Un Ritual lleno de Pasion y Amor

"Te reclamo como mi compañera. Te pertenezco. Te ofrezco mi vida. Te doy mi protección, mi fidelidad, mi corazón, mi alma y mi cuerpo. Tu vida, tu felicidad y tu bienestar serán lo más preciado y estarán por encima de todo siempre. Eres mi compañera, unida a mí para toda la eternidad y siempre bajo mi cuidado”



viernes, 6 de mayo de 2011

SUEÑO OSCURO/CAPITULO 2



2

Sara se quedó perfectamente inmóvil bajo él, levantando la mirada hacia esa cara. Durante un momento el tiempo se detuvo. El terror retrocedió lentamente, para ser reemplazado por misterioso asombro.
- Te conozco. - Susurró con asombro.
Retorció la muñeca casi ausentemente, amablemente, pidiendo que la soltara. Falcon le permitió liberar las manos de su garra. Ella le tocó la cara tentativamente con la punta de dos dedos. El cuidadoso roce de una artista. Movió los dedos sobre la cara de él como si fuera ciega y el recuerdo estuviera grabado en su alma en lugar de en su visión.
Brillaban en sus ojos, aferradas a sus largas pestañas. Se le quedó el aliento atascado en la garganta. Sus manos temblorosas fueron hasta el pelo de él, peinándolo amorosamente, tiernamente. Sostuvo los sedosos mechones entre sus puños, recogiendo la espesa caída de pelo entre sus manos.
- Te conozco. Si. - Su voz fue una suave medida de completo asombro.
Le conocía, cada ángulo y plano de sus facciones. Esos negros y misteriosos ojos, la riqueza del pelo a negro azulado que caía hasta sus hombros. Él había sido su único compañero desde que tenía quince años. Cada noche dormía con él, cada día le llevaba con ella. Su cara, sus palabras. Conocía su alma tan íntimamente como conocía la suya propia. Le conocía. Ángel oscuro. Su sueño oscuro. Conocía sus bellas y misteriosas palabras, que revelaban un alma desnuda y vulnerable, y tan dolorosamente solitaria.
Falcon quedó completamente atrapado, capturado por el amor que mostraban los ojos de ella, su pura intensidad. Brillaban con una felicidad que ni siquiera intentaba esconder de él. Su cuerpo había pasado de luchar salvajemente a una completa inmovilidad. Pero ahora había una sutil diferencia. Ella era completamente femenina, suave e invitadora. Cada caricia de sus dedos sobre la cara enviaba calor a su alma.
Igual de rápidamente su expresión cambió a la confusión, al miedo. Culpa. Junto con el puro terror Falcon pudo sentir determinación. Sintió el aumento de agresividad en el cuerpo de ella y le cogió las manos antes de que pudiera hacerse daño a sí misma. Se inclinó más cerca de ella, capturando su mirada.
- Calma; arreglaremos esto. Sé que te asusto, y lo lamento. - Deliberadamente bajó la voz para que fuera un suave y rico tapiz de notas diseñadas para consolar, para calmar, para atrapar. - No puedes ganar una batalla de fuerza entre nosotros, así que no malgastes energías. - Su cabeza bajó aún más hasta que descansó, por un breve momento, su frente contra la de ella. - Escucha el sonido de mi corazón. Permite - Esa voz era de una belleza sin parangón. Comprendió que quería sucumbir a su oscuro poder. Su agarre era extraordinariamente gentil, tierno incluso; la sostenía con exquisito cuidado. Tomar conciencia de su enorme fuerza, combinada con su amabilidad, envió llamas danzando por la piel de ella. Estaba atrapada para siempre en las insondables profundidades de esos ojos. No había final allí, sólo una caída libre que no podía evitar. Su corazón siguió al de él, lentamente hasta que latieron exactamente al mismo ritmo.
Sara tenía una voluntad de hierro, horneada por los fuegos del trauma, y aún así no podía liberarse de esa oscura e hipnótica mirada, incluso a pesar de que una parte de ella reconocía que estaba bajo un hechizo de magia negra nada natural. Su cuerpo tembló ligeramente cuando él levantó la cabeza, cuando se llevó la mano de ella al nivel de los ojos para inspeccionar la piel arañada.
