tachado de asesino, apartado para siempre de los suyos, ahora ha despertado y se dirige hacia su única alternativa: la luz del sol, el último amanecer que ponga fin a una existencia maldita. Sin embargo, su alma atormentada encontrará la libertad a manos de una temible asesina…

jueves, 2 de junio de 2011

REUNION OSCURA/PRESENTACION


Para mi querida hija, Cecilia quien siempre nos da una razón para ¡celebrar!



Queridos lectores:

En los últimos años he recibido miles de cartas preguntando por una reunión de los personajes cárpatos. Me resistí a la idea durante mucho tiempo, insegura de cómo transmitir en un mismo libro tantos personajes tan vívidos e intensos. Parecía una tarea desalentadora. Entonces, una tarde, estaba sentada cerca del fuego del hogar, hablando con otros amigos, también autores, sobre el desastre de comida que haríamos para cenar. Habíamos alquilado la casa juntos para trabajar, pero desafortunadamente, algunos de nosotros somos un poco relajados con las aptitudes culinarias. (No mencionaré nombres aquí ni levantaré mi mano, pero algunos de los desastres reflejados en este libro ocurrieron en realidad, bastante lamentable decirlo). Nos reímos muchísimo, pero la idea de una fiesta Navideña dónde los Cárpatos cocinaran para sus amigos, había nacido.

Le di la idea a mi editor como un regalo especial de agradecimiento en un libro Navideño para mis lectores. Estaba muy excitada por escribir un libro divertido y alegre. Estaba encantada con la idea de añadirle postres oscuros, y muchísima gente maravillosa de todo el mundo envió riquísimas recetas. El concepto era completamente distinto de cualquier otro que haya concebido, y se convirtió en ¡algo divertidísimo!. Entonces me senté, y empecé a escribir...

Primero, no se me había ocurrido que no habría héroe ni heroína, y que tendría que encontrar una forma de que la transición entre cada capítulo fuera suave. Y segundo, y mas importante, yo no escribo sobre cosas alegres y divertidas. Mis personajes tienden a apoderarse del libro y dejarse llevar por el, y este libro no iba a ser una excepción. No importó lo intensamente que lo intentara, el libro se volvió... si, lo adivinaste. ¡Oscuro!.
Una vez que, llamé a mi editora para avisarla de que el libro había seguido su propio camino y asumí que no podría entregar el libro alegre que habíamos acordado, pude permitir a los personajes que reinaran libremente. Ellos se apoderaron del libro y Celebración Oscura se convirtió en una gran parte del rico tapiz del mundo cárpato. Me he divertido retomando los personajes y descubriendo como interactuaban entre ellos, qué era de sus vidas como parejas, así como de la sociedad cárpata como un todo.

El libro se transformó en algo inesperado, pero honestamente, disfruté completamente escribiéndolo, y ciertamente espero que tu disfrutes leyéndolo. Cuando escribo, los personajes definitivamente dictan la historia, algunos de ellos aparecen a menudo, pero otros se quedan rezagados mas de lo que me gustaría. Con todo, al final creo que hemos capturado un vislumbre de “viejos amigos” y que es de sus vidas juntos. Me encontré a mi misma sonriendo muchísimo mientras lo escribía y espero que tu tengas la misma reacción leyéndolo.

Cariñosos saludos,

Christine


REUNION OSCURA/CAPITULO 19

CAPÍTULO 19

Shea se apoyó contra Jacques, volviendo la espalda al gentío reunido para observar a Santa distribuir regalos a los niños en el comedor. Sus dedos aferraron el brazo de Jacques mientras respiraba a través de la contracción.

—¿Sabes cómo podemos poner a un lado el dolor la mayor parte del tiempo? Esto es como la conversión. No hay forma de asilarse. Solo puedes seguir adelante con ello. Esperaba que como mujer de los cárpatos, sería un poco más fácil.

Un estallido de risa captó su atención y se giró para ver a la pequeña Jennifer vomitar sobre la prístina barba blanca de Santa. Por un momento los ojos negros como el carbón destellearon de plata, como los de un lobo, y descansaron sobre Mikhail. Igual de rápidamente Santa recobró su estado jovial y devolvió el bebé a Corinne.

Shea sonrió a Jacques. No me habría perdido esto por nada del mundo.

Si yo fuera Mikhail, estaría esperando que un relámpago me golpeara.

