Un Ritual lleno de Pasion y Amor

"Te reclamo como mi compañera. Te pertenezco. Te ofrezco mi vida. Te doy mi protección, mi fidelidad, mi corazón, mi alma y mi cuerpo. Tu vida, tu felicidad y tu bienestar serán lo más preciado y estarán por encima de todo siempre. Eres mi compañera, unida a mí para toda la eternidad y siempre bajo mi cuidado”



domingo, 15 de mayo de 2011

HAMBRE OSCURA/CAPITULO 1


CAPITULO 1

- TENÍAS que elegir la noche más húmeda del año. - Susurró Juliette Sangria a su hermana. Se limpió el sudor de la frente y se agachó más bajo, entre los arbustos, para evitar ser vista.
Un foco barrió la zona de espesa vegetación donde las dos chicas estaban escondidas, pero no pudo penetrar los exuberantes arbustos y multitud de enredaderas y lianas que colgaban de los árboles. Jazmine esperó a que la luz pasara antes de agacharse.
- Los vi traer tres animales esta noche. Tenemos que sacarlos antes de que les hagan daño o lleven a cabo experimentos con ellos. Sabes que es de eso de lo que va este lugar.
Juliette maldijo por lo bajo y se echó hacia atrás fundiéndose con las sombras mientras el foco se deslizaba sobre ellas en una larga pasado. Estaba segura de que la luz era más que nada para los supersticiosos guardias, siempre temerosa de lo que acechaba en la jungla.
Ella sabía por experiencia que la jungla nunca dormía y siempre intentaba recuperar lo que el hombre le había quitado.
El edificio era de cemente armado y mortero, medianamente nuevo, pero ya cubierto de musgo y fango, un oscuro y mohoso verde como la selva que retrocedía a rastras. Enredaderas trepadoras escalaban las paredes y serpenteaba hasta lo alto del edificio como si buscaran una forma de entrar. No había ventanas, y Juliette podía imaginar lo caluroso que era el interior para los animales, incluso con las gruesas paredes. La humedad era siempre alta aquí, y el centro de investigación había sido construido en la más improbable de los lugares. Sabía que estaba construido en esta remota localización para ocultar el hecho de que estos animales, en la lista de especies en peligro, estaban siendo utilizados para una investigación ilegal.
-Jazz, solo tendremos seis minutos para sacar a tantos animales como sea posible. Algunos de ellos estarán muy agitados. Si alguno está más allá de nuestra ayuda, tendremos que dejarlo. ¿Entendido? - Conocía la afinidad de su hermana con los animales salvajes. - Esta gente no se anda con juegos. No se lo pensarán antes de matarnos, Jazz. Prométeme que no importa que pase, saldrás en seis minutos y te dirigirás a casa y permanecerás allí. Yo me quedaré atrás y me aseguraré de que no vuelven a capturar a los animales.
- Tenderás una pista falsa en la jungla para mantenerlos lejos de mí. - Dijo Jazmine.
- Eso también. Ambas sabemos que puedo perderlos. Si o no, Jazz, ¿me das tu palabras? No entraremos de otro modo. - Juliette se llevaría a su hermana pequeña a casa y volvería otra noche si no se lo prometía. Detestaba que estos hombres pudieran venir a su jungla y capturar, torturar animales y librarse, pero no iba a perder a su hermana por ello.
- Seis minutos. - Confirmó Jasmine y fijó la alarma en su reloj.
- Entonces hagámoslo. Yo me ocuparé del guardia de la entrada principal y tú corta el sistema de seguridad.
Jasmine frunció el ceño mientras asentía su aceptación al plan. Juliette siempre lo hacía sonar tan fácil. Distraer y ocuparse de los guardias era siempre peligroso. Se movió a una posición mejor, cubriendo a su hermana y manteniéndose cerca de la caja principal donde se almacenaban los cables. Poca gente prestaba atención a esa pequeña caja, pero Juliette y Jasmine sabían que contenía la central de las alarmas principales. De noche, solo los guardias estaban de servicio y siempre estaban nerviosos y eran altamente supersticiosos. Parecían temer tanto, a lo que había en el oscuro interior de la jungla, que a lo que estaba dentro del edificio que custodiaban.
Juliette se desabotonó la blusa hasta justo bajo los pechos para que el fino material se abriera, revelando la generosa plenitud de la suave e invitadora piel. Sacó una gruesa banana de su mochila y se deslizó alrededor del edificio, pelando lentamente la fruta mientras avanzaba.
Cuando emergió de la espesa vegetación, se detuvo deliberadamente en la plateada luz de luna, llevándose la banana a la boca y recorriendo su punta con la lengua. La luz brilló a través de la delgada tela de su blusa, acariciando los pechos redondeados haciendo que los oscuros pezones empujaran invitadoramente contra la tela.