- Permíteme curar esto por ti. - Dijo suavemente. Su acento daba a la voz una torsión sensual que a ella le pareció notar que la recorría hasta los dedos de los pies. - Sabía que te habías hecho daño en tu huída. - Había olido la esencia de la sangre de ella en el aire nocturno. Le había llamado, conduciéndole a través de la oscuridad como el faro más brillante.
Sus ojos negros ardían sobre los de ella, Falcon lentamente se llevó la mano de Sara a la calidez de su boca. Al primer toque de su aliento en la piel, los ojos de Sara se abrieron de par en par con sorpresa. Calidez. Calor. Era sensualmente íntimo más allá de su experiencia, y todo lo que había hecho era respirar sobre ella. Su lengua rozó una suave y consoladora caricia en el dorso de su mano. Negro terciopelo, húmedo y sensual. Su cuerpo entero se tensó, se volvió líquido bajo él. Se quedó sin aliento. Para su absoluto asombro, el resquemor desapareció cuando el áspero terciopelo trazó un camino sobre cada laceración dejando un hormigueo detrás. Los ojos negros vagaron por la cara de ella, intensamente, ardientes. Íntimos.
- ¿Mejor? - Preguntó suavemente.
Sara le miró indefensa durante una eternidad, perdida en sus ojos. Obligó al aire a pasar por sus pulmones y asintió con la cabeza lentamente.
- Por favor, déjame levantarme.
Falcon movió su cuerpo casi reluctantemente, liberándola de su peso, reteniendo su muñeca para poder ponerla en pie con un solo tirón sin esfuerzo mientras también él se levantaba fluidamente. Sara había planeado cada movimiento en su cabeza, clara y concisamente. Su mano libre fue al cuchillo escondido en el bolsillo de su empapada chaqueta, que estaba tendida a su lado. Cuando él la levantó, lanzó el cuchillo, capturando las piernas de él entre las suyas en un movimiento de tijera, y haciéndole caer y rodar bajo ella. Él continuó rodando, hasta quedar una vez más arriba. Intentó hundirle el cuchillo directamente en su corazón, pero cada célula de su cuerpo chillaba en protesta y sus músculos se negaban a obedecer. Sara cerró los ojos decidida. No podía mirar esa cara amada mientras le destruía. Pero le destruiría.
La mano de él agarró las suyas, impidiendo todo movimiento. Quedaron los dos inmóviles, las piernas de él le mantenía los muslos contra el suelo con cuidado. Sara estaba en una situación mucho más precaria que antes, esta vez con el cuchillo entre ellos.
- Abre los ojos. - Ordenó él suavemente.
Esa voz suave derretía su cuerpo dejándola tan suave y moldeable como la miel. Quiso gritar en protesta. La voz hacia juego con su cara de ángel, ocultando al demonio interior. Tercamente negó con la cabeza.
- No te veré así.
- ¿Cómo quieres verme? - Lo preguntó con curiosidad. - ¿Cómo conoces mi cara? - Él la conocía. Su corazón. Su alma. No había visto nunca su cara o su cuerpo. Ni siquiera su mente. Le había concedido la cortesía de no invadir sus pensamientos, pero si ella persistía en intentar matarle, no tendría otra elección.
- Eres un monstruo sin igual. He visto a los de tu especie, y no me dejaré engañar por la cara que has elegido vestir. Es una ilusión como todo lo demás en ti. - Mantuvo los ojos firmemente apretados. No podía soportar perderse de nuevo en esa negra mirada. No podía soportar alzar la mirada hacia la cara que había amado durante tanto tiempo. - Si vas a matarme, hazlo ya, acabemos con esto. - Había resignación en su voz.
- ¿Por qué crees que querría hacerte daño? - Movió los dedos gentilmente alrededor de su mano. - Suelta el cuchillo, piccola. No puedo dejar que te hagas daño de ningún modo. No puedes luchar conmigo; no hay forma de hacerlo. Lo que hay entre nosotros es inevitable. Suelta el arma, cálmate, y arreglemos esto.
Lentamente Sara permitió que sus dedos se abrieran. De todas formas no quería el cuchillo. En realidad sabía que nunca lo podría hundir en su corazón. Su mente tal vez podría haber estado dispuesta pero su corazón nunca permitiría tal atrocidad. Esta falta de voluntad no tenía sentido. Se había preparado tan cuidadosamente para este mismo momento, pero el monstruo llevaba la cara de su ángel oscuro. ¿Cómo podría haberse preparado nunca para un acontecimiento tan improbable?