—Vamos a llevarte a la cámara del parto —dijo Jacques en voz alta, pasándole el brazo por la espalda para darle apoyo. Podía sentir el dolor atravesando su cuerpo, haciéndose más fuerte con cada contracción. Más fuerte... y de más larga duración.

Shea le pasó los dedos por la fuerte cara.

—No parezcas tan ansioso. Millones de mujeres han hecho esto.

—Pero tú no, pequeña pelirroja —susurró, inclinándose para dejar besos en la coronilla de su cabeza sedosa—. Nosotros no. Tú eres mi mundo, Shea.

—Lo haremos bien. Mira —Señaló a la parte de atrás de la habitación con la barbilla—. Oh, han hecho bien en hacer este pequeño show para los niños. Nadie como Savannah sabe como ganarse a una multitud con su magia. Antes de que Gregori la reclamara era una maestra de la ilusión, recorriendo todo el mundo con su espectáculo de magia, e indudablemente tenía que limitar sus habilidades. Tiene a la multitud en la palma de la mano. Los niños nunca se creerían, ni por un solo momento, que era Gregori el que llevaba el trineo.

En cuanto "Santa" terminó de ofrecer regalos, Gregori fue a la parte de atrás de la habitación, frunciendo el ceño a su compañera.

—¿Por qué demonios te has vestido así? ¿Qué creías que estabas haciendo?

Los niños rieron cuando Savannah se dio la vuelta con una mirada culpable en la cara. Sostuvo un dedo sobre los labios en medio de su carita.

—Tengo que irme, y tendré que devolver a San Nick su magia protectora. No queremos revelarle al mundo entero.

Santa levantó su saco y se apresuró hasta el fuego. Aunque las llamas ardían con fuerza, él simplemente desapareció por la chimenea. Otro jadeo de respeto reverencial atravesó a la multitud.

—Savannah lleva magia a donde quiera que va — dijo Jacques—. Estos niños nunca olvidarán esta noche.

Savannah ondeó su varita justo cuando las ruidosas pisada indicaban que San Nick estaba volviendo a subir a su trineo. Balanceó las botas negras expertamente por el borde del trineo e hizo chasquear el látigo sobre las cabezas de los renos. Notaron como el trineo y la bolsa de juguetes, ahora considerablemente menos llena, se elevaban en el aire y se alejaran con el sonido de la risa de Santa.

Otra oleada de dolor se deslizó maliciosamente a través del cuerpo de Shea. Sus dedos se apretaron con fuerza alrededor de los de Jacques, mientras respiraba lentamente en un esfuerzo por controlarlo. Esta vez el dolor fue lo suficientemente fuerte y duró lo bastante como para hacer que los demás cárpatos de la habitación fueran conscientes de que estaba realmente de parto. Las cabezas se giraron... guerreros, compañeras e incluso algunos de los niños volvieron su atención hacia ella.

Shea intentó una pequeña sonrisa y asintió.

—Es la hora. ¿Dónde está Slavica? Debo agradecerle esta maravillosa noche. Ha estado llena de deliciosas sorpresas.

Francesca y Mikhail con varios de los otros cerraron filas alrededor de Shea.

—Tenemos que llevarte la cámara del parto ahora —declaró Francesca—. Podemos con esto, no tengas miedo.

—Es ansiedad, pero no miedo. Jacques no dejaría que nada nos sucediera, ¿verdad? —preguntó Shea, manteniendo la mirada de su compañero.

—Para nada. Este va a ser un nacimiento hermoso e inolvidable —le aseguró él.

Shea dio unos pocos pasos más hacia la puerta y se detuvo, apartándose el pelo de la frente con una mano mientras el dolor tensaba su estómago y bajaba por su espalda.

—¿Os habéis percatado del último informe sobre como los bebés están viéndose expuestos a un terrible brebaje químico, como ha pasado con animales y pajarillos, sobre si es eso lo que está poniendo a tantas especies en peligro de extinción?

—Shea —advirtió Jacques—. Ahora no es momento de pensar en eso.

—No, Jacques. Todos tenemos que pensar en eso. —Jadeó cuando el dolor volvió a inundarla, robándole el aliento. Apretó los dientes y recitó estadísticas—. La sangre del cordón umbilical refleja lo que la madre pasa al bebé a través de la placenta. De doscientos ochenta y siete productos químicos detectados en la sangre del cordón, ciento ochenta de ellos son conocidos por causar cáncer en humanos o animales, doscientos diecisiete son tóxicos para el cerebro y el sistema nervioso, y doscientos ocho causan defectos de nacimiento o desarrollo anormal en animales de laboratorio. Y estoy citando un informe realizado por un grupo medioambiental ajeno a Washington —añadió Shea, tomando aliento cuando el dolor disminuyó.— Todo el mundo debería prestar más atención a esto. Entre los productos químicos encontrados en la sangre del cordón están el methylmercurio, producido por la quema de plantas para hacer carbón y ciertos procesos industriales. La gente puede respirarlo o comerlo en el marisco y eso causa daños cerebrales y nerviosos.

