Un Ritual lleno de Pasion y Amor

"Te reclamo como mi compañera. Te pertenezco. Te ofrezco mi vida. Te doy mi protección, mi fidelidad, mi corazón, mi alma y mi cuerpo. Tu vida, tu felicidad y tu bienestar serán lo más preciado y estarán por encima de todo siempre. Eres mi compañera, unida a mí para toda la eternidad y siempre bajo mi cuidado”



martes, 31 de mayo de 2011

REUNION OSCURA/CAPITULO 4

CAPÍTULO 4


Gabriel dejó escapar un largo y lento siseo de furia.

—¿Cómo te a través a tocarla? Es una niña y está bajo mi protección.

Dimitri cambió lentamente el peso de su cuerpo, susurrando una orden para que su sangre dejara de fluir hacia el interior de Skyler. Se alzó en toda su estatura, con su compañera en los brazos.

—No es una niña, o habría sido incapaz de restaurar colores y emociones. Es mi compañera y está sujeta a las leyes de nuestra gente.

—Es humana... una adolescente, apenas tiene dieciséis —dijo Francesca—. Es cierto que ellos maduran más rápidamente que nuestros niños, pero es demasiado joven. —Francesca rozó el costado de Gabriel con una mano contenedora y extendió los brazos—. Dámela antes de sacarla de tu encantamiento. No quiero que se despierte asustada.

Gabriel se adelantó, sus ojos negros brillaban con una amenaza letal.

—Te recuerdo, un muchacho que huía de nosotros hace largos años.

Dimitri giró la cabeza para mirar al legendario gemelo, sus ojos chocaron con los negros como estoques afilados.

—Ya no soy un muchacho y no huyo de nada... ni de nadie.

La tierra se movió, ondulándose ligeramente.

—Ten cuidado, Gabriel —exclamó Mikhail materializándose con Aidan a su lado—. Alexandria está atrapada bajo esas ramas. —Buscó frenéticamente a través de las ramas del árbol caído para vislumbrar a Alexandria.

Aidan simplemente irrumpió en el laberinto, pulverizando la madera hasta que la alcanzó. Yacía inmóvil y pálida, con la cara vuelta hacia él, goteaba sangre de su sien, manchando su pelo rubio.

El corazón de Aidan casi dejó de latir. Por un momento se hizo un silencio, como si el propio mundo hubiera dejado de respirar. Imágenes de Alexandria llenaron su mente. Ella sonriéndole, con la mirada llena de amor, su voz al bromear con él, el tacto de sus dedos sobre la piel cuando él despertaba primero y enfrentaba ese momento en el que recordaba su vida antes de ella.

Corrió como un loco, atravesando las ramas como si no fueran más que palitos, su garganta estaba constreñida y su corazón palpitaba. La piel de Alexandria parecía traslúcida, fría, sus labios estaban azules, y estaba completamente inmóvil, tanto que no podía detectar aliento o latido de corazón. Tenía que estar muerta. Se detuvo bruscamente, con la mano sobre su propio corazón. Ningún aire se movía a través de sus pulmones. Su pecho se negaba a alzarse y caer. Su propio corazón tartamudeó.

No podía seguir adelante sin ella. No había vida sin ella. Ni felicidad. Nada excepto noches interminables que avanzaban lentamente hasta un negro vacío interminable. No podía hacerlo de nuevo... volver al lugar donde había estado antes de encontrarla.

—¡Aidan! —Mikhail le cogió del brazo y le dio una pequeña sacudida—. Parece como si estuvieras en trance. Tenemos que quitarle de encima las ramas más pesadas.

Alexandria gimió. El sonido fue apenas discernible, pero fue suficiente para romper los miedos helados que hechizaban a Aidan. Saltó hacia adelante para abrirse paso hasta su lado, esperando por Mikhail para poder hacer flotar fácilmente las ramas que le quedaban sobre el cuerpo.

Agachándose, Aidan movió velozmente las manos sobre ella, agradeciendo que respondiera a su toque con un revoloteo de pestañas. Sus labios se abrieron de repente y se encontró hipnotizado por su mirada.

—Aidan. Sabía que vendrías. ¿Skyler está a salvo? Lo intenté, pero... —Se interrumpió en un intento por girar la cabeza hacia el adolescente, pero gimió y sus pestañas bajaron.

Una vez más, el corazón de Aidan reaccionó, vacilando, el aliento se le quedó atrapado en los pulmones.

—Tiene una contusión —dijo Mikhail gentilmente, posando una mano tranquilizadora sobre Aidan. El hombre parecía a punto de sufrir una crisis nerviosa—. Se arregla fácilmente, Aidan. Francesca está aquí con nosotros, una de nuestras más grandes sanadoras, no debería haber problema. —Mikhail luchaba con evitar correr hacia Raven, seguro de que sus peores miedos se veían confirmados. Sus enemigos estaban atacando a sus mujeres y niños. Le requirió la disciplina de siglos permanecer donde estaba. Estaba ligeramente sorprendido de que Francesca no se hubiera apresurado hasta ellos, ofreciendo sus servicios como sanadora, en vez de estar bloqueando el paso de Dimitri e intentar quitarle a la chica.

Aidan acarició el pelo de Alexandria. No quería que ningún otro la tocara. Había fallado al protegerla, su mayor y más preciado tesoro, y necesitaba fundirse con ella, abrazarla. Necesitaba observarla más atentamente y comprobar que nunca ningún daño le sobreviniera.