- ¿Cómo te llamas? - Falcon apartó el cuchillo de los dedos temblorosos, rompiendo la hoja fácilmente con la presión de su pulgar, y tirándolo al otro lado de la habitación. La palma de su mano se deslizó sobre la mano de ella con un roce gentil para aliviar la tensión.
- Sara. Sara Marten. - Se endureció a sí misma para mirar su hermosa cara. La cara de un hombre perfectamente esculpida por el tiempo, el honor y la integridad. Una máscara insuperable en belleza artística.
- Yo me llamo Falcon.
Los ojos de Sara se abrieron de par en par ante su revelación. Reconoció su nombre. Soy Falcon y nunca te conoceré, pero he dejado este regalo atrás para ti, un regalo de corazón. Sacudió la cabeza de nuevo con agitación.
- Eso no puedo ser. - Sus ojos buscaron en la cara de él, las lágrimas brillaban de nuevo en ellos. - Eso no puede ser. - Repitió. - ¿Estoy perdiendo la cabeza? - Era posible, quizás incluso inevitable. No había considerado tal posibilidad.
Las manos de él le enmarcaron la cara.
- Crees que soy el no-muerto. El vampiro. Has visto a tal criatura. - Hizo una declaración, un hecho cierto. Por supuesto. Ella nunca le habría atacado de otro modo. Sintió el súbito vuelco de su corazón, el miedo elevándose a la altura de terror. En todos sus siglos de existencia, nunca había conocido semejante emoción antes. Ella había estado sola, desprotegida, y se había encontrado con la más malvada de todas las criaturas, nosferatu.
Ella asintió lentamente, estudiándole con cuidado.
- He escapado de él muchas veces. Casi conseguí matarle una vez.
Sara sintió que el grandioso cuerpo de él temblaba antes sus palabras.
- ¿Intentaste algo semejante? El vampiro es la más peligrosa de las criaturas sobre la faz de la tierra. - Hubo una reprimenda en su voz. - Quizás deberías contarme toda la historia.
Sara parpadeó.
- Quiero levantarme. - Se sentía muy vulnerable tendida en el cuelo sujeta bajo él, en una gran desventaja teniendo que levantar la mirada hacia su amada cara.
Él suspiró suavemente.
- Sara.
Sólo la forma en que pronunciaba su nombre hacía que se le encogieran los dedos de los pies. Respiraba las sílabas. Las susurraba entre la exasperada indulgencia y un ronroneo de advertencia. Hacía que sonara sedoso, fragante y sexy. Todo lo que ella no era.
- No quiero tener que contenerte de nuevo. Te asusta, y no quiero seguir viendo semejante temor en tus hermosos ojos cuando me miras. - Quería ver esa mirada tierna y amorosa, esa indefensa admiración desbordando sus ojos brillantes como cuando había reconocido por primera vez su cara.
- Por favor, quiero saber qué está pasando. No voy a hacer nada. - Sara deseó no haber sonado tan suplicante. Estaba tendida en el suelo de su casa con un perfecto desconocido sujetándola, un desconocido al que había visto beber la sangre de un ser humano. Un humano despreciable, pero aún así... bebiendo sangre. Había visto la prueba con sus propios ojos. ¿Cómo podía él explicar eso?
Falcon se puso en pie, su cuerpo poesía en movimiento. Sara tuvo que admirar la simple y fácil forma en que se movía, un ondeo casual de músculos. Una vez más estaba en pie, su cuerpo a la sombra del de él, cerca, tanto que podía sentir el calor de ese cuerpo. El aire vibraba con su poder. Los dedos estaban vagamente enredados, como un brazalete, alrededor de su muñeca, sin darle oportunidad de escapar.
Sara se movió delicadamente alejándose de él, necesitaba un poco de espacio para sí misma. Para pensar. Para respirar. Ser Sara y no una parte de un Sueño Oscuro. Su Sueño Oscuro.
- Cuéntame como conociste al vampiro. - Falcon pronunció las palabras tranquilamente, pero la amenaza en ocultaba su voz envió en estremecimiento por la espina dorsal de ella.
Sara no quería enfrentar esos recuerdos.