—Shea, nuestra bebé no va a tener daño cerebral o nervioso.

—Tú no has leído ese informe. Los investigadores también encontraron hidrocarburos poliaromáticos, o PAH, que son producidos por quemar gasolina y basura, productos químicos retardantes llamados polubrominato dibenzotoxinas y furans; y pesticidas incluyendo DDT y chlordane.

—No sé lo que son ni la mitad de esas cosas —dijo Jacques, intentando consolarla. Le pasó la mano por el brazo, pero ella se encogió apartándose de él.

—Por eso exactamente es por lo que nadie escucha. Como no saben que es, se figuran que no tienen que prestar atención —El pánico llenaba su voz—. Yo sé lo que les ha estado pasando a nuestros niños. Están tan conectados a la tierra y la tierra se ha vuelto tan tóxica que ahora estamos en la lista de especies en peligro de extinción también.

—Hora de marcharse —urgió Jacques.

Sácala de aquí ya, ordenó Mikhail a su hermano. No podemos permitirnos que la oigan los aldeanos.

Es su forma de afrontar el dolor y el miedo, Mikhail.

Soy consciente de eso, Jacques.

—Primero tengo que dar las gracias a Slavica —insistió Shea, luchando por contener otra oleada de dolor.

Mikhail se inclinó para susurrar a Raven.

—Encuéntrala rápido. Tenemos que saca a Shea de aquí antes de que alguien averigüe qué está pasando.

—Ya viene y trae con ella a la anciana de San Francisco —dijo Raven, con alivio en la voz.

Mikhail movió la mano para ayudar a apartar a la multitud, haciendo más fácil que Slavica y la mujer se abrieran paso por la habitación.

Raven se apresuró hacia ellas.

—Shea se ha puesto de parto y tenemos que llevarla a su casa. Ella quisiera decir adiós rápidamente y agradecerte esta encantadora velada, Slavica —dijo—. Y por supuesto, un saludo rápido para usted, señora Fitzpatick. Ha estado deseando conocerla.

—Solo le desearé buena suerte, entonces, querida —dijo Eileen, apoyándose pesadamente en Slavica, utilizando su bastón para tantear su camino, con el cuerpo ligeramente encorvado mientras cojeaba hacia Shea y Jacques.

Aidan cruzaba la habitación frunciendo el ceño cuando la mujer se detuvo delante de Shea y extendió la mano hacia ella.

—Al fin. Me alegro mucho de conocerte, querida, y en un momento tan importante. —Golpeó el suelo con el bastón dos veces, juzgando la distancia entre ellas—. Me temo que tengo que llevar estas terribles gafas oscuras y tengo problemas para verte. Esperaba que tuvieras un inconfundible parecido familiar.

Guerreros. Utilizando el vínculo común de comunicación, Aidan habló a los demás, su voz resonaba alarmada. Esto no tiene sentido. La mujer a la que conocí en San Francisco es esta misma, pero diferente. Mayor, pero no anciana. Caminaba decididamente, con una zancada a cada paso y en absoluto toda encorvada. Ya se estaba moviendo, intentando utilizar su velocidad para atravesar la multitud hacia Shea.

Al instante hubo una agitación cuando los hombres se apresuraron hacia Shea.

Jacques se colocó delante de su compañera cuando Eileen balanceó el bastón directamente desde el suelo, apuñalando el estómago redondeado de Shea. Manolito, que se había colocado cerca de la pareja, empujó a Jacques a un lado y aceptó el afilado puñal que había en el bastón profundamente en su abdomen. Se quedó por un momento mirando a la anciana de aspecto inofensivo, tomando nota de los ojos casi ciegos y la cara retorcida. Por un momento ella vaciló ante sus ojos y pudo ver otra cara superpuesta, una cara que tenía largas marcas de arañazos y ojos destrozados por un águila real.

La criatura de la madriguera. Está poseída, jadeó Manolito. El mago mora en el mismo cuerpo que la anciana. Su cuerpo ya se había entumecido, la agonía desgarró su cuerpo cuando su corazón se encogió. Manó sangre por la comisura de su boca, sus ojos se pusieron vidriosos cuando el aire se inmovilizó en sus pulmones y su corazón dejó de latir.

