Un Ritual lleno de Pasion y Amor

"Te reclamo como mi compañera. Te pertenezco. Te ofrezco mi vida. Te doy mi protección, mi fidelidad, mi corazón, mi alma y mi cuerpo. Tu vida, tu felicidad y tu bienestar serán lo más preciado y estarán por encima de todo siempre. Eres mi compañera, unida a mí para toda la eternidad y siempre bajo mi cuidado”



jueves, 2 de junio de 2011

REUNION OSCURA/CAPITULO 12

CAPÍTULO 12

Para eso estamos, Ginny —dijo Colby De La Cruz con un pequeño suspiro mientras trenzaba el pelo de su hermanita—. Ahora Rafael se volverá loco. Apenas me deja apartarme de su vista en su actual estado. Además estaba haciendo progresos. —Lanzó una rápida mirada a Rafael, su compañero, que se paseaba furiosamente por la habitación. y lanzándole de vez en cuando una mirada de advertencia al rojo vivo.

—¿Por qué está tan molesto? —preguntó Ginny.

—Tu Tía Juliette resultó herida.

Rafael se dio la vuelta, sus ojos oscuros la miraron con furia.

—Tu Tía Juliette desobedeció una orden directa de su compañero. Ignoró su propia seguridad y casi consiguió que los mataran a ambos.

Ginny jadeó, y se llevó una mano a la boca.

—¿Están bien, Rafael?

—Están bien —respondió Colby, fulminando a su compañero con la mirada—. No hay necesidad de intentar asustarla a muerte.

—Hay mucha necesidad —declaró Rafael, extendiendo una mano para enredarla en la masa de pelo rojo dorado que rodeaba la cara de Colby—. ¿Y por cierto quiénes son esos críos... ese chico que ahí? ¿Qué sabemos de él?

—¿Quieres decir Josef? —preguntó Ginny—. Es guay.

El ceño de Rafael se profundizó. No tiene necesita de pensar que ese chico es guay. No la quiero alrededor de chicos en absoluto.

Colby suspiró. Ginny aún no está en la pubertad y es humana. No creo que Josef vaya a mirarla de ese modo.

Yo te miré a ti de ese modo.

Yo soy una mujer adulta y en cualquier caso, Paul está con Josef. Sabes que su hermano nunca permitiría nada impropio.

Voy a ir a mostrar mis dientes a ese jovencito. Si sabe lo que le conviene, se irá a casa. Rafael salió de la habitación, su cara era un conjunto de líneas ásperas y una mandíbula testaruda. Y lleva el pelo así de suelto esta noche para esa cosa. Me gusta así.

Colby puso los ojos en blanco hacia Ginny.

—Ese hombre tiene demasiada testosterona. Va a asustar a Josef.

—¿Por qué?

—Porque Josef podría mirarte mal. Que Dios nos ayude cuando seas lo bastante mayor como para tener citas, Ginny. Creo que te pondrá guardaespaldas... todas femeninas... alrededor.

—Todos mis amigos le tienen miedo —concedió Ginny— pero siempre es dulce conmigo. Y Paul pasa mucho tiempo con Rafael.

—Lo sé, pequeña, es realmente genial, pero le encanta darnos órdenes.

—No como sus hermanos. Bueno, excepto por el Tío Riordan. Él es agradable, pero el resto de ellos da miedo.

La sonrisa ladeada despareció de la cara de Colby.

—¿Miedo cómo? Ninguno de ellos te ha hecho nada, ¿verdad? Han jurado protegerte a ti y a Paul. Rafael me lo prometió. —Era difícil integrar a su familia humana con la cárpato, pero Colby creía que llevaban la cosa bastante bien. Desafortunadamente, Rafael tenía cinco hermanos y solo Riordan había encontrado a su compañera. Y eso hacía que los otros tres hermanos fueran extremadamente peligrosos. Manolito estaba cerca. Zacharias y Nicolas estaban en Brasil supervisando el rancho cerca del bosque pluvial. Colby estaba segura de que ninguno de ellos confiaba en sí mismo con tantos otros alrededor. Estaban demasiado cerca de convertirse.

—No me han hecho nada —negó Ginny apresuradamente—. Simplemente no me quedo mucho rato cerca de ellos. Simplemente asustan. Es agradable haber venido aquí porque ellos no vinieron con nosotros. Siempre me están observando.

Colby se sentó en una silla a la mesa de la cocina.

—Pequeña, sabes que si eres infeliz solo tienes que decirlo y nos iremos a casa, a nuestro rancho en los Estados Unidos.

—¡No! Me encanta Brasil. Ya incluso puedo hablar un poco el idioma. Paul me está ayudando y también mis tíos. Me encanta el rancho y el bosque y todos los animales. En realidad no quiero volver.

—Hey, chicas —Paul entró y tiró del sujetador de su hermana—. ¿Por qué te escondes aquí con Colby? Todo el mundo ha venido para que nos conozcamos.

—¿Están pasando un buen rato? —preguntó Colby.

Paul le sonrió.