- No sé si puedo contártelo. - Lo decía sinceramente e inclinó la cabeza para mirarle a los ojos.
Al momento su mirada atrapó la de ella, y sintió de nuevo esa curiosa sensación de caida. Confort. Seguridad. Protección contra todos los aullantes fantasmas de su pasado.
Los dedos de él se apretaron alrededor de su muñeca, gentilmente, casi una caricia, su pulgar se deslizó tiernamente sobre la piel sensible. Tiró de ella con la misma gentileza que con frecuencia parecía acompañar sus movimientos. Se movía lentamente, casi como si temiera asustarla. Como si fuera consciente de su reluctancia, y de lo que le estaba pidiendo.
- No quiero entrometerme, pero si te resulta más fácil, puedo leer los recuerdos de tu mente sin que tengas que ponerlos en palabras.
Sólo se oía el sonido de la lluvia sobre el techo. Las lágrimas en su mente. Los gritos de su madre, su padre y su hermano resonando en sus oídos. Sara rígida, en estado de shock, con la cara blanca e inmóvil. Sus ojos eran más enormes que nunca, dos brillantes joyas violeta, enormes y asustados. Tragó dos veces y resueltamente arrancó su mirada de los ojos de él dirigiéndola a su amplio pecho.
- Mis padres eran profesores de universidad. En verano, simple iban a algún lugar exótico de nombre fantasioso, una excavación arqueológica. Yo tenía quince años; sonaba muy romántico. - Su voz era baja, completamente monótona. - Supliqué ir y nos llevaron a mí y a mi hermano Robert. - Culpa. Pena. La inundó.
Se quedó en silencio largo rato, tan largo que Falcon pensó que podía no ser capaz de continuar. Sara no apartaba la mirada de su pecho. Recitó las palabras como si las hubiera memorizado de un libro de texto, la clásica historia de horror.
- Me encantó, por supuesto. Era todo lo que yo había esperado y más. Mi hermano y yo podíamos explorar a nuestro antojo e ir a cualquier parte. Incluso a los túneles que nuestros padres nos habían prohibido. Estábamos decididos a encontrar nuestro tesoro. - Robert había soñado con cálices de oro. Pero alguna otra cosa había llamado a Sara. La llamaba y convocaba, aplastando su corazón hasta que llegó a obsesionarse.
Falcon sintió el pequeño temblor que la recorrió e instintivamente la arrastró más cerca, para que el calor de su cuerpo rezumara en el frío de ella. Su mano fue hasta la nuca, sus dedos aliviaban la tensión de los músculos.
- No tienes que continuar, Sara. Esto es demasiado inquietante para ti.
Ella sacudió la cabeza.
- Encontré la caja, ya sabes. Sabía que estaba allí. Una hermosa caja tallada a mano envuelta en pieles cuidadosamente curtidas. Dentro había un diario. - Levantó la cara entonces, para fijar sus ojos en él. Para juzgar su reacción.
Los ojos negros vagaron posesivamente sobre la cara de ella. Devorándola. Compañera. La palabra se arremolinó en el aire entre ellos. De su mente a la de ella. Estaba grabada a fuego en la mente de ambos por toda la eternidad.
- Era tuyo, ¿verdad? - Fue una suave acusación. Continuó mirándole fijamente hasta que el color subió por su cuello y coloreó sus mejillas. - Pero no puede ser. Esa caja, ese diario, tiene al menos mil quinientos años. Más aún. Fue comprobado y autentificado. Si era tuyo, si tú escribiste el diario, tendrías que tener... - Se detuvo, sacudiendo la cabeza. - No puede ser. - Se frotó las sienes latentes. - No puede ser. - Murmuró de nuevo.
- Escucha mi corazón, Sara. Escucha la respiración entrando y saliendo de mis pulmones. Tu cuerpo reconoce el mío. Eres mi auténtica compañera.
Para mi amada compañera, mi corazón y mi alma. Este es mi regalo para ti. Sara cerró los ojos durante un momento. ¿Cuántas veces había leídos esas palabras?
No se desmayaría. Aguantó tambaleándose ante él, sus dedos, un brazalete alrededor de la muñeca, manteniéndolos juntos.
- Me estás diciendo que tú escribiste el diario.
Tiró de ella más cerca incluso hasta que su cuerpo descansó contra el de él. No pareció notar que la estaba abrazando.