Aidan miró sobre la cabeza de Alexandria a los dos hombres que estaban cerca, el calor de la discusión brillaban en el aire alrededor de ellos. Cerró los brazos protectoramente alrededor de Alexandria y dejó que su cuerpo se deslizara, dejando solo blanca y ardiente energía, puro espíritu altruista. Manó a través de ella en una examen rápido antes de encontrar la magulladura ya hinchándose, la sangre pulsando y empujando para filtrarse. Reparó el daño, asegurándose de que estaba completamente curada antes de volver una vez más a su propio cuerpo y a la furiosa discusión que estaba teniendo lugar tan cerca de él.

Aidan sujetó a Alexandria entre sus brazos, meciéndola gentilmente adelante y atrás mientras mantenía un ojo cauto sobre los dos combatientes.

Gabriel dio otro paso agresivo hacia Dimitri.

—¿Podrías decirnos exactamente cómo ha pasado esto y como es que estaba aquí en ese momento?

Dimitri desnudó los dientes.

—Empújame demasiado, Gabriel, y me la llevaré conmigo ahora.

La mano de Gabriel salió disparada, sus dedos se cerraron alrededor de la garganta de Dimitri.

—No me amenaces ni a mi ni a mi familia.

Dimitri no hizo mucho más que una mueca bajo los dedos aplastantes. Su mirada se concentró en la cara de Skyler.

—Eres mi compañera —Su voz salió ronca, pero salió de todos modos.

—¡Alto! Alto, Dimitri. Gabriel suéltale ahora mismo. —Francesca tiró del brazo de Gabriel—. Tiene un vínculo de sangre. Antes de que puedas matarle, podría llevársela con él. Por favor, Gabriel. Muestra algo de sentido común.

—Gabriel —La voz de Mikhail fue tranquila. Estaba de pie junto a Dimitri—. Libera al compañero de tu hija. Por supuesto que te sientes protector con ella, pero este es el hombre que es la otra mitad del alma de tu hija. Si le matas, la condenas a una media vida. Sé razonable.

Gabriel no se sentía razonable. Quería destrozar la garganta de Dimitri. Este hombre le estaba robando a su niña. El demonio se alzó rápido y veloz, rugiendo por liberarse. Podía sentir la rabia creciente de Dimitri en proporción directa a la suya.

—Todos tenemos que calmarnos —dijo Francesca—. Dimitir, dámela a mí. Ahora es mi hija, y no tienes ni idea de las cosas que ha sufrido.

La cara de Dimitri se retorció de angustia... de tormento.. pero solo una fracción de segundo, y después pareció una vez más una escultura de piedra.

—Sé exactamente por lo que ha pasado. Es mi otra mitad y cuando gritaba de miedo, de rabia y desesperación, yo intentaba seguir el camino de vuelta hasta ella, pero estaba demasiado lejos y ella era solo una niña y no podía saber que estaba intentando ayudarla. Luchaba contra mí, bloqueando cada uno de mis esfuerzos. Cuando ella sufría, créeme, yo era bien consciente de que estaba sufriendo y mi tormento... mi humillación era más de lo que podía soportar por ser incapaz de ayudarla.

Hombres tocándola. Abusando de ella. Haciéndole daño. Su frágil espíritu retrayéndose hasta que no pudo encontrarla. Los recuerdos le perseguirían por toda la eternidad, peores que cualquier muerte que hubiera llevado a cabo.. su fracaso al proteger a la única que era su deber... su privilegio... proteger. Había estado tan seguro de que Gabriel podría ocuparse de la seguridad de Skyler que se mantuvo alejado, asegurándose de no disparar la necesidad del demonio de una pareja, pero Gabriel había fallado en su deber también.

—No la protegiste adecuadamente —dijo acusador.

Gabriel y Dimitri estaban nariz con nariz, con Skyler todavía acunada entre los brazos de Dimitri, sujeta contra su pecho.

—¿Qué ha ocurrido aquí? —exigió Gabriel.

—¿Crees que esto lo hice yo? —preguntó Dimitri.

—¿No lo hiciste? —contraatacó Gabriel. Las ramas alrededor de ellos temblaron y el aire se espesó.

—No. Se rompió la pierna y estaba perdiendo demasiada sangre. La curé tan rápidamente como fue posible y le di la sangre necesaria para reemplazar la perdida... no es que te deba una explicación.

—Por favor —Francesca suplicó de nuevo, luchando por no llorar. Sus lágrimas sacarían a Gabriel de quicio como nada más podría hacerlo. La situación era explosiva—. Dame a mi hija.

—No hagas que te lo pida de nuevo —dijo Gabriel.

La cara de Dimitri se oscureció.

—¿Estás pensando en mantenerla lejos de mí?

La tierra se ondeó y los árboles a su alrededor se estremecieron. Pequeñas llamas rojas empezaron a titilar en las profundidades de los ojos de Gabriel.

—Ella escoge no estar contigo.

—Es demasiado joven para saber lo que quiere. No es cuestión de elección y bien lo sabes. Si insistes, Gabriel, reclamaré lo que es mío ahora y la uniré a mí.

Francesca jadeó.

—Dimitri, no. No puede ir contigo y sufriría más sin ti. No puedes ser tan cruel.

—No permitiré que la alejéis de mí.

Una vez más, la mano de Gabriel salió disparada y rodeó el cuello de Dimitri, sus dedos se apretaron como advertencia.

—Entrega a mi hija a su madre. —Cada palabra fue acompañada de un siseo.