Al otro lado de la habitación, MaryAnn se aferró el pecho con ambas manos para detener el súbito dolor que se extendía por su cuerpo. Las piernas le fallaron y se sentó bruscamente. Tan repentinamente como empezó, el dolor terminó, dejándola con una sensación de pérdida y vacío, pero por qué... no lo sabía.

Rafael saltó al costado de su hermano, agachándose sobre el cuerpo muerto, buscando con su espíritu para obligar al aire a atravesar los pulmones, y a la sangre a correr por el poco cooperativo corazón.

Mikhail y Jacques arrastraron a Shea hacia atrás, empujándola tras ellos. Otras manos la cogieron y la empujaron aún más lejos mientras se formaba un muro de guerreros a su alrededor. El bastón se arqueó hacia Raven.

—¡Madre! —Savannah gritó y se lanzó hacia Raven.

Gregori llegó primero, retorciendo el bastón hasta arrancarlo de la mano marchita. ¡Natalya! Mantuvo su cuerpo entre la anciana y Raven y Mikhail.

Natalya ya estaba tejiendo un complicado signo en el aire, murmurando suave e insistentemente. Vikirnoff recogió el encantamiento de su mente y añadió el poder de su voz. Nicolae y Destiny se unieron a él, vertiendo su fuerza combinada en Natalya a través de Vikirnoff.

Utilizaron el canto y un hechizo mágico, una combinación de poder cárpato y mágico. La boca de Eileen se retorció en un gruñido mientras el mago luchaba por mantener su escudo. No podían atacarle sin matar a Eileen. Su cuerpo se dobló casi por la mitad. Los guerreros la rodearon, observando como su cara se contorsionaba, mostrando un bocado de dientes alargados, y después volvía a ser la de una mujer mayor y educada.

El dolor de Shea atravesó a toda la gente de los cárpatos, casi paralizando a los hombres. Jacques, llévatela a la cámara del parto, ordenó Gregori. Francesca, debemos irnos ya. Está demasiado cerca. No podemos esperar.

Mikhail tomó a Syndil por el codo y la empujó hacia Gregori. Te necesitan allí también. Nos uniremos a vosotros tan pronto como sea posible. Llevad a los niños a casa. Los Von Schrieder se ocuparán de este mago.

Eileen necesitará un sanador, advirtió Gregori, incluso mientras se inclinaba para levantar a Manolito. Rafael estaba manteniendo el corazón de su hermano en funcionamiento y permaneció cerca del maestro sanador mientras todos se ponían en acción.

Yo me ocuparé de ella, se ofreció Darius.

Hecho entonces, dijo Mikhail mientras Jacques cogía a Shea en sus brazos y salía a zancadas de la posada, con Francesca a sus talones. Gregori y Rafael los seguían con Manolito.

La voz de Natalya se hizo más exigente, más insistente. Señaló al suelo, ordenando al mago que saliera del cuerpo y se echara al suelo, arrastrándose como un perro.

El cuerpo de Eileen se removió con ansiedad, estirándose y retorciéndose hasta que pareció combarse. Su garganta se abultó y onduló mientras se hinchaba y crecía de volumen y la saliva goteó por su cara. Lentamente giró la cabeza hasta que estuvo mirando directamente a Natalya, sus ojos eran profundos agujeros, pozos de odio. El mago la miró fijamente, su boca amplia y deformada dio forma a una palabra.

—Traidora —acusó, la voz fue un trueno demoníaco.

La voz de ella no vaciló, aunque Vikirnoff le puso la mano en la espalda para reafirmarla, un gesto de absoluta solidaridad.

Una sombra se separó del cuerpo de Eileen, una sustancia oscura y viscosa, insustancial, imposible de sujetar en una mano o de matar. Varios guerreros lo intentaron, pinchando la sombra para intentar encontrar un corazón, incluso atravesándola, pero esta continuó deslizándose por el suelo hacia la puerta, Darius cogió a la anciana antes de que pudiera golpear el suelo y la levantó entre sus brazos, llevándola escaleras arriba de vuelta a su habitación.

¿Cómo le matamos? preguntó Vikirnoff a Natalya.