—Bueno, ahora que Rafael ha venido a espantar al payaso de Josef si. Está afilando un cuchillo, pero Josef no está prestando atención y todos los chicos lo consideran divertido.

—Oh, cielos.

—Voy a ver —dijo Ginny alegremente, y salió corriendo de la habitación.

Paul se sentó frente a Colby. Ella estudió su cara. Algunas de las líneas que no deberían haber estado allí se habían alisado de nuevo, pero todavía parecía demasiado viejo para sus diecisiete años.

—¿Qué pasa, cariño?

—¿Sabes lo inteligente que era siempre Mamá? Quiero decir realmente inteligente. No con las cosas del rancho, sino con los libros. Química, física, ese tipo de cosas.

—Cosa que tú claramente has heredado.

—¿Qué sabes de su familia? Hay un hombre aquí con el mismo apellido que nuestra madre y se parece a ella. Bueno, ella era más guapa, pero realmente se parecen y dicen que es realmente inteligente. Es humano, Colby, como yo.

—¿Te molesta que yo sea cárpato y tú no? Rafael te permitió conservar los recuerdos porque eso era lo que querías, pero si te hace sentir demasiado diferente... —se interrumpió. No había forma de que Paul se convirtiera en cárpato. Por lo que ella sabía, no tenía habilidades psíquicas de ningún tipo. Ginny no había mostrado ninguna tampoco. Colby tenía un padre diferente que provenía de un linaje directo de cárpatos.

Razvan. No quería pensar en él, no quería siquiera admitir que hubiera sido su padre biológico. Razvan era nieto del mago oscuro Xavier, mortal enemigo de todos los cárpatos. Mucho tiempo atrás, Xavier, el mago más poderoso, había tomado a una estudiante cárpato muy dotada, Rhiannon. Había asesinado a su compañero, la había raptado y fecundado, inflamando una terrible guerra. Habían nacido gemelos, Soren, y sus dos hermanas ya perdidas. Razvan y Natalya eran los hijos de Soren. Razvan había traicionado a su sangre cárpato, sangre de los afamados Buscadores de Dragones nada menos, traicionado a su hermana gemela, sucumbido al atractivo de la magia negra, se había aliado con los vampiros y los había conducido en un complot para asesinar al príncipe. La avergonzaba pensar que llevaba los genes de Razvan, especialmente ahora que había venido a las Montañas de los Cárpatos y conocido a tanta de la gente de Rafael.

—No, me gusta eso de que seas cárpato, Colby, es bastante guay. —Paul se pasó una mano por el pelo—. Y me encanta donde vivimos y los hermanos de Papá, pero si este hombre, Gary Jansen, está emparentado de algún modo con Mamá, quiero conocerle. Y quiero saber por qué nunca hemos sabido de él.

—¿Has estado preguntando por él?

Paul asintió.

—Rafael me dijo su nombre y dijo que era amigo de Gregori. Aparentemente, está llevando a cabo una investigación. Tú eres más vieja que yo. ¿Recuerdas que Mamá hablara de su familia? ¿Conociste a alguno de ellos?

Colby se pasó ambas manos por la espesa melena con agitación.

—Recuerdo muy poco, Paul, y nada de ello es bueno.— Era doloroso recordar el pasado, si bien Colby pensaba que aquellos días de sentirse inadecuada habían pasado para siempre, averiguar que Razvan era su padre había hecho que todo volviera.

—¿En qué sentido? —insistió Paul.

Rafael apareció junto a Colby, alto y fuerte, su cara podría haber sido la cara tallada de una estatua, cincelada con gran precisión alrededor de su boca sensual. Cada noche cuando despertaba, cuando le veía así... su guerrero, su amante.. siempre sentía una ráfaga de emoción casi abrumadora. Rafael parecía mirar al mundo con ojos helados y a ella con deseo y amor. Para una mujer que nunca había encajado del todo en ninguna parte, eso parecía un milagro. Ahora sus brazos la rodeaban, levantándola de la silla, su figura más grande engullendo la de ella cuando la arrastró al refugio de su cuerpo.

No me gustan esos pensamientos. Tú no hiciste nada malo y es mejor no pensar en esas cosas cuando te producen tanto dolor.

Paul tiene derecho a saber ciertas cosas.

Sobre ella. Sobre su padre. Sobre su madre. Apoyó la cabeza contra el pecho de Rafael. Era todo tan complicado y sus antecedentes eran bastante humillantes. No quería que Paul se avergonzara.

Había sido ella la que insistiera en que vinieran a las Montañas de los Cárpatos para la gran celebración. Había creído que era importante conocer a otros cárpatos y ser un poco más sociales. El rancho de Sudamérica estaba aislado, era enorme, y los hermanos De La Cruz eran tratados como la realeza... temidos, pero todavía tratados con demasiada deferencia. Colby había creído que sería bueno llevarlos adonde no eran los únicos en el mundo con dones y deberes. Ahora se estaban abriendo viejas heridas justo cuando empezaba a pensar que su lugar en la comunidad se solidificaba. Tenía que recordar el pasado y contar a Paul la verdad sobre la familia de su madre.

Rafael le siseó su desagrado al oído.