Dimitri no soltó a Skyler, sino que la liberó del encantamiento para que despertara al tumulto que la rodeaba. Instantáneamente ella fue consciente de que transpiraba.

—¡Basta! ¿Qué le pasa a todo el mundo? —gritó Skyler. Se frotó la muñeca como si le doliera—. ¿Nadie puede sentirlo? ¿Alexandria? ¿Francesca? Hay algo aquí con nosotros, y puedo sentir la oleada de poder. Dimitri, bájame.

Alexandria empujó de repente a Aidan lejos de ella, tambaleándose y reponiéndose, con una mano presionada contra la cabeza palpitante.

—Skyler tiene razón. Hay algo aquí. —Miró alrededor a los hombres con sus caras sombrías y furiosas—. ¿Nadie puede sentirlo? ¿Francesca?

Todavía goteaba sangre de un lado de la cabeza de Alexandria cuando esta escogió su camino a través de las ramas hacia Francesca. Aidan permaneció cerca de ella, manteniendo un ojo cauto sobre los demás, la postura de su cuerpo eran más que protectoramente agresiva.

Mikhail se agachó para estudiar la tierra alrededor. Se enderezó lentamente y alzó una mano pidiendo silencio.

La nieve continuaba cayendo, suaves copos flotantes que los cubrían. Pequeños roedores hacían susurrar las hojas a lo largo del terreno en un esfuerzo por encontrar un lugar oculto. No había viento, pero las ramas de los árboles a su alrededor se balanceaban sutilmente. Gabriel tomó posición inmediatamente delante de las mujeres, con Aidan y los demás al otro lado para rodearlas. Dimitri ofreció a Skyler a Francesca como si le estuviera haciendo una oferta de paz.

Francesca bajó a Skyler al suelo, abrazándola para consolarla. Yo lo siento también, Gabriel, un poder sutil perturbando el fluyo natural de la naturaleza a nuestro alrededor.

—Mis pesadillas consisten solo en una cosa, la sombra de un brazo con largas garras extendiéndose hacia mí —susurró Alexandria—. Lo vi en el suelo, buscando a Skyler.

Dimitri se encorvó más en reacción, titilaban llamas en sus ojos. Se le escapó un suave gruñido de advertencia.

Alexandria sacudió la cabeza.

—Tuvo que ser una ilusión. Lo que más temía. Siento el poder alimentándonos, realzando nuestros miedos. Gabriel está furioso, como Dimitri, y la energía está alimentando esa furia.

Francesca asintió, lanzando una mirada cautelosa alrededor.

—Yo puedo sentirlo también. Es muy sutil. No puedo rastrearlo de vuelta. ¿Puedes tú, Alexandria?

Alexandria sacudió la cabeza con frustración.

—Lo siento también —dijo Gabriel— a través de Francesca. Lo reconoceré de nuevo si me cruzo con él.

—¿Podría ser uno de los niños practicando? —preguntó Mikhail—. Acostumbramos a cometer todo tipo de errores siempre y los accidentes ocurren. Aunque si es Josef, tengo intención de arrancarle las orejas.

Se hizo un pequeño silencio. Skyler tomó un profundo aliento y se aferró más fuerte a Francesca, todo mientras se frotaba la muñeca a lo largo del muslo.

—Están bloqueando la sangre cárpato. Esto es difícil porque llevo la sangre, pero no soy completamente cárpato. El flujo llega desde la posada y... —se interrumpió, le color desapareció de su cara—. Lo siento. Me han cogido y detenido. Debería haber sido más cuidadosa. No era un ningún niño. He estado haciendo esto toda la vida y puedo deciros que sea quien sea es muy bueno en ello, pero no puedo decir si era hombre o mujer.

—¿No puedes notar la diferencia normalmente? —preguntó Aidan.

Skyler asintió.

—El toque es diferente, pero esto era demasiado sutil... peculiar —Frunció el ceño—. Quizás más de una persona.

—¿Por qué dices eso? —preguntó Mikhail.

Ella se encogió de hombros.

—Partes de la oleada se sentían diferentes, como si más de una mano la hubiera tejido o como si la persona estuviera dividida en más de una personalidad. Lo siento, me pillaron y no conseguí suficiente información, pero fuera quien fuera era un poderoso psíquico y me tocaron —Miró fijamente a Gabriel—. Sabían que yo estaba allí.

Gabriel profirió una maldición cárpato por lo bajo.

—Sabemos que nuestros enemigos se han unido, magos al igual que vampiros. Y la sociedad dedicada a matar vampiros se ha extendido por todo el mundo.

—¿Pudieron identificarte ? —exigió Dimitri a Skyler.

Ella permaneció en silencio un largo rato, pero los helados ojos azules quemaban su interior, forzando una respuesta.

—Si. —Retrocedió alejándose de él, su pequeño cuerpo temblaba. Alzó una mano como autodefensa, y las cicatrices de toda una vida de torturas quedaron a plena vista, las físicas y las mentales.

La cara de Dimitri se endureció hasta formar una máscara. Solo sus ojos estaban vivos, brillando con tanta intensidad que Skyler tuvo que apartar la mirada.

—No hagas eso —dijo él—. No hay razón para temerme. Nuestros enemigos nos rodean y has sido marcada, reconocida, pero te vuelves contra la única persona que tiene todo el derecho a protegerte.

—Dimitri. —Francesca pronunció su nombre en alto para conseguir su atención—. Ahora no es momento para esto. Eres bienvenido a visitar nuestra casa y hablar las cosas. Sé que tienes una gran reserva de lobos y cuidas de varias manadas. Skyler está muy interesada en los lobos y probablemente disfrutará oyendo alguna de tus historias.