No lo sé. No es un guerrero de la sombra así que no podemos enviarlo de vuelta al reino de los muertos. Es un alma perdida llevando a cabo la voluntad del mago. Solo él puede controlarla en realidad, darle paz o enviarla lejos. Nunca he dado con un hechizo para matar a una de estas. Intenté unos pocos y quizás, con el tiempo, pueda inventar alguno, pero esta va a volver con su amo.

Dimitri volvió de escoltar a Gabriel con Tamara y Skyler de vuelta a su casa.

—Yo puedo intentar seguirla, ver si el mago está cerca.

Natalya asintió.

—No dejes que te vean. El mago es fuerte y su conocimiento es muy antiguo. Recuerdo alguno de estos hechizos, pero han palidecido en la memoria.

Natalya observó al hombre de los cárpatos cambiar a la carrera, un cambio fácil y fluido casi en medio del aire. En un momento estaba caminando erguido y al siguiente corriendo a cuatro patas como un lobo negro y peludo.

—Buena suerte —le susurró, presionándose una mano sobre el estómago cuando otra oleada de dolor les golpeó a todos.— Será mejor que vayamos a la cámara del parto si vamos a serle a Shea de alguna utilidad.









Profundamente bajo tierra, en la cámara más cálida de la caverna, Syndil llamaba a la Tierra, cantando suavemente para enriquecerla, preparándola mientras Shea se acostaba en la suave cama del terreno más rico, con la cabeza recostada en el regazo de Jacques.

A varios pasos de distancia, Gregori y Rafael trabajaban con Manolito, intentando sacar el veneno de su cuerpo y al mismo tiempo, mantener su corazón en funcionamiento y sus pulmones trabajando.

Por todas partes a su alrededor, las velas volvieron a la vida y la suave y consoladora esencia de hierbas y especias llenó el aire. El gran canto sanador aumentó de volumen cuando cárpatos de todas partes, incluyendo a Shea y Jacques, cantaron para evitar que el gran guerrero se deslizara lejos de su hogar, mientras Gregori emprendía el viaje para recobrar su espíritu y darle escolta de vuelta a la tierra de los vivos.

Shea respiraba a través de las contracciones, utilizando a Jacques como su foco. Simplemente se acurrucó en la mente de él y se quedó allí cuando las contracciones se incrementaron en fuerza y duración. Entretanto cantaba con los demás, sintiendo la camaradería, siendo parte de algo mucho más grande, en armonía con la tierra que les rodeaba. Hermanas y hermanos unidos como una familia para sanar a uno de sus caídos... un guerrero que voluntariamente había ofrecido su vida para mantener a salvo a Shea y su hijo nonato.

La sanación era difícil y lenta, Gregori luchaba contra un veneno que pretendía dar una muerte rápida. Dos veces tuvo que parar, pálido y tambaleándose se cansancio, para ser rejuvenecido por Rafael y después por Lucian. Darius se unió a ellos, señalando que Eileen estaba durmiendo confortablemente. Vikirnoff y Nicolae, Destiny y Natalya, entraron en la cámara, informando de que Dimitri estaba intentando seguir a la sombra de vuelta a su amo.

Mientras tanto, Shea permanecía quieta entre los brazos de Jacques, respirando a través de cada contracción hasta que jadeó y se aferró a la mano de Francesca.

—Ya viene —susurró.

—Estamos listos —la tranquilizó Francesca.

La mirada de Shea fue hacia Gregori, ya de vuelta en el cuerpo del guerrero. Francesca extendió el brazo para abarcar a todos los cárpatos dentro y fuera de la cámara.

—No estás sola. Se ayudará al niño a entrar en el mundo, asistido por nuestra gente, bienvenido por todos y protegido por todos. Gregori se unirá a nosotros en cuanto pueda. Deja que tu bebé entre en nuestro mundo, Shea.

Shea asintió y esperó a la siguiente contracción antes de empujar.

Gregori se alejó de Manolito.

—Necesita sangre —anunció suavemente— y varios alzamientos en la tierra, pero vivirá.

Fue Mikhail quien se adelantó para ofrecer sangre a Manolito, un ofrecimiento del príncipe en respeto y honor al sacrificio de Manolito. Fue Rafael quien abrió la tierra para que recibiera a su hermano, tejiendo salvaguardas para asegurar que el descanso de Manolito no fuera perturbado.

Gregori pasó la mano sobre la cabeza de Shea en un gesto de afecto.

—Así que, pequeña, al fin, vas a entregarnos a tu hijo.

—Esperaba por ti.

Él le sonrió.

—Ya estoy aquí.