- Cuéntame sobre el vampiro.
Ella sacudió la cabeza, aunque obedeció.
- Llegó una noche después de que encontrara la caja. Yo estaba traduciendo el diario, más y más cartas, y le sentí allí. No podía verle, pero allí estaba, una presencia. Completamente malvada. Pensé que era la maldición. Los trabajadores habían estado murmurando sobre maldiciones y cuantos hombres habían muerto redescubriendo lo que era mejor dejar en paz. Habían encontrado a un hombre muerto en el túnel la noche antes, desangrado. Oí a los trabajadores contando a mi padre que eso mismo había estado ocurriendo durante años. Cuando se llevaban cosas de la excavación, ocurría. En la noche. Y esa noche, yo sabía que estaba allí. Entré corriendo en la habitación de mi padre, pero estaba vacía, así que fui a los túneles a buscarle, a advertirle. Entonces lo vi. Estaba matando a otro trabajador. Levantó la mirada y me vio.
Sara contuvo un sollozo y presionó la punta de los dedos con más fuerza sobre sus sienes.
- Le sentí en mi cabeza, diciéndome que fuera con él. Su voz era terrible, grave, y supe que me haría daño. No sabía por qué, pero sabía que así sería. Huí. Tuve suerte; los hombres empezaron a entrar a raudales en los túneles, y escapé en medio de la confusión. Mi padre nos llevó a la ciudad. Nos quedamos allí dos días hasta que nos encontró. Llegó de noche. Yo estaba en el armario de la ropa, todavía intentando traducir el diario con una linterna. Le sentí. Le sentí y sabía que había venido a por mí. Me escondí. En vez de advertir a mi padre, me escondí allí entre una pila de mantas. Después oí a mis padres y mi hermano gritando, y me escondí con las manos apretadas sobre los oídos. Estaba susurrándome que fuera con él. Pensé que si iba con él podía ser que no les matara. Pero no podía moverme. No pude moverme, ni siquiera cuando la sangre corrió por debajo de la puerta. Era negra como la noche, no roja.
Los brazos de Falcon la apretaron, abrazándola con fuerza. Podía sentir la pena irradiando de ella, una culpa demasiado terrible como para soportarla. Las lágrimas encerradas para siempre en su corazón y su mente. Una niña testigo de la muerte brutal de su familia a manos de un monstruo insuperable en maldad. Rozó con los labios una sencilla caricia sobre su espesa mata de pelo.
- Yo no soy un vampiro, Sara. Soy un cazador, un destructor del no-muerto. He pasado varias vidas lejos de mi tierra natal y mi gente, buscando precisamente a tales criaturas. No soy el vampiro que destruyó a tu familia.
- ¿Cómo saber qué eres o no eres tú? Te vi tomar la sangre de ese hombre. - Se alejó de él con un movimiento rápido y ofendido, totalmente femenino.
- No le maté. - Respondió el simplemente. - El vampiro mata a su presa. Yo no.
Sara se pasó una mano temblorosa por sus cortos mechones de pelo sedoso. Se sentía completamente consternada. Paseó intranquila por la habitación hacia su pequeña cocina y se sirvió otra taza de té. Falcon llenaba la casa con su presencia. Era difícil mantenerse  lejos de él. Le observó moverse por su casa, tocando sus cosas con dedos reverentes. Se deslizaba silenciosamente, casi como si flotara a centímetros del suelo. Supo en qué momento lo descubrió. Se dirigió pausadamente hacia su dormitorio y apoyó la cadera contra el umbral de la puerta, simplemente observándole mientras sorbía el té. Caldeaba sus entrañas y la ayudaba a dejar de temblar.
- ¿Te gusta? - Hubo una súbita timidez en su voz.
Falcon miraba fijamente hacia la mesilla situada junto a la cama donde un hermoso busto esculpido de su propia cara le devolvía la mirada. Cada detalle. Cada línea. Sus ojos oscuros y fantasmales, la larga caída de su pelo. Su fuerte mandíbula y nariz patricia. Era más que el hecho de que ella hubiera captado cada pequeño detalle perfectamente, era cómo le veía. Noble. Elegante. A través de los ojos de amor.