La atención del guardia quedó inmediatamente fija en sus pechos. Se lamió los labios y lo miró fijamente. Juliette le sonrió alrededor de la banana.
- No tenía ni idea de que este edificio estuviera aquí. Acampe con una pequeña pandilla de amigos justo arroyo abajo. – Utilizó tentativamente el español como si no conociera el dialecto local. Juliette se giró ligeramente, proporcionándola una visión más intrigante de su cuerpo y señaló hacia atrás a la oscura vegetación. Se volvió otra vez hacia él, permitiendo que su mirada le recorriera arriba y abajo, demorándose solo un momento sobre el repentino bulto de sus pantalones. - Oh, dios, ciertamente no esperaba un hombre tan grande y fuerte como tú.
Él no pudo hablar, mirando fijamente hacia su boca mientras ella chupaba la fruta, los labios deslizándose arriba y abajo sugerentemente.
Juliette se sacó la banana de la boca, ganando puntos para la causa, sus caderas se balancearon, su sonrisa era coqueta.
- ¿Tienes hambre? Compartiré. - Ofreció la banana y pareció notar que su blusa estaba abierta de par en par por primera vez. - Oh, lo siento, se esta tan acalorada en la jungla, apenas puedo mantener la ropa puesta. ¿No te molesta el calor? A mí me hace sentir... taaaan caliente. - Una mano fue a la blusa como para cerrarla, pero sus dedos vagaron sobre la henchida redondez de su pecho.
El guardia tragó con fuerza, mirándola fijamente. Ella sostenía la banana en su boca.
- ¿Todos los hombres de la jungla son tan guapos como tú?
Él tomó un mordisco de la fruta ofrecida, no pudo contenerse. Estaba sonriéndole, todavía mirando sus pechos cuando ella utilizó una aguja hipodérmica en él, tranquilizándole. Era pesado, pero Juliette era fuerte, y le arrastró a la cobertura de los arbustos, enviando una pequeña plegaria para que ningún depredador le encontrara indefenso, apoyándolo contra el ancho tronco de un árbol. Apenas había preparado la escena mientras Jasmine penetraba el sistema de alarma. De su mochila, Juliette derramó una pequeña cantidad de licor sobre las ropas del guardia, colocando el frasco en su mano y sacó las balas de su arma, arrojándolas a la densa maleza.
Juliette y Jasmine permanecieron entre las sombras, evitando el camino abierto, donde una cámara podría cazarlas mientras se apresuraban a través del enorme edificio. Las primeras pocas habitaciones parecían ser oficinas vacías, pero justo tras ellas, podía oir los inquietos sonidos de animales intranquilos. Los laboratorios eran bastante grandes, cada uno contenía varias jaulas. Se separaron, mirando rápidamente sus relojes y soplando un beso de buena suerte mientras tomaban caminos separados en el enorme edificio con la esperanza de liberar a tantos animales como fuera posible.
Ambas tenían la habilidad de calmar y controlar incluso a los más grandes de los felinos. Era más difícil cuando los animales habían sido molestados, se había abusado de ellos o se los había torturado, pero ambas mujeres estaban seguras de sus talentos y se movieron con rapidez y eficiencia, su trabajo en equipo era bien practicado.
Juliette mantuvo un ojo en el tiempo mientras abría jaulas y dirigía a los animales. El último laboratorio contenía a los animales más grandes. Un oso polar, un jaguar, y un perezoso. Maldijo por lo bajo cuando vio que el perezoso estaba más allá de toda ayuda. El oso polar tenía varias heridas de haber sido atizado por alguien con un instrumento afilado, pero el jaguar estaba todavía en buena forma, uno de los animales más recientes que había adquirido el laboratorio. Habló suavemente, calmando al animal que se paseaba, gruñendo en voz baja. A pesar de ello, él saltó contra las paredes de la jaula con agitación. Le llevó un poco más arreglárselas con la cerradura y dirigirle fuera de la habitación hacia la entrada, utilizando su vínculo telepático para guiar al animal. Había dado tres pasos tras el felino cuando sintió una tremenda atracción hacia su izquierda. Para su desilusión había otra puerta.
La puerta era pesada, una gruesa bóveda insonorizada con varios barrotes y cerraduras. Juliette miró su reloj por segunda vez. Debería salir corriendo de allí, pero algo ajeno a sí misma exigía que investigara. Rezando para que Jasmine mantuviera su promesa de partir y dirigirse a casa inmediatamente, Juliette se puso a trabajar en la puerta.