—¿Podéis sentirle? ¿Estás tocándole, asegurándote de que está bien para respirar por sí mismo? —Miraba ansiosamente de Francesca a Gregori, sus manos aferraban firmemente a Jacques.

A su alrededor podía oír el canto del nacimiento, y el hermoso sonido casi apagaba sus miedos... casi.

—¿Le has examinado en busca de contaminantes, Gregori? ¿Estás seguro de que su sangre es fuerte?

—Lo he hecho y todo va bien. Entréganoslo y después podrás descansar. Te has estado preocupando demasiado. Déjale venir para que puedas sostenerle entre tus brazos.

La mirada fija de ella mantuvo la otra plateada, y él le dirigió otro asentimiento de ánimo.

—Confía en mí, ma petite, confía en nuestra gente y en tu compañero. Suéltale.

Ella giró la cabeza y levantó la mirada hacia Jacques.

—Te amo. Pase lo que pase, no importa. Te amo y nunca lo he lamentado, ni un solo momento.

Él parpadeó para contener las lágrimas y se movió para que ella pudiera seguir mirándole a los ojos. Mente con mente, se extendieron hacia su hijo. Tomaron aliento y ella empujó, sin apartar nunca la mirada de su ancla... de Jacques... el amor de su vida.

—Alto. Eso estuvo bien. Solo respira, Shea. Está mirando alrededor, échale una mirada. Está excitado por ver su nuevo mundo —animó Francesca.

—Aún no. Dime que está respirando y que está sano —jadeó Shea, todavía aferrada a la mente de Jacques, temiendo que si lo soltaba simplemente se derrumbaría de miedo por su hijo.

—Empuja de nuevo —instruyó Gregori. El bebé resbaló hasta sus manos y acunó al niño contra él, abandonando inmediatamente su propio cuerpo para examinar concienzudamente al niño a la manera de su gente.

Francesca pinzó el cordón umbilical y Jacques lo cortó, separando a madre e hijo.

Un silencio cayó en la caverna. Las llamas de las velas titilaban sobre sus caras, mientras todos permanecían muy quietos esperando. De repente, un chillido hendió el aire.

Gregori sonrió a Shea, sujetando en alto al bebé, hacia el príncipe.

—Dad la bienvenida a nuestro mundo a nuestro miembro más reciente. Un hijo por todos apreciado.

Mikhail se adelantó y posó su mano sobre la cabeza del niño.

—Un chico muy saludable. No podía ser más hermoso. Bienvenido, hijo. Sobrino. Guerrero. Tu vida está ligada a nuestras vidas para siempre. Vivimos como uno y morimos del mismo modo. Cuando uno nace, es causa de celebración para todos, y cuando uno muerte, todos sentimos la pérdida. Eres hermano. Cárpato. Es un honor y un privilegio darte la bienvenida.

Gregori sostuvo al niño sobre su cabeza, y una alegría atronadora atravesó la cámara del parto. Giró y lenta y gentilmente, puso al infante en los brazos de su madre. Ella bajó la mirada a la cara de su hijo, con lágrimas en los ojos y una mano aferrada a la de Jacques.

—Es tan hermoso. Mírale, Jacques, mira lo que hemos hecho.

Jacques se inclinó para rozarle besos por la cara, probando sus lágrimas con los labios. Lágrimas de felicidad.

—Es perfecto, Shea.

Mikhail rodeó a Raven con el brazo y recorrió la caverna con la mirada, observando las caras felices de su gente. Incluso Dimitri había vuelto para lograr echar un vistazo al bebé. Muchos de los guerreros sin pareja se hacinaron más cerca, deseando ver aquello por lo que llevaban tantos siglos luchando. Estaban juntos de nuevo después de tantos años y tanta lucha. Besó a su compañera, la felicidad le atravesaba.

—Tenemos mucho que celebrar, Raven. Y todo está aquí mismo, en esta cámara. No solo estamos celebrando la vida, sino la esperanza. De nuevo hay esperanza para nuestra gente.

FIN

Aclaracion-Disclaimer

La Saga Serie Oscura, es propiedad de la talentosa Christine Feehan.
Este espacio esta creado con el único fin de hacer llegar los primeros capítulos de estas magnificas obras a todos ustedes que visitan el blog. Lamentablemente, en latinoamericano muchos de estos maravillosos ejemplares, no estan al alcance de todos.
Si tienes la posibilidad de conseguir estas historias en tu pais, apoya el trabajo de Christine y compra sus libros. Es la unica manera de que se continue con la publicacion de los mismos.
Gracias por su visita
Mary