- ¿Tú hiciste esto? - A penas pudo conseguir que las palabras pasaran el nudo estrangulador que bloqueaba su garganta. Mi Ángel Oscuro, compañero de Sara. La inscripción estaba escrita con una caligrafía fina, cada letra una obra de arte, una caricia de amor, igual de hermosa que el busto.
- Si. - Ella continuó observándole atentamente, complacida con su reacción. - Lo hice de memoria. Cuando toco cosas, cosas antiguas en particular, algunas veces puedo conectar con hechos o detalles del pasado que se derivan del objeto. Suena raro. - Se encogió de hombros. - No puedo explicar como ocurre, sólo sucede. Cuando toqué el diario, supe lo que significaba para mí. No para nadie más, ni para ninguna otra mujer. Estaba escrito para mí. Cuando traduje las palabras de un lenguaje antiguo, pude ver una cara. Había un escritorio, uno pequeño de madera, y un hombre allí sentado escribiendo. Se volvió y me miró con tal soledad en sus ojos, sabía que tenía que encontrarle. Su dolor a penas podía soportarse, ese terrible vacío negro. Veo esa misma soledad en tus ojos. Fue tu cara la que vi. Tus ojos. Entiendo la soledad.
- Entonces sabes que eres mi otra mitad. - Las palabras fueron pronunciadas en voz baja, un ronco intento por parte de Falcon de mantener las emociones poco familiares bajo control. Sus ojos encontraron los de ella a través de la habitación. Una de sus manos descansó en lo alto del busto, sus dedos encontraron el surco exacto de la onda de pelo que ella había acariciado mil veces.
Una vez más, Sara tuvo la curiosa sensación de caer en las profundidades de sus ojos. Había tanta intimidad en la forma en que él tocaba sus cosas. Habían pasado casi quince años desde que había estado realmente cerca de otra persona. La perseguían, y nunca lo olvidaba ni por un momento. Todo el que estuviera cerca de ella estaría en peligro. Vivía sola, cambiaba de dirección con frecuencia, viajaba frecuentemente, y continuamente cambiaba sus patrones de comportamiento. Pero el monstruo la seguía. Dos veces, cuando leyó sobre un asesino en serie suelto en una ciudad en la que ella estaba, había cazado activamente a la bestia, decidida a deshacerse de su enemigo, pero nunca se las había arreglado para encontrar su guarida.
No podía hablar a nadie de su encuentro; nadie la creería. Todo el mundo creía que un loco había asesinado a su familia. Y los trabajadores locales estaban convencidos de que había sido la maldición. Sara había heredado los bienes de sus padres, una fortuna considerable, así que era lo suficientemente rica como para viajar mucho, siempre manteniéndose un paso por delante de su perseguidor.
- Sara. - Falcon pronunció su nombre suavemente, trayéndola de vuelta a él.
La lluvia martilleaba ahora sobre el techo. El viento golpeaba las ventanas, silbando ruidosamente como advirtiendo de algo. Sara se llevó la taza de té a los labios y bebió, sus ojos inmóviles sobre él. Con cuidado colocó la taza en el platillo y se sentó sobre una mesa.
- ¿Cómo puedes haber vivido tanto tiempo?
Falcon notó que ella se mantenía a un cierta distancia, notó su piel pálida y boca temblorosa. Tenía una hermosa boca, pero estaba a punto de desmoronarse y él no se atrevía a pensar en su boca, o en las lujuriosas curvas de su cuerpo. Ella le necesitaba desesperadamente, y estaba decidido a hacer a un lado a la rugiente bestia y darle solaz y paz. Protección.
- Nuestra especie ha existido desde el principio de los tiempos, aunque estamos cerca de la extinción. Tenemos grandes dones. Somos capaces de controlar tormentas, cambiar de forma, volar como lechuzas aladas y correr con nuestros hermanos, los lobos. Nuestra longevidad es a la vez don y maldición. No es fácil observar el paso de los mortales, de las épocas. Es algo terrible vivir sin esperanza, en un negro vacío interminable.
Sara oyó las palabras e hizo todo lo que pudo por comprender lo que estaba diciendo. Volar como grandes lechuzas aladas. Le encantaría volar alto sobre la tierra y verse libre del peso de su culpa. Se frotó las sienes de nuevo, frunciendo el ceño con concentración.
- ¿Por qué tomas sangre si no eres un vampiro?
- Tienes dolor de cabeza. - Lo dijo como si esa fuera su preocupación más importante. - Permíteme ayudarte.