¡Francesca! Este hombre está amenazando con quitarnos a nuestra hija. Gabriel se encrespó, aunque en realidad, estaba avergonzado por haber quedado tan atrapado por en encantamiento por el que casi había matado a un hombre. Y no a cualquier hombre... al compañero de su hija.

¿Y tú no hiciste lo mismo para atarme? Está actuando por instinto. Ella disparó su respuesta y ¿qué más puede hacer excepto intentar protegerla y unirla a él? No puedes prohibirle que la vea. Después de todo, será nuestro yerno.

Gabriel soltó el equivalente mental a un resoplido. No si está muerto. Si le pone una mano encima, le arrancaré el corazón. Ahora era una amenaza vacía, y él lo sabía. En realidad no podía culpar a Dimitri, aunque no creía que nadie fuera a ser nunca lo bastante bueno para su hija.

Francesca suspiró. Deberíamos haber tenido chicos. Es su compañero, Gabriel. Sanó su pierna y le dio sangre cuando la necesitaba. No la unió a él ni la tocó inapropiadamente. Deja ya de intentar intimidarle.

Gabriel le lanzó un bajo y retumbante gruñido de advertencia, pero permaneció en silencio.

—No tienes más elección que cancelar la celebración de esta noche —dijo Dimitri—. Skyler no puede ir a la posada cuando ha sido identificada.  Y cada una de vuestras mujeres estaría en peligro.

—Mikhail —protestó Alexandria—. No puedes cancelar nuestra Navidad. Los niños están muy excitados. Podemos tomar precauciones. No es como si no viviéramos bajo amenaza cada día de nuestras vidas. Ni siquiera sabemos que es esto.

Exactamente —dijo Dimitri— No lo sabemos.

Mikhail sacudió la cabeza.

—Tenemos que calmarnos y pensar con claridad. ¿Skyler, si esta persona o personas utilizan de nuevo su talento psíquico, podrás notarlo, o pueden bloquearte ahora que saben que estás cerca?

—¿Dudo que puedan evitar que sienta la perturbación en la naturaleza, pero yo también llevo la sangre cárpato. No sentí nada raro cuando Alexandria y yo paseábamos por el bosque. Ella supo que algo iba mal antes que yo.

—No exactamente —dijo Alexandria—. Sentí los efectos, y me creí la ilusión que mi mente había creado, pero no comprendí que estaba siendo manipulada.

—Skyler no puede acercarse a esa posada —decretó Dimitri, mirando fijamente a Gabriel, la postura de su cuerpo amenazaba claramente al otro hombre.

Antes de que Gabriel pudiera responder, Mikhail alzó la mano.

—Enviaré a Jubal a la posada. Es humano y un psíquico muy fuerte. Manolito De La Cruz irá con él. Sus heridas han sanado, y es un cazador muy poderoso. Juntos quizás, puedan captar alguna señal de traición. Todos estaremos en guardia. En cuanto a Skyler, tiene a Lucian y Gabriel al igual que a ti Dimitri, para ocuparse de ella. Dudo que con vosotros tres protegiéndola, alguien pueda hacerle daño.

Mikhail indicó a la adolescente que se aproximara a él.

—¿Entiendes el peligro en el que estás? Ya que nuestros enemigos podrían ser capaces de encontrarte, todo el mundo en tu casa está en peligro. Debes ser protegida todo el tiempo. Francesca, sugiero que le hables de lo que sufre un hombre de los cárpatos cuando está solo sin su otra mitad. Debería entender la situación.

Dimitri, tu aprenderás a conocer a esta jovencita, lo que ha sufrido, el trauma de su vida, y también te vendrá bien el conocimiento de Raven sobre los niños humanos, Mikhail lo convirtió en una orden, enfatizando aquello de lo que sabía Dimitri era bien consciente. Dimitri tenía que entender que la chica era demasiado joven y había pasado por mucho para que la uniera a él ahora—. Skyler tiene frío y Alexandria necesita volver a su casa. Gracias, Alexandria, por tu rápida reacción al empujar a Skyler. Había resultado mucho peor herida.

La mirada de Alexandria saltó a la cara del príncipe.

—¿Cómo lo sabes?

Él señaló a la tierra.

—Puedo leer los signos tan bien como cualquiera. La empujaste lejos de las ramas más grandes.

—Gracias —dijo Gabriel—. Tenemos contigo una gran deuda.

—La deuda es con Dimitri —Alexandria puso reparos—. Él le salvó la vida deteniendo la hemorragia. —Se apoyó en Aidan en busca de apoyo—. Quienquiera que fuera capaz de ponerme al borde de las lágrimas hizo un buen trabajo, estaba muy asustada.

—¿Qué hizo caer el árbol? —preguntó Mikhail en voz alta.

—Hubo un pequeño terremoto justo     antes de que empezara  a agrietarse. Sentí la tierra moverse —dijo Dimitri—. No sentí una oleada de poder. A mí me pareció natural, pero no puedo saberlo seguro.

—Yo estaba tan asustada que creo que me imaginé la mayoría de las cosas —confesó Alexandria—. Estaba segura de que un vampiro nos daba caza, pero Skyler no lo sentía. —No pudo contenerse, tenía que examinar la base del árbol. No había ningún signo de hacha, sombra o ninguna otra cosa. El tronco permanecía impoluto y sólido, la copa se había agrietado y caído por el amargo frío. Levantó la mirada hacia Aidan—. Fue mi imaginación. Debería haber reconocido el flujo de poder. Me siento tan tonta.