RIORDAN yacía sobre el suelo de cemento en un charco de sangre, observando desapasionadamente como esta rezumaba hacia el desagüe. Su sangre parecía un delgado y pálido rastro de líquido gris acumulándose en un charco amplio. Resultaba impensable que hubiera sido atrapado así, que uno de su raza pudiera ser avergonzado y muriera a manos de sus enemigos. Era un inmortal, un hombre de los Cárpatos, no un principiante, sino un hombre de honor y habilidad. Yacía en un montón lastimoso, incapaz de reunir la fuerza necesaria para moverse. Incapaz de convocar ayuda de los suyos.
Sus hermanos estarían buscándole ahora, preguntándose por qué su mente estaba cerrada a ellos. No se atrevía a atraer a otro, a la trampa a la que él había sido atraído. No sería el cebo para atrapar a más de los suyos. El enemigo había encontrado una forma de envenenar la sangre de su gente, de inmovilizarlos lo suficiente como para drenar su sangre y mantenerlos débiles. Había pensado que tenía l habilidad suficiente como para sacar el veneno de su cuerpo. En el pasado lo había hecho en numerosas ocasiones, pero el nuevo veneno le mantenía indefenso, débil y paralizado contra la continua tortura.
No había forma de transmitir noticias a su príncipe, no había forma de advertir sobre esta nueva y más letal droga que sus enemigos habían ideado. Riordan luchó por colocarse en posición sentada hasta que yació, apoyado contra la pared a la que estaba encadenado, examinando los componentes químicos que recorrían su sistema. Utilizaban alguna clase de carga eléctrica para estimular las células deterioradas de su sangre. Permitió que su aliento escapara en un largo y lento siseo de mortal promesa. De mortal desesperación.
No moriría fácilmente... su cuerpo continuaría regenerándose... pero sin la sangre necesaria, sin la tierra sanadora, ocurriría lenta y dolorosamente. Era la última muerte que nunca hubiera imaginado para sí mismo.
La droga se arrastraba a través de su cuerpo, un monstruo químico casi tan letal como el oscuro demonio que acechaba profundamente dentro de él. Antes de morir, tenía intención de transmitir tanta información sobre el compuesto venenoso como pudiera a sus hermanos.
Emitiría una advertencia, pero no lo haría hasta que su muerte fuera inminente. No traicionaría a su familia. No sería utilizado como cebo para atraer a los otros. Su príncipe necesitaba saber que un maestro vampiro estaba utilizando a los humanos, jugando a ser titiritero.
Riordan tenía que encontrar una forma de escapar, no había otra opción. No podía permitir que su vida terminara hasta que llevara la información vital de esta traición a su gente. No podía permitir que el dolor y la desesperación, sus siempre presentes compañeros, debilitaran su resolución.
Riordan cerró los ojos y se acurrucó profundamente en su mente. Casi al momento oyó el suave clic de la cerradura de la pesada puerta de metal. Temiendo su inmenso poder, sus captores nunca venían a él por la noche. Hizo un escaneo superficial de la mente del humano que entraba en el laboratorio, su prisión, pero para su sorpresa, no pudo leer los pensamientos. Tuvo la impresión de una mujer humana.
Se sentó muy quieto, su mente trabajando a furiosa velocidad. ¿Sus captores se las habían arreglado para encontrar una forma de escudar sus pensamientos? Estaba protegido la mayor parte del tiempo por su propia debilidad. Durante las horas diurnas estaba indefenso y vulnerable, pero por la noche había sido lo suficientemente listo como para mantenerse lejos. Aunque habían drenado su sangre y su fuerza, era mentalmente lo suficientemente fuerte, para dar órdenes a uno de ellos que se aventurara a acercarse por la noche. Esta era su oportunidad de escapar o buscar una forma de terminar con su vida antes de que pudieran utilizarle contra su propia especie.
Estudió la mente de la única persona que entraba en su prisión. Era una joven. Mantuvo sus ojos cerrados, conservando su fuerza, esperando el momento que sabía llegaría. Se extendería más allá de las extrañas barreras de la mente de ella, desgarrando cada extraño compartimento hasta tener el control total. Obligaría a la humana a hacer su voluntad. Escapar o morir, cualquiera de las opciones significaría ganar esta batalla. Podía olerla ahora, una fragancia fresca y limpia sugiriendo aire libre, el bosque pluvial después de un aguacero depurador. Un indicio de flores exóticas, y algo más... algo salvaje. Algo no del todo humano. Riordan sintió que sus músculos se tensaban ante el olor poco familiar, una extraña agilización, un calor extendiéndose a través de su cuerpo, pero se mantuvo a sí mismo bajo control.
Nada podía impedir su ataque. Era el primer error que alguno de ellos había cometido, y lo utilizaría, lo aprovecharía. El demonio en él estaba luchando por liberarse, escuchando el firme latido, el flujo y reflujo de la sangre en las venas de ella. El hambre le mordió interminablemente, descuidadamente, brutalmente. Esperó, inmóvil, escuchando el suave paso. Solo se oía un susurro, pero olía su excitación, el filo de miedo y adrenalina. Se estaba acercando.
Al mismo tiempo, el paso suave cesó, la respiración explotó fuera de ella en un suave silbido de sorpresa.
- ¡Oh, no! - Hubo un movimiento súbito hacia él, el roce de ropas. Riordan oyó claramente el sorprendido horror de su voz. Ella no había esperado encontrarle.