Sara parpadeó y él ya estaba de pie cerca de ella, el calor de ese cuerpo inmediatamente rezumando sobre su piel fría. Podía sentir el arco de electricidad saltando de su cuerpo al de ella. La química entre ellos era tan fuerte que la aterrorizaba. Pensó en apartarse, pero él ya extendía la mano hacia ella. Esa mano le enmarcó la cara, sus dedos acariciantes, gentiles. El corazón le dio un vuelco, un curioso sobresalto que la dejó sin aliento. Las puntas de los dedos se movieron hacia sus sienes.
Su toque era consolador, aunque envió en remolino de calor bajo y malicioso, haciendo que revolotearan alas de mariposa en el fondo de su estómago. Sintió su quietud, su respiración moviéndose a través de su cuerpo, a través del cuerpo de ella. Esperó en una agonía de suspense, esperó hasta que las manos se movieron sobre su cara, el pulgar acariciando el labio superior lleno. Entonces le sintió, la presencia de él en su mente, compartiendo su cerebro, sus pensamientos, el horror de sus recuerdos, su culpa... Sara dejó escapar un lamento de protesta, apartándose de un tirón, no deseaba que él viera las manchas que dañaban para siempre su alma.
- Sara, no. - Él lo dijo suavemente, sus manos se negaron a soltarla. - Yo soy la oscuridad y tú la luz. No hiciste nada malo. No podías haber salvado a tu familia, él los habría matado delante de ti.
- Debería haber muerto con ellos en vez de esconderme cobardemente en un armario. - Escupió su confesión, la verdad de su terrible pecado.
- No te habría matado. - Pronunció las palabras muy suavemente, su voz tan baja que se movió sobre la piel de ella como una aterciopelada caricia. - Quédate quieta sólo un momento y deja que me ocupe de tu dolor de cabeza.
Se quedó muy quieta, sentía curiosidad por ver lo que ocurriría, temiendo por su cordura. Le había visto beber sangre, sus colmillos en el cuello del hombre, las llamas del infierno ardiendo en las profundidades de sus ojos, aunque cuando él la tocó, sintió que le pertenecía. Quería pertenecerle. Cada célula de su cuerpo clamaba por él. Le necesitaba. Amado Ángel Oscuro. ¿Era el ángel de la muerte que venía a reclamarla? Estaba preparada para ir con él, iría, pero quería completar sus planes. Dejar algo bueno atrás, algo decente y correcto.
Oyó las palabras, un cántico en una lengua ancestral lejano en su mente. Hermosas y rítmicas palabras tan viejas como el tiempo. Palabras de poder y paz. Llegaba dentro de su cabeza, no desde fuera. La voz de él era suave y mística como las primeras horas de la mañana, y de algún modo el canto sanador hizo que su dolor de cabeza se desvaneciera como una nube pasajera.
Sara extendió la mano para tocarle la cara, su amada cara, tan familiar.
- Tengo tanto miedo de que no seas real. - Confesó. Falcon. Compañero de Sara.
El corazón de Falcon dio un vuelco, derritiéndose completamente. La empujó más cerca de su cuerpo, gentilmente para que no se asustara. Temblaba por su necesidad de ella, mientras enmarcaba su cara con las manos, manteniéndola inmóvil mientras lentamente inclinaba su oscura cabeza hacia la de ella. Estaba perdida en las insondables profundidades de sus ojos. El ardiente deseo. La intensa necesidad. La dolorosa soledad.
Sara cerró los ojos justo antes de que su boca tomara posesión de la de ella. Y la tierra se movió bajo sus pies. Su corazón perdió el paso debido al miedo. Estaba perdida por toda la eternidad en ese oscuro abrazo.



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Aclaracion-Disclaimer

La Saga Serie Oscura, es propiedad de la talentosa Christine Feehan.
Este espacio esta creado con el único fin de hacer llegar los primeros capítulos de estas magnificas obras a todos ustedes que visitan el blog. Lamentablemente, en latinoamericano muchos de estos maravillosos ejemplares, no estan al alcance de todos.
Si tienes la posibilidad de conseguir estas historias en tu pais, apoya el trabajo de Christine y compra sus libros. Es la unica manera de que se continue con la publicacion de los mismos.
Gracias por su visita
Mary