La mano de él se arrastró hasta su nuca.

—No hay nada tonto en ti. Gabriel y Dimitri casi se matan a golpes y ninguno reconoció el flujo de poder que alimentaba su furia. Y cuando te vi tendida tan quieta cubierta por las ramas, mis emociones se escaparon fuera de control. Por un momento, quise buscar el amanecer, pensando en unirme a ti.

El aliento de ella se quedó atrapado en la garganta.

—Aidan —Le pasó la punta de un dedo por la cara—. ¿Creíste que estaba muerta?

—Ese es mi peor miedo —admitió él, atrapando su dedo en la boca—. Siempre temo perderte.

—Bueno, pues no lo harás. Soy fuerte, Aidan, y mis habilidades crecen día a día. Me habría convertido en vapor, pero tenía que sacar de peligro a Skyler. Parece que la empujé justo a una fractura múltiple.

—Si se hubiera quedado donde estaba, habría muerto —dijo Dimitri—. La parte más pesada del tronco cayó directamente sobre donde estaba de pie. Te debo mucho —Se inclinó ligeramente hacia Francesca—. Me disculpo por causarte desasosiego. No sentí la sutil perturbación en la naturaleza y debería haberlo hecho. Estaba consumido por la necesidad de proteger a Skyler.

—No se puede poner a las mujeres en una burbuja para protegerlas, Dimitri —señaló Francesca—. Tenemos nuestras vidas al igual que los hombres.

Mikhail interrumpió cuando Dimitri abría la boca en lo que obviamente era otra protesta.

—No podemos cancelar la fiesta de Navidad. Si lo hacemos nuestros enemigos podrían suponer quién en esta región es humano y quién cárpato. Cocinando y "comiendo" comida, aparentaremos ser tan normales como los demás que nos rodean. Ahora que sabemos que hay peligro al alcance de la mano, podremos mantener a nuestras amadas a salvo.

Los colmillos de Dimitri refulgieron cuando desnudó los dientes y dio un paso hacia Skyler.

—Ella ya ha sufrido bastante a manos de los humanos. No permitiré esto.

Skyler se presionó contra Francesca, reuniendo coraje para desafiar a un hombre que parecía demasiado alto, demasiado fuerte... demasiado invencible con su cara dura y sus ardientes ojos fríos.

No alimentes la furia de Gabriel contra Dimitri, aconsejó Francesca. Déjanos manejar esto a nosotros. Sonrió a Dimitri.

—Todos los niños esperan con ilusión una celebración como esta. Seguramente podrás vigilarla con nosotros y concederse su oportunidad de relajarse y disfrutar conociendo a los demás como tanto ha anhelado. Necesita cada buen recuerdo, cada oportunidad de reír y disfrutar de la niñez como pueda tener. Recuerda, Dimitri, que eso se le robó cuando era joven.

—No hay forma de que lo olvide —escupió él entre dientes. Volvió toda la intensidad de sus brillantes ojos hacia Skyler—. ¿Esto es importante para ti? ¿No es un acto de desafío porque tu compañero no quiere que asistas?

Tomó aliento, sintiendo el impacto de su mirada hasta los dedos de los pies. Nunca podría estar con este hombre. Deseó gritar su negativa. No sería la compañera de ningún cárpato, y menos de este hombre. La aterraba. La desesperación la llenó de pánico.

Ante el suave gruñido de advertencia de Gabriel, Francesca le apretó el hombro.

Skyler forzó al aire a atravesar sus pulmones y aferró más fuerte la mano de Francesca.

—Me gustaría mucho ir —No pediría permiso. Ya había tenido suficiente de suplicar a los hombres. De niña, había realizado actos viles y asquerosos por comida. Había tenido que pedir permiso para dormir, para ir al baño, incluso para hablar. Su vida había sido un infierno y no volvería a eso... prefería estar muerta.

Eso nunca, pequeña. La voz de Francesca le susurró en la mente. Una promesa de amor puro e incondicional que siempre se mantendría. Nadie nunca te volverá a hacer daño y vivirá para contarlo. Ahora yo soy tu madre y te protegeré con cada fibra de mi ser. Dimitri parece cruel e insensible, pero en realidad, sus emociones están a punto de hacerle perder el control, así que para protegerte hace sus sentimientos a un lado y se convierte en un rudo guerrero. Eso es lo todo lo que sabe hacer.

Y quién es él, dijo Skyler. Es la violencia personificada. He visto su mente. Se fundió conmigo y pude verle matar sin pensarlo, sin remordimiento. Cree controlarme. Obligarme hacer lo que él dice.

Todo los hombres de los cárpatos piensan así. Son freakys del control. Incluso nuestro amado Gabriel. Eres demasiado joven y aunque todos sus instintos le empujan a tomarte ahora, está intentando contenerse y concederte... tu tiempo.

—Confesaré que no me gusta, pero probablemente esté siendo sobreprotector. No puedo soportar verte... o sentirte sufrir. —Dimitri se inclinó ligeramente por la cintura en un gesto anticuado—. Entonces debes ir.

Skyler se tragó su réplica. Habría ido de todos modos. No necesitaba que él... con completo desconocido... le dijera que podía o no podía hacer.

—Iba de camino a ver a Julian —anunció Mikhail, decidiendo que era el momento de aliviar la obvia tensión—. Sé que le encanta disfrutar de un buen rato  y quería alertarle sobre la sorpresa principal de esta noche.