—No tienes que probar a nadie que vale la pena que pertenezcas a un lugar. Tu lugar está conmigo.

—Lo sé. —Frotó la cara contra su pecho—. Solo quiero que Paul y Ginny se sientan aceptados.

Rafael la cogió de la barbilla y le alzó la cara.

—Siempre se sentirán aceptados. Contigo. Tú les proporcionaste eso cuando nadie más se lo dio, les diste un hogar, amor y seguridad. Pocos habrían hecho lo que tú a tan corta edad.

Paul rodeó la mesa y los rodeó a ambos con los brazos.

—¿Colby, te disgusté con mis preguntas? No estoy buscando otra familia. Quiero a la que tengo. No entiendo que te pasa, por qué pareces tan molesta e intranquila en las últimas horas. He estado temiendo dejarte sola demasiado. —Miró a Rafael buscando confirmación.

Colby tomó un profundo aliento y se presionó ambas manos contra el estómago revuelto.

—Todo el mundo tiene secretos, Paul. Nunca he querido que os sintierais diferentes. He buscado en ti y en Ginny signos de algo inusual... especialmente en ti... pero ambos parecéis muy normales... sin dones psíquicos y sin ninguna habilidad para cambiar.— Sus dedos aferraron la camisa de Rafael.

El le colocó una mano en la nuca, dedos fuertes le aliviaron la tensión.

—Yo siempre he pensado que cambiar de forma era normal —dijo él.

—Bueno, no para nosotros —dijo Colby. Estaba a punto de llorar. Paul tenía mucho a lo que hacer frente. Era un adolescente, pero había trabajado en un rancho casi toda su vida, un trabajo duro e ininterrumpido. Habían perdido a su madre y finalmente al padre de Paul y Ginny en un accidente, y los tres solos habían mantenido el rancho en funcionamiento.

—Yo empecé a mostrar signos de habilidad psíquica muy pronto. Podía sentir las cosas peligrosas, especialmente si estaba alterada —confesó Colby en una pequeña ráfaga—. Mamá admitió ante mí que mi padre era "diferente". Eso fue todo lo que dijo al principio. Pero después, cuando yo tenía alrededor de trece años, me contó que yo también era "diferente". Y que teníamos que ser muy cuidadosos. Nunca podía dejar que nadie viera lo que podíamos hacer y siempre tenía que vigilarte, Paul, para asegurarme de que no te comportaras irresponsablemente.

—¿Y eso qué significa? —exigió Paul con un pequeño ceño.

Colby tomó un profundo aliento.

—Significa que llevamos la sangre del jaguar. Nuestra familia, hace cientos de años, cambiaban de forma. Los hombres no se quedaban con las mujeres y finalmente la especie empezó a morir. Hay muy pocos que puedan cambiar realmente a su felino, pero mucha gente porta los genes. Algunos hombres que todavía tienen la habilidad de cambiar cazan a mujeres para mantener la línea tan pura como sea posible. No son hombres muy agradables.

—¿Y Mamá creía que yo podía ser uno de esos tíos? —Paul estaba claramente ofendido—. Yo respeto a las mujeres. Siempre soy respetuoso.

—No quería decir eso. No lo estoy contando muy bien. Mamá no estaba casada con mi padre cuando me tuvo. La familia de tu padre no quería tener nada que ver con ella... o conmigo... a causa de eso —. Se interrumpió bruscamente.

Rafael asumió el control.

—Colby nunca se sintió aceptada por nadie, Paul, y no quería eso para ti. Ni tu madre. Tu madre ocultó sus diferencias, y Colby hizo lo mismo —Gesticuló a su alrededor—. Aquí, ser atípico es normal.

—¿De verdad creéis que alguien se siente normal? —Preguntó Paul—. No sabía nada de todo esto... de que tengo sangre jaguar... aunque eso sería genial especialmente ahora, pero mira a Josef. Es cárpato, cambia de forma y hace todo tipo de cosas geniales. Es brillante. Deberíais ver las cosas que puede hacer con una computadora, y es un freaky. Solo es una especie de sabiondo con todo el mundo. No se siente bien consigo mismo. Sabe que a los adultos no les gusta y se siente incómodo con nosotros los adolescentes. Skyler es guapa pero está incómoda también. Ginny y yo somos los únicos normales y deberíamos ser los desplazados.

—Algunas veces eres brillante, Paul —exclamó Colby.

—No creo que importe mucho qué somos o de donde venimos, Colby —repicó Paul—. Creo que todos nos sentimos incómodos cuando somos jóvenes.

—Yo no —dijo Rafael.

Colby le golpeó el pecho.

—Eres tan arrogante.

—No creo que haya sido nunca joven en realidad —dijo Paul—. Estoy seguro de que nadie le dio a luz. Le encontraron bajo una roca.

Rafael cogió a Paul por el cuello y fingió estrangularle. Colby los observó a los dos riendo juntos y sintió que la tensión se desvanecía.

Hiciste un gran trabajo criando a este chico, le dijo Rafael.

Ella asintió. Es maravilloso.