Juliette no podía creer la terrible visión, el hombre estaba pálido más allá de la imaginación, su sangre drenada sobre el suelo. Las pesadas cadenas que le envolvían el pecho parecían arder en su carne misma. Sus manos estaban maniatadas, y la sangre rezumaba de multitud de heridas. No podía creer que pudiera sufrir tanto y vivir todavía. Se arrodilló junto a él y buscó su pulso.

Riordan abrió los ojos y miró fijamente su cara mientras ella se acuclillaba junto a él, sin prestar atención a la sangre que empapó sus ropas cuando se inclinó acercándose. Los dedos se posaron gentilmente contra su cuello. Los grandes ojos extrañamente turquesa llenos de compasión.
- ¿Quién te ha hecho esto? - Incluso mientras susurraba la pregunta, estaba sacando un pequeño instrumento de un cinturón de herramientas que llevaba alrededor de la cintura para trabajar en la cerradura de las pesadas esposas. Evitó cuidadosamente mirar hacia las cámaras que sabían estaban fijas sobre él.
- No tenemos demasiado tiempo. ¿Puedes caminar? Enviarán personal de seguridad tras nosotros y tendremos que correr. - Era un hombre grande y Juliette no creía que tuviera posibilidad de cargarle como un bombero. Aun así lo intentaría. Había venido a este lugar pensando que era un laboratorio de investigación para felinos de la jungla. Nunca había esperado encontrar un hombre medio muerto, obviamente torturado, prisionero entre sus muros. Nunca había visto tanta sangre, una cara tan devastada, semejantes ojos intensos. La cadena cayó de su mano izquierda, y se extendió alrededor de él para trabajar en la segunda.
El pelo le caía sobre la cara en una sedosa cascada de mechones negro azulados. Débilmente sorprendido de poder ver colores individuales,
Riordan solo pudo mirar su pelo. Por un momento no pudo pensar, no pudo ni siquiera respirar, atraer aire a sus pulmones. Era imposible, aunque la mano que alzó hacia la cascada de pelo negro estaba empapada de sangre. Rojo, de de un gris enlodado. Sus dedos rozaron el pelo echándolo hacia atrás sobre su hombro con exquisita gentileza, un instinto proliferó en sus huesos, exponiendo la línea de su cuello para él. Ella no pareció notarlo, trabajando como estaba meticulosamente en la cerradura de las pesadas cadenas de acero. Su piel era suave e invitadora. Como satén. Inclinó la cabeza hacia adelante, lentamente, firmemente, los colmillos alargándose, el demonio rugiendo, su cuerpo tensándose. Su aliento fue cálido contra la piel de ella. Sus dientes casi tocaban el pulso, ese punto vulnerable llamándole seductoramente.
La blusa de ella se abrió de par en par, revelando exquisitos pechos, exuberantes, llenos, lo suficientemente suaves como para servir de almohada a su cabeza. Deseó deslizar la mano dentro de la camisa y sostener la carne cálida mientras se inclinaba hacia su cuello.
Ella produjo un sonido, frunciendo el ceño, todavía absorta en su trabajo. Riordan inhaló, tomando la fragancia de ella profundamente en su cuerpo. No tenía que controlar la mente de ella, y estaba demasiado débil como para malgastar lo que quedaba de su fuerza trabajando en el intrincado acertijo. En el momento en que el pesado acero cayó de su muñeca, batió hacia arriba los brazos, sujetando su cuerpo contra el de él mientras hundía profundamente los dientes en su cuello.