—¿Hay una sorpresa? —Gabriel sonó suspicaz.

—Raven quiere que San Nick aparezca, vestido de rojo —dijo Mikhail con aire satisfecho—. Los niños lo están esperando.

Francesca se mordió el labio, suprimiendo una súbita sonrisa cuando Gabriel realmente dio un paso tras ella en busca de protección. Bebé grande.

Mikhail está tramando algo. Yo no voy a ponerme mallas rojas.

Francesca estalló en carcajadas.

—Santa Claus no lleva mallas rojas, idiota.

Mikhail le lanzó una sonrisa.

—¿No creo que Gregori sepa eso? Después de todo, es mi yerno, y tiene el deber de hacer lo que le pida. Las mallas rojas podrían sentarle bien.

—No lo harías —dijo Gabriel, una lenta sonrisa se extendía por su cara.

Dimitri arqueó una ceja.

—¿Gregori? ¿El hombre del saco de los cárpatos?

—Asustará a los niños, Mikhail —objetó Francesca—. No vas a pedirle que sea Santa Claus, ¿verdad?

—Por supuesto que si.

—Yo quiero estar allí. Creo que Lucian y yo tenemos que visitar a nuestro hermanito —dijo Gabriel—. Asegúrate de hacerme saber cuando vas a su casa para dejarme caer al mismo tiempo.

—Eso es simplemente mezquino —regañó Francesca entre risas—. Y no te atrevas a decirle que lleve mallas rojas. Solo la idea de Gregori en mallas ya es bastante para asustar a cualquiera.

—Hay beneficios en ser príncipe después de todo —dijo Mikhail.

Skyler se aclaró la garganta.

—Esto es una broma... ¿verdad?

Mikhail pareció presumido.

—Una buena broma a costa de Gregori, pequeña. Debería irme. Tengo muchas cosas que hacer. Dimitri, he enviado palabra a todos los demás de que nuestras mujeres y niños deben ser protegidos todo el tiempo, especialmente nuestra Skyler.

Skyler echó la cabeza hacia atrás para mirar a Dimitri. A pesar de sí misma, tenía que admitir que era guapo, con la cara de un hombre, no de un muchacho. Sus ojos estaban tan vivos, eran tan profundamente azules que podían quemar o congelar. Él alzó ambas manos y se las pasó por el sedoso pelo negro, apartándoselo de la cara. Sus músculos de flexionaron y ondearon. Estaba de pie lejos de ella, pero sentía sus dedos como tocando su propio pelo, deslizándose a través de los sedosos mechones de forma lenta e íntima. Su estómago dio un curioso vuelco. En la distancia oyó el aullido de un lobo. Dimitri giró la cabeza hacia el sonido.

—Suena tan triste... tan solitario —murmuró Skyler, el triste aullido provocó su instantánea simpatía. Deseó... casi necesitó... encontrar al animal y consolarle.

Está solo —dijo Dimitri. Se sacó un cordón negro de alrededor de la garganta—. Te pido que lleves esto, Skyler. Por mí.

Skyler dio un paso atrás, pero su mirada cayó sobre el collar que le ofrecía. El diminuto lobo era exquisito, con la cabeza echada hacia atrás, pelaje negro y brillante y ojos de un profundo azul, como zafiros resplandeciendo hacia ella. Dudó solo un momento, su mano se movió lentamente hacia la de él hasta que las puntas de sus dedos se tocaron. El calor recorrió su cuerpo, calentándola a pesar del frío.

En vez de dejarlo caer en su palma, Dimitri le pasó el cordón por el cuello, levantándole el pelo y dejando que cayera alrededor de sus hombros. El cordón estaba todavía caliente por la piel de él y el pequeño lobo descansó en el valle entre sus pechos. Dimitri extendió la mano tras ella, donde no pudo ver que hacía, e inmediatamente la envolvió en una suave capa roja. El frío amainó instantáneamente.

—Ahora pareces la Pequeña Caperucita Roja —murmuró mientras se inclinaba para ponerle la capucha sobre el pelo.

Ella inhaló su fragancia, salvaje, masculina e inesperadamente familiar. Sintió el tacto de su labios sobre la mejilla. Dejó un rastro ardiente hacia la comisura de su boca, y su cuerpo respondió con un extraño hormigueo, una conciencia intensificada, incluso extendiéndose hacia él. Mientras estaba todavía rodeándola con sus brazos, sintió algo en su interior alzándose hacia él. Antes de esta casa pudiera liberarse y responder, él cambió, una vez más a lobo, alejándose de ellos a la carrera para internarse en lo más profundo del bosque. Skyler cogió el pequeño colgante del lobo en su mano y lo apretó.

Deseó seguirle. Llamarle de vuelta. Sus pulmones se apretaron y su corazón tartamudeó. Sabía que no quería un hombre de los cárpatos. Toda su vida había sabido lo que la gente sentía realmente, lo que pensaba.. y la mayor parte de ello no era bueno. Gabriel y Francesca le proporcionaban un respiro, un refugio seguro, pero Dimitri le quitaría eso. Tomó un profundo aliento y se apartó del camino que él había tomado.

—Quiero irme a casa, Francesca, —dijo suavemente, sintiéndose una cobarde—. Por favor llévame a casa.

—Por supuesto, cielo —Francesca la abrazó, capa y todo, y alzó el vuelo, dejando que Gabriel las escudara de ojos curiosos.