—¿Así que creéis que la mayoría de los psíquicos son descendientes de gente que podía cambiar de forma? —preguntó Paul—. Podría investigarlo. Apuesto a que Josef me ayudaría.

Rafael se encogió de hombros.

—Es posible... incluso probable... pero cada vez que haces una investigación dejas un rastro que alguien más puede seguir. Somos muy cuidadosos no dejando rastros que conduzcan al descubrimiento de nuestra especie. Y estás haciéndome sentir culpable por este chico, Josef.

Paul le lanzó una sonrisa a su cuñado.

—No te preocupes, no notó que estabas afilando tu cuchillo en su beneficio. Te lo dije, en situaciones sociales no tiene ni idea. —Estalló en carcajadas cuando Rafael pareció desilusionado—. Yo lo noté, y también Skyler y Josh. Todos pensamos que era muy aterrador.

—No suenas convincente —se quejó Rafael.

Colby rió suavemente.

—Deberías alegrarte de no haber asustado al chico.

—Quiero conocerle —dijo Paul bruscamente, como si acabara de reunir su coraje—. Si Gary Jansen es mi tío, quiero conocerle.

—No sabemos que los sea. Mucha gente tiene el mismo apellido —señaló Colby, y la sonrisa desapareció de su cara. Instintivamente, se acercó más a Rafael, su cuerpo rozó el de él.

—Pero es probable, Colby. Esta es una comunidad pequeña. Él es parte de ella. Unas pocas de las mujeres de aquí parecen tener la sangre jaguar. Quizás él también la tiene y eso es lo que le atrajo aquí en primer lugar.

Rafael le frotó el brazo en un gesto consolador.

—Quizás. De acuerdo. Dame algo de tiempo para terminar las cosas aquí primero —dijo Colby.

De repente, la cocina era demasiado pequeña. Necesitaba espacio abierto y un buen caballo para montar. Su madre siempre había temido la sangre jaguar, temido tener un niño. Los hombres jaguar no siempre eran los más agradables de los hombres, y Colby no quería que Paul se expusiera a ningún peligro moral... o rechazo. Y ciertamente no quería que nadie le influenciara en la dirección equivocada. Definitivamente criar niños no era fácil.

Paul se inclinó para besarla en la mejilla, después salió de la habitación llamando a Josef y Ginny.

—No puedes protegerle siempre —dijo Rafael amablemente. Envolvió sus brazos alrededor de ella, frotándole la coronilla con la barbilla.

—Dices eso, pero tú intentas protegerme a mí... y a Ginny. Es solo que no quiero que nadie le haga daño. Lo veo en sus ojos a veces. No dejó que ni tú ni Nicolas eliminarais sus recuerdos, y recuerda como el vampiro tomó el control de él e intentó utilizarle para matarme. Sé que todavía tiene pesadillas sobre eso. Simplemente no quiero que lo pase mal, Rafael. Es un gran chico.

El le inclinó la cara hacia la de él.

—Es un gran chico y le irá bien. Nos ocuparemos de él juntos.

Su mirada se apartó de la de él.

—No pude soportar hablarle de mí, de Razvan. Creía que sería muy buena idea venir aquí, conocer a todo el mundo, pero ahora, no estoy tan segura. Alguien va a contarle quien es mi padre biológico.

—¿Crees que a tu hermano le importará eso? —Rafael frunció el ceño hacia ella—. Paul te quiere por quién eres, no por quién fue tu padre.

—No lo entiendes. Está preguntando por su pasado por primera vez y una vez empiece a ahondar en él se enterará de lo de mi padre. No podría soportar que también él me rechazara. ¿Y cómo podría culparle? Ha tenido que afrontar mucho por mí. Si no hubiera sido por mí, Paul y Ginny habrían sido aceptados por la familia Chevez y se habrían criado en el rancho de Sudamérica, nunca habrían estado expuestos al vampiro. Ahora sabe de la sangre jaguar y una vez averigüe que no es tan guay no estará muy contento con eso tampoco. Y alguien va a hablarle de Razvan—. Se estremeció, mirando alrededor y bajando la voz cuando pronunció el nombre—. Apenas puedo enfrentarme a la gente, y mucho menos a Paul y Ginny cuando averigüen lo aterrador que es mi padre.

La mano de Rafael subió para enterrar los dedos en su pelo.

—Tú fuiste su víctima al igual que lo fue su hermana. No te avergüences por lo que sea tu padre. Llevas la marca del Buscador de Dragones, y esa es una ventaja increíble. El clan del Buscador de Dragones es uno de los linajes cárpatos más reverenciados de todos y es linaje. Espero que cada uno de nuestros hijos lleve la marca. Deberías estar orgullosa y no avergonzada.

—Mi padre provenía del mismo linaje e intentó asesinar al príncipe —señaló ella—. Traicionó a Natalya, su hermana gemela. Tuvo hijos... como yo... esparcidos por todo el mundo, intentó utilizarnos como banco de sangre. Tengo familia a la que no conozco, todos víctimas de este hombre. Su sangre corre por mis venas. ¿Realmente crees que quiero que Paul... o algún otro... sepa que estoy emparentada con él?