—Muy lejos —murmuró Skyler—, de vuelta a Paris. —Levantó la cara hacia la nieve que caía en interminable silencio. El mundo pareció lleno de centelleantes gemas cuando la luz de la luna destelleó sobre los cristales de hielo y los copos de nieve. Se concentró en la copa de los árboles y las prístinas superficies mientras volaban a casa, con Gabriel cerca de ellas.

—El bebé siempre te consuela —dijo Gabriel—. ¿Por qué no vas a ver como está? —Su niñera y ama de llaves de confianza había venido con ellos y estaba con la niña durante el día. Mantuvo su mano sobre Francesca para evitar que se alejara de él.

Skyler les besó a ambos y, todavía envuelta en la capa, fue a recoger y abrazar a Tamara. En cuanto salió de la habitación, Gabriel se giró hacia su compañera con un profundo ceño de impaciencia.

—¿Viste eso? ¿Viste como la besó? ¿Cómo la tocó? No tocó simplemente su piel, dejó su marca en ella. No voy a aguantar esto, Francesca.

—Gabriel —Le frotó el brazo gentilmente—. Se marchó.

—No se marchó, la marcó, le dio su sangre, tomó la de ella. Puede no haber sido un intercambio, pero tú y yo sabemos que ha dejado una advertencia para que todos los demás hombres la dejen en paz.

—Como debía hacer. Como tú o cualquier otro hombre habría hecho con su compañera.

Gabriel frunció el ceño.

—Debería tener una niñez completa. Él puede esperar solo doscientos años como todos los cárpatos han hecho en el pasado. Dieciséis. ¿Quién ha oído algo semejante?

—Savannah tenía veintitrés cuando Gregori la reclamó —le recordó Francesca—. Es un mundo diferente y Skyler no es completamente cárpato. Si Dimitri esperara doscientos años, estaría muerta.

Gabriel frunció el ceño.

—Se la traerá completamente a nuestro mundo. Es nuestra hija.

—Le dijimos que era su decisión. Los intercambios de sangre la ayudaron a sobreponerse al trauma, no la privamos de su elección. Suenas tan mal como Dimitri.

—Es nuestra hija. No voy a dejarla hacer una estupidez por miedo. Me niego a perderla por el envejecimiento humano o por ese patán, que, por cierto, no es lo bastante bueno para ella. Es nuestra, Francesca. La quiero tanto como quiero a Tamara, y está bajo mi protección. Toda esta libertad de la que hablas es ridícula. Todos vivimos bajo ciertas reglas, y Skyler también.

—Dimitri mostró gran contención no haciendo un intercambio completo con ella. Podría haberse aprovechado y no lo hizo. Nuestras mujeres, hasta Savannah, no son sexualmente maduras tan rápidamente. Ella lo es, Gabriel, te guste o no. —Francesca levantó la mano cuando él fue a protestar—. Por supuesto es demasiado joven para unirse a él, pero eso no significa que técnicamente no pudiera ocurrir. Tiene que superar su pasado y quién sabe si va a ser capaz de hacerlo. Tiene cicatrices en la mente que ni siquiera yo puedo curar. Ni siquiera puedo encontrar los recuerdos de su niñez antes de que empezaran las atrocidades. Él tiene que saberlo. Tiene que estar preparado para ser gentil, amable y paciente con ella. Es inevitable que estén juntos, Gabriel.

Él se giró apartándose de ella, con los puños apretados. Cuando se volvía, Francesca captó el destello de colmillos y como de repente abría las manos... sus dedos se curvaron en garras letales. Gabriel echó la cabeza hacia atrás y rugió de rabia. El sonido sacudió la casa y en la habitación de al lado, Tamara empezó a llorar. Se dio la vuelta otra vez para enfrentarse a Francesca.

—No va a ser forzada por este... este hombre lobo... a nada.

Francesca jadeó ante el insulto.

—Estás actuando como un loco, Gabriel. ¿Es así como será con todas nuestras hijas?

—Ninguna hija mía va a ser forzada a nada —Le dio la espalda, sus ojos negros llameaban de furia.

—¿Cómo lo fui yo? —Francesca le inmovilizó con la mirada.

—Eso fue completamente diferente.

—¿Por qué? ¿Porque eras tú? Gabriel, tienes que ser razonable en esto. Tenemos que manejar esto bien por los dos. Skyler no va a ser capaz de aceptarle, especialmente si te comportas como un padre loco mostrando los colmillos.

—¿Gabriel? ¿Francesca? ¿Todo va bien? —Skyler entró en la habitación llevando en brazos al bebé—. Tamara está preocupada. Nunca antes había oído así a su padre... y yo tampoco. —Parecía a punto de llorar—. ¿Os estáis peleando por mí? Vosotros nunca peleáis. Nunca. Haré lo que queráis que haga.

Francesca fue inmediatamente hasta ella y pasó el brazo alrededor de los hombros de la chica, con bebé y todo.

—Por supuesto que discutimos, Skyler, solo que no en voz alta. Lamento que te hayamos molestado. Los adultos con frecuencia tienen diferencias de opiniones.

—No las tendríamos si no discutieras todo lo que digo —se quejó Gabriel.

Francesca puso los ojos en blanco hacia Skyler y lanzó una sonrisa ladeada.

—ignórale. Yo siempre tengo razón y ambos lo sabemos. Y ahora mismo, tenemos cosas que hacer que tienen que ver con la diversión. Diversión, Gabriel. —Le lanzó una pequeña mirada de advertencia—. Skyler, ven a ayudarme a hacer esas casas de jengibre para la cena de esta noche. Gabriel va a ayudarnos.