Rafael la acercó más a él.

—Todos saben que estás emparentada con él. Los hombres de los cárpatos quizás entienden mejor a aquellos que se convierten completamente al mal. Es un camino que todos hemos recorrido, y en el que algunos avanzan un poco más que otros. Antes de que llegaras a mi vida, Colby, no siempre podía ver la diferencia entre el bien y el mal.

—Razvan casi mató al príncipe —repitió ella—. Tomó sangre de niñas pequeñas. Por eso dejó embarazada a mi madre en primer lugar... para utilizar mi sangre para mantener su vida.

Rafael podía oír el horror en su voz. Colby todavía tenía problemas para aceptar el mal en su mundo, y él la amaba aún más por su inocencia. Tomo su mano y tiró, llevándola de la cocina a las escaleras que conducían a la privacidad de su cámara subterránea.

—No podemos dejar a los chicos —protestó Colby.

—Siempre eres tan responsable. He indicado a Paul que sea un buen anfitrión. Necesitas unos minutos sin todo ese ruido.

—Necesito nuestro rancho. ¿No te encantaría ir a montar con toda esta nieve?

—¿Es eso lo que te gustaría hacer?

Ella sacudió la cabeza.

—No tenemos tiempo. La cena es dentro de un rato. Y se supone que tenemos que entretener a los chicos.

Él cambió de dirección.

—Si quieres montar...

—Está nevando, tonto —Había mucho amor en su voz. Rafael, con todos sus modales dominantes, siempre intentaba darle lo que fuera que la hiciera feliz—. Y los caballos no ven muy bien de noche.

Él rió suavemente y se inclinó para colocar los labios contra su oído.

—Soy cárpato, pequeña, y puedo proporcionarte todo lo que quieras. Ven conmigo.

Colby fue porque nunca podía resistirse a Rafael o a la forma en que sus ojos negros ardían con tanto deseo por ella. Cuando salió, él la envolvió con un abrigo de capucha bordeado de piel y potas. Justo afuera, de pie junto al porche, un caballo caminaba de lado, tirando de la cabeza, ansioso por correr. El animal tenía al menos diecisiete palmos, con cascos hechos para correr por la nieve. Rafael se subió a su lomo desnudo y le ofreció la mano.

—Esta es una noche para montar, Colby, y le encanta correr.

Ella tomó su mano, permitiendo que la colocara delante de él.

—Ve rápido, Rafael, esta noche quiero volar sobre el suelo.

La enjauló en sus brazos e inclinó su cuerpo protectoramente sobre el de ella, susurrando una orden al animal. El caballo despegó, poderosos músculos se moviendo cuando saltó hacia adelante. Después de la primera explosión de velocidad, el caballo se aposentó en un galope rítmico y corrieron por campo abierto. La nieve golpeaba sus caras y el viento les azotaba. Giraban nubes en lo alto y tendría que haber estado oscuro, pero la nieve volvía el mundo brillante, reluciente como un lugar de ensueño.

—Esta tierra quita el aliento —dijo Colby—. ¿Lo hechas de menos?

—Al principio, todo lo hacíamos, pero hemos estado tanto tiempo allí que el bosque pluvial, el calor y la humedad son nuestra casa. Esto es hermoso y maravilloso para venir de visita, pero ya no lo siento como mi hogar.

Colby alzó la cara hacia el cielo nocturno. A Rafael le encantaba el bosque, pero habría renunciado a ello... renunciado a vivir con sus hermanos en su rancho... si ella hubiera deseado quedarse en los Estados Unidos. Aunque no lo había creído cuando Rafael se lo aseguró la primera vez, ahora, conociendo cada uno de sus pensamientos, comprendía cuando poder esgrimía cuando se trataba de su compañero.

Él le ofrecía aceptación total y amor incondicional. Presionó la espalda contra él dejando que el ritmo del caballo la consolara.

El animal conocía el camino, y dos veces saltó sin esfuerzo sobre un leño caído y salpicó en el lecho de un pequeño riachuelo. Reducía la marcha cuando se acercaba a los bosques y colinas, donde pudo ver helechos y arbustos asomando a través de varios centímetros de nieve.

El mundo estaba en silencio aquí. Solo sus respiraciones podían oírse en la noche. Solo existía la sensación de los brazos de Rafael alrededor y el mundo de cristal con la nieve cayendo suavemente... casi surrealista.

—No parece posible que el peligro pueda estar acechando tan cerca, ¿verdad? —susurró ella, temiendo que si hablaba demasiado alto rompería el hechizo.

—Solo estamos nosotros dos, Colby. —Le besó la nuca—. Solo nosotros, solos en este mundo. Nada malvado, ni vergüenza, solo un hombre que te ama sobre todo lo demás... a pesar de su propia sensación de ser inadecuado.

Colby encajó su cuerpo más cerca del de él. ¿Por qué se sentía inadecuada? ¿Era como Paul había dicho? ¿La mayoría de la gente se sentía así? ¿O era el hecho de que nunca había tenido una niñez? Se repente se sentó más erguida.

—Rafael, me gusta Josef.

Él resopló, empezando a ahogarse, atragantándose y tosiendo todo al mismo tiempo.

Colby se giró para mirarle sobre el hombro.

—No, en serio. Nunca he desarrollado habilidades sociales en absoluto. Trabajaba todo el tiempo y tenía que ocultar qué y quién era. ¿No lo ves? Todavía lo hago. No quiero que nadie sepa nada sobre Razvan, así que me oculto, sintiéndome avergonzada. No tengo que salir y conocer a toda esa gente... la gente a la que tú conoces y con la que creciste. Gente que temo podría preguntarse por qué alguien con tanto talento y tan dotado como tú elegiría estar con alguien como yo. Soy una adolescente, luchando por encontrarme a mí misma. Eso es francamente penoso.

—Creo que esto es todo una conspiración para hacerme sentir más culpable porque intenté asustar al chico. No voy a disculparme con él. No debería haber estado mirando fijamente a Ginny.

—Estoy segura de que no la miraba. Quiere hacer amigos.

—Los hombres nunca quieren ser amigos, Colby. —Sus manos se deslizaron bajo el abrigo para cubrirle los senos, sus pulgares frotaron los pezones y el caballo giró de vuelta hacia la casa—. Nuestras mentes están demasiado ocupadas con cosas mucho más placenteras que la amistad.

—Querrás decirmente —respondió Colby. Cerró los ojos y saboreó la sensación de sus manos acariciándole el cuerpo. Ambos eran altamente sexuales, y Rafael raramente pasaba mucho rato sin deslizar las manos posesivamente sobre su cuerpo. No pasaba junto a ella sin que su palma le acariciara el trasero, o le rozara los pechos. Algunas veces, se apoyaba contra él y se frotaba incitadoramente como un gato, adorando la sensación de su cuerpo endureciéndose como un roca y sabiendo que era por ella. Como ahora.

El movimiento del caballo creaba una maravillosa fricción en la cuña entre sus piernas abiertas. Su mirada encontró la de él, e instantáneamente sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. Estaba mirándola con ese deseo urgente, tan intenso, tan necesitado, todo en su cuerpo se extendió en respuesta. Inclinó la cabeza para poder mordisquearle la barbilla, provocándole aún más.

Para una mujer que no había hecho nada en su vida más que ser responsable, era maravilloso no tener ninguna inhibición, ser capaz simplemente de hacer lo que deseara cuando estaba con Rafael. Se extendió hacia atrás y rozó deliberadamente el duro bulto que se estaba formando en la delantera de los pantalones de él.

Quizás no estaba tan segura de sí misma como otras, pero no era ese el caso cuando estaba en su propia casa. Rafael era un hombre extremadamente dominante, pero ella podía hacerle frente y sabía que siempre era amada y deseada. Tenía a Ginny y Paul y ambos la querían por quien era. Quizás era el momento de dejar de esconderse de sí misma. Ya no temía su propio poder. Sabía lo que deseaba y sabía que era lo bastante fuerte y decidida para ir a por ello. Razvan podía haber caído en desgracia, pero había pasado un legado de poderes que ella no podía negar. Y también tenía a su madre. Tenía que dar a Paul y Ginny la oportunidad de abrazar esos dones... no huir de ellos.

—Harás lo correcto —murmuró Rafael contra su oído—. Siempre encuentras la respuesta correcta para ellos. Los rasgos jaguar no son tan malos, y quieres que ellos amen esa parte de sí mismos. Pueden tener grandes dones y podemos ayudarles a desarrollarlos, y si hay cosas con las que es difícil tratar... bueno... ambos sabemos de ellas también. Podemos guiarles juntos, Colby.

—Gracias —dijo suavemente.

—No he hecho nada.

—Por supuesto que si. Sabías que tenías que hacer lo correcto por los chicos y para eso, tenía que creer en mí misma.

—Te proporcioné un paseo a caballo.

—Me diste un sueño.

Él se quedó en silencio por un momento, urgiendo al caballo a volver a la casa, escuchando los sonidos de los cascos aplastando la nieve.

—Hablando de este otro chico. Este Josef. Cuéntame de él.

Colby ocultó su sonrisa. A Rafael le gustaba ser un tipo duro, pero profundamente en su interior era un merengue.

Él se inclinó hacia adelante. He captado eso. Voy a hacerte pagar por ello.

La excitación recorrió su cuerpo y caldeó su sangre. Siempre disfruto mucho de tus pequeños castigos. Giró la cabeza para alzar su boca hasta la de él. Era más torpe besarse sobre un caballo, pero se las arreglaron, y como siempre, un fuego líquido corrió por sus venas y el amor pareció fluir en su mente hasta el punto de rebalsarse.

—Josef es el sobrino de Byron. Parece joven para su edad. Creo que apenas está saliendo de la pubertad.

—Es un bebé según nuestros estándares —señaló Rafael, sus dedos echaron ancla en el pelo de ella—. ¿Dónde le conocieron Paul y Ginny?