Gabriel tomó un profundo y tranquilizador aliento, obligando al aire a moverse a través de sus pulmones, a eliminar la rabia arremolinante que parecía hervir en sus venas y agitar sus entrañas. Lo dejó escapar e intentó encontrar su centro. Lo último que quería era alterar más a Skyler o hacer que el bebé llorara.

—Eso es chantaje —se quejó, pero le guiñó el ojo a Skyler. Extendió los brazos hacia el bebé, cogiéndola e inclinándose para besar la coronilla de Skyler—. No estábamos discutiendo sobre ti, pequeña humana, solo sobre lo que era mejor para ti. Y no era una pelea, simplemente una discusión acalorada. Ambos estamos de acuerdo. Ningún hombre va a ser lo bastante bueno para ti y tendrás que quedarte con nosotros para siempre.

La mirada alarmada de Skyler palideció y estalló en carcajadas.

—¿Siempre? Creo que para cuando tenga ochocientos años querrás echarme.

—Nunca, cielo —la tranquilizó Francesca, apartando mechones de pelo de la cara de Skyler. Tocó una de las cicatrices en forma de medialuna que solo habían palidecido, incluso con la sangre cárpato, al sanar. Y las peores cicatrices de Skyler estaban donde nadie podía verlas—. Siempre serás nuestra amada hija.

—¿Quieres lamer el glaseado del tazón en vez de dármelo, verdad? —se burló Skyler

—Demasiada azúcar para ti —dijo Francesca, riendo—. Vamos, no tenemos mucho tiempo para acabar con esto. Espero que las instrucciones sean fáciles. En realidad nunca he construido una casa de jengibre antes y Raven quería varias para utilizar como centros de mesa en las mesas.

—La presión sigue subiendo —se burló Gabriel. Besó a Tamara y le guiñó un ojo—. Veamos como lo hacen los miembros femeninos de la casa.

—Que conste que vas a ayudarnos —dijo Skyler agarrándole de la mano y tirando—. Voy a pintarte la cara de glaseado mientras lo hago. A Tamara le encantará, ¿verdad, pequeña?

El furia había desaparecido, pero la aprensión ante el futuro había tomado su lugar. Gabriel fingió reluctancia mientras su compañera y sus hijas le arrastraban a la cocina, la risa burbujeaba a su alrededor y alejaba un poco el miedo a perderlas.

Skyler entró en la cocina, inhalando el aroma del jengibre. Las piezas tenían ya la forma de las paredes y los techos de las casas. Solo tenían que unirlas.

No hubo ninguna advertencia en absoluto. Mientras sacaba los glaseados de varios colores del refrigerador, una pena devastadora casi la tiró de rodillas. Mantuvo la puerta abierta para evitar que Francesca y Gabriel vieran las lágrimas que manaban de sus ojos. La culpa era aguda y dolorosa... una hoja que le atravesaba el corazón. Tenía la garganta hinchada y la pena pareció expandirse y ocupar cada célula de su cuerpo hasta que deseó llorar incontrolablemente. La rabia llegó poco a poco, oscura y terrible, una salvaje necesidad de venganza, la necesidad de golpear uno de los tazones, de hacerlo pedazos.

—¿Skyler? —Francesca estuvo allí en un momento, envolviendo sus brazos alrededor de la cintura de Skyler y alejándola del cristal.

El glaseado era blanco, pero el tazón había sido rojo y con pedazos de vidrio incrustados en el escarchado, a Skyler le pareció nieve sangrienta. Sintió la urgencia de correr a la ventana y comprobar que no hubiera nadie herido fuera. Se le quedó el aliento atrapado en la garganta y se presionó una mano sobre el dolorido corazón. Nadie no... Dimitri. Se había conectado a él... estaba segura... y estaba sufriendo.

—¿Francesca? Tengo que encontrarle. Tengo que encontrar a Dimitri —Su voz fue a penas un susurro. No tenía ni idea de que corrían lágrimas por su cara hasta que Francesca le tocó las mejillas.—. Está... es tan terrible. No puedo explicarlo. Tengo que ir con él.tienes que ir allí y aliviar su sufrimiento.

—Lo siento, cielo, solo puedo aliviar el tuyo. Él tiene que encontrar la forma de vivir con las emociones que ahora está sintiendo. Antes lo sabía, pero no podía sentir emoción —Se inclinó acercándose a Skyler para murmurar suavemente, para aliviar su carga—. Puedo proporcionarte distancia y eso ayudará.

Skyler se apartó bruscamente.

—No. —Sacudió la cabeza—. Gabriel y tú siempre me estáis protegiendo. Esta vez no. Si yo le estoy haciendo esto quiero poder sentirlo también. Tengo que saber estas cosas Francesca. Soy realmente cárpato en mi corazón. Necesito el conocimiento al igual que la emoción.



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Aclaracion-Disclaimer

La Saga Serie Oscura, es propiedad de la talentosa Christine Feehan.
Este espacio esta creado con el único fin de hacer llegar los primeros capítulos de estas magnificas obras a todos ustedes que visitan el blog. Lamentablemente, en latinoamericano muchos de estos maravillosos ejemplares, no estan al alcance de todos.
Si tienes la posibilidad de conseguir estas historias en tu pais, apoya el trabajo de Christine y compra sus libros. Es la unica manera de que se continue con la publicacion de los mismos.
Gracias por su visita
Mary