—Online. Todos se escriben. Skyler, Paul, Ginny, Josh y Josef. Algunos de los adultos también juegan con ellos online a videojuegos. Estaban ansiando conocerse en persona. Creo que Josef está pasando un mal rato porque es un poco mayor, pero no ha madurado, aunque todo el mundo lo espera de él.

Rafael suspiró.

—Supongo que no haría daño intentar conocer algo al chico.

—Eres realmente un merengue —se burló ella, sabiendo que él se vengaría. Deseándolo. Ansiándolo. Su cuerpo de repente pulsaba de energía.. de deseo. Rafael exudaba sexo, su boca era pecaminosamente sensual, su apostura era maliciosamente masculina. Le encantaba la forma en que le sentaba la ropa, su duro estómago plano y sus caderas y las columnas de sus muslos encapsuladas en el tejido de los vaqueros. Sus ojos estaban enmarcados por pestañas espesas y negras como la noche, contenían una seducción.

Inmediatamente se sintió recalentada y sensible, su cuerpo se inundó de una urgente necesidad. La mano de él le acunó el cuello, arrastrándole cabeza hacia atrás para reclamar su boca. Estaba sentada el hueco entre sus caderas, su erección se presionaba firmemente contra el trasero, tenía su brazo sobre los pechos y su boca era ruda, su lengua un áspero terciopelo de excitación, acariciando y jugueteando, lamiendo su piel, los dientes mordisqueaban gentilmente.

Al momento su cuerpo respondió, el calor se extendió como oro líquido a través de sus venas. Le deseaba tanto que podía saborearlo.

Yo te deseo también. Pero mereces sufrir un poquito.

Bajo el abrigo de piel, su ropa desapareció, dejando su cuerpo expuesto y vulnerable a las manos vagabundas de él. Le deslizó las manos dentro del abrigo, guiando al caballo con las piernas. La palma se deslizó a lo largo de su muslo, y a ella el aliento se le quedó atascado en la garganta.

—¿Qué estás haciendo?

—Lo que sea que quiera. —Su voz se había vuelto áspera, casi ronca, y el calor de sus dedos era un contraste directo con el frío del aire.

La sangre se le caldeó instantáneamente, su centro pulsaba con excitación. Los dedos de él empezaron un círculo lento y casi perezoso, rozando ocasionalmente su punto más sensible. Un gemido bajo escapó. La piel se deslizó sobre su piel, sensibilizando sus terminaciones nerviosas incluso más. La besó de nuevo, alzó la cabeza, pero le mantuvo la cara hacia él con una mano mientras la otra se movía sobre los rizos húmedos.

—Mírame, querida. Sigue mirándome —ordenó.

Siempre le encantaba eso de él. Quería que ella supiera quién la poseía... quién la amaba... quien la hacía perder la cabeza de placer. Y le encantaba mirarle, ver su hambre feroz, su puro deseo por ella, las líneas de lujuria profundamente talladas, el ardor en sus ojos cuando la tomaba.

Los dedos se hundieron profundamente, extrayendo cremosa miel.

—Me encanta cuando te pones tan mojada por mí. Siempre están tan apretada, caliente y húmeda. —Se lamió el dedo con una pasada lenta y seductora de la lengua, sin apartar nunca la mirada de ella, y volviendo a enterrar los dedos profundamente en el canal femenino.

El caballo dejó de moverse, simplemente permaneció inmóvil mientras Rafael empujaba sus dedos más profundamente, llenándola tanto que jadeó de placer. La acarició una y otra vez, jugueteando con los apretados pliegues, acariciando el nudo interno de terminaciones nerviosas hasta que ella jadeó, pidiendo a gritos alivio, pero entonces los dedos malvados retrocedieron. La cogió en brazos y se bajó del caballo. Le colocó los pies en tierra, su brazo la mantenía pegada a él, habló suavemente al animal y después lo envió de vuelta. Observaron al caballo galopar de vuelta a las colinas.

Colby parpadeó y miró a su alrededor, todavía deslumbrada y todavía pulsando con un terrible deseo. Le deseaba tanto que temía no poder dar un paso. Rafael simplemente la tomó en sus brazos y se movió con la asombrosa velocidad de su raza a través de la casa hasta su cámara subterránea.

El corazón le palpitaba cuando la soltó, Colby recorrió la habitación con la mirada, diseñada no solo para dormir, sino para jugar. Estaba pie en medio de la habitación vestida solo con el abrigo, con los bordes abiertos para revelar sus pechos llenos y los rizos rojos en la conjunción de sus piernas. Estaba tan húmeda, tan caliente. Tan necesitada. Apenas podía respirar de deseo.

—Ven aquí, pequeña. He esperado demasiado por tu cuerpo —Extendió la mano hacia ella.

Siempre se sentía tan hipnotizada por él, tan dispuesta a hacer lo que fuera que le pidiera. Le encantaba demasiado la sensación de sus manos en ella.

—Creo que estoy obsesionada contigo. —Puso su mano en la de él y él tiró, dándole la vuelta, empujando su espalda contra la pared y atrapándola entre su cuerpo y la dura superficie.

—Es bueno que estés obsesionada. —Sus dedos le bajaron por la cara, cruzaron el cuello hacia la garganta. Las yemas de sus dedos juguetearon con la piel desnuda, provocando pequeñas llamas que danzaban por su cuerpo.

Sin advertencia, le apartó de un tirón el abrigo de su cuerpo, exponiendo la suave y cremosa carne de debajo.

—Siempre llevas demasiada ropa.

El corazón le empezó a palpitar en respuesta a su intensidad. Él siempre le hacía eso, acabar con su equilibrio cuando se trataba de sus encuentros sexuales.

—¿Te gustaría que fuera desnuda con toda la compañía que tenemos?

Él gruñó bajo en la garganta, desnudó los dientes, después se inclinó hacia adelante y le mordió gentilmente el pezón, pasando los dientes atrás y adelante hasta que ella gimió.

—Si me saliese con la mía, elegiría un momento en la historia en que pudiera simplemente encerrarte, mantenerte a salvo y para mí mismo, sin compartirte nunca. —Le sujetó juntas las muñecas sobre la cabeza—. Te mantendría atada, encadenada a mi cama, completamente desnuda esperando por mí, siempre esperándome.

Sus manos le acunaron los pechos y los alzaron mientras inclinaba la cabeza para darse un festín. Su boca estaba ya caliente, su lengua lamía malvadamente, sus dientes arañaban y jugueteaban, su boca succionaba fuertemente. La mayor parte de las veces, él ponía gran cuidado en prestar atención a cada matiz de su mente, asegurándose de que todo lo que hacía era exactamente del modo en que a ella le gustaba, pero a veces, cuando sus demonios y celos mezquinos le asaltaban era solo un poco demasiado duro, se permitía a sí mismo la libertad de tomar su cuerpo como quería. Rápido, duro y rudo.

La excitación siempre cruzaba su mente... y quizás un poco de miedo. Él nunca le haría daño, pero siempre exigía sumisión... siempre la empujaba sexualmente. Estaba ávido de ella. Quería saber que ella le amaría pasase lo que pasase, que se lo daría todo, que no se reservaría nada. Pero al final, nada le importaba tanto como su placer y siempre... siempre... se lo daba multiplicado diez veces.

Rafael se dejó caer de rodillas, sus manos le separaron los muslos y le arrastraron las caderas hacia adelante para que su boca pudiera devorarla. Su lengua apuñaló profundamente, extrajo crema, y empezó la lamer y succionar mientras las caderas de ella empujaban contra su boca y sus manos se le enredaban en el pelo. Gritó cuando la primera oleada la alcanzó. Los sonidos casi desesperados que él hacía la hicieron rebasar el límite. Espasmo tras espasmo la recorrieron.

Él la tiró a la cama, siguiéndola, piel con piel, empujando la rodilla entre sus muslos para mantenerla abierta a él. Empujó hacia adelante con una dura estocada, enterrándose profundamente, conduciéndose a través de los pliegues de suave terciopelo hasta golpear su útero. Le inclinó las caderas, empujando más profundamente, obligándola a tomarle todo. Maldijo suavemente cuando su cuerpo, tan apretado y caliente, aferró el de él, estrujando y ordeñando y enviando lenguas de fuego por su cuerpo. Empezó a empujar, conduciendo sus caderas, hundiéndose profundamente en el refugio de su cuerpo, celebrando la forma en que sus músculos apretaban como un puño, sujetándole a ella.

Empujó con fuerza, una y otra vez, ignorando las súplicas indefensas mientras la llevaba más y más alto, aumentando el placer hasta que la tuvo suplicando alivio, rogándole que la llevara al límite.

Ella empezó a echar la cabeza adelante y atrás, luchando contra la terrible tensión sexual, pero la mantuvo inmóvil, zambullendo su cuerpo en el de ella, llevándolos a ambos a un punto febril de necesidad.

Entonces ella gritó, su cuerpo se rompió alrededor del de él, mientras chorro tras chorro de calor la llenaban y su útero se convulsionaba con sorprendente placer. Se extendió a través de ella como un tornado, tomando su cuerpo por sorpresa, desgarrando sus paredes vaginales, bajando por sus muslos y subiendo a su estómago.

Se quedó tendida jadeando en busca de aliento, mirando al hombre al que amaba por encima de todo lo demás en el mundo... al hombre que la amaba y la aceptaba por quién era.

Con linaje o sin él, Rafael la amaba a ella y eso era suficiente. Podía sentir confianza en sí misma sin importar lo que pasara porque él la amaba incondicionalmente.



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Aclaracion-Disclaimer

La Saga Serie Oscura, es propiedad de la talentosa Christine Feehan.
Este espacio esta creado con el único fin de hacer llegar los primeros capítulos de estas magnificas obras a todos ustedes que visitan el blog. Lamentablemente, en latinoamericano muchos de estos maravillosos ejemplares, no estan al alcance de todos.
Si tienes la posibilidad de conseguir estas historias en tu pais, apoya el trabajo de Christine y compra sus libros. Es la unica manera de que se continue con la publicacion de los mismos.
Gracias por su visita
Mary