Un dolor ardiente azotó a través del cuerpo de Juliette, danzando como un látigo de relámpago a través de su corriente sanguínea, calentando su cuerpo haciendo que cada terminación nerviosa estuviera viva y pulsante con fuego. El dolor dejó paso a un oscuro, erótico y soñoliento éxtasis que se vio indefensa para resistir. Juliette estaba segura de que luchó, pero él era como hierro, su cuerpo más suave moldeándose contra el más duro de él, y él no parecía notarlo. Sintió la fuerza creciendo en él, extendiéndose a través de él, incluso cuando su propia fuerza parecía deslizarse alejándose de ella. Había una parte de ella que parecía estar separada, manteniéndose aparte, observando y sintiendo una especie de horror. Había fuego en su sangre, recorriendo su cuerpo, sus músculos tensándose, apretándose, desarticulado, flexible en su garra de hierro.

Riordan levantó la mirada hacia la cámara apuntada sobre él, su boca retorciéndose en una sonrisa sin humor, mostrando sus dientes blancos. Con los ojos fijos directamente en el lente, inclinó la cabeza y rozó una caricia sobre los pinchazos del cuello de Juliette con la lengua. Esa mirada les dijo todo. Los conocía a cada uno de ellos, conocía su olor; conocía a sus enemigos. Su hedor estaba en sus mismos pulmones, y era un cazador. Había pasado de presa a depredador con una pequeña infusión de sangre. No era suficiente como para sanarle completamente, pero era lo suficiente como para permitirle escapar.
Levantó el cuerpo inerte de la mujer fácilmente sobre su hombro, moviéndose con una grácil muestra de fuerza. Tenía toda la intención de atraer a sus enemigos hasta él y alejarlos de su familia. Pero primero destruiría todo lo que habían construido en la jungla. Su laboratorio oculto lejos de ojos curiosos. Su horrenda cámara de tortura en lo más profundo de la jungla, donde pensaban que estaban lejos de la ley, lejos de la justicia, pero él les mostraría quien mandaba en esta parte del mundo, quien había mandado allí desde hacía mucho, mucho tiempo.
La mujer irrumpió en una lucha salvaje, intentando retorcerse para alejarse de él.
Riordan apretó su agarre sobre ella.
- Déjalo. - Ordenó. - No hay forma de escapar. Es imposible. Quédate quieta. - Su voz una suave y amenazadora orden.

Juliette yació tranquilamente, sintiendo la enorme fuerza de los brazos de él. Reprimió el pánico, intentando desesperadamente pensar. Su cuerpo se había vuelto más pesado. Era un esfuerzo levantar el brazo, formar un puño, golpearlo contra su espalda. Se sentía mareada y enferma. Las emociones de él la abrumaban, un salvaje remolino de oscuro peligro la golpeó. Nunca había estado tan cerca de sentir emociones tan abrumadoras. Fluyeron como un volcán, explosivas, violentas, muy intensas. Sintió algo salvaje e indomable, un depredador sin igual. Su cuello latía y ardía y se preguntó que clase de demonio había liberado.
Realmente sentía la fuerza acumulándose en él. La sentía. Un caldero hirviente de enorme poder. Se construía en él y parecía derramarse de él, saliendo por sus poros, rebosando de su cuerpo masculino haciendo la forma del edificio se sacudiera y crujiera amenazadoramente, hasta que el aire misma estuvo tan lleno, que las paredes realmente se hincharon hacia afuera en un intento de contener semejante poder.

Juliette se aferró a los andrajosos restos de su camisa, su puño aferró la tela en su palma, necesitando algo, cualquier cosa a la que sujetarse.
- Mi hermana podría estar aquí dentro. - Se las arregló para susurrar las palabras, aterrorizada de que Jasmine pudiera quedar atrapada en
la destrucción masiva de cemento y mortero.
- No hay nadie en el edificio más que nosotros. - Aseguró él. Se movió entonces, su velocidad tan increíble que todo lo que la rodeaba se emborronó. Juliette apretó los ojos con fuerza para impedir el mareo que la sobrecogió. Su estómago dio bandazos y se aferró sombríamente. Podía sentir los poderosos músculos tensándose bajo ella, la ráfaga de aire sobre su cuerpo. Podía haber jurado que en algún punto abandonaron el suelo, moviéndose a través del espacio tan rápidamente que volaban.

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Aclaracion-Disclaimer

La Saga Serie Oscura, es propiedad de la talentosa Christine Feehan.
Este espacio esta creado con el único fin de hacer llegar los primeros capítulos de estas magnificas obras a todos ustedes que visitan el blog. Lamentablemente, en latinoamericano muchos de estos maravillosos ejemplares, no estan al alcance de todos.
Si tienes la posibilidad de conseguir estas historias en tu pais, apoya el trabajo de Christine y compra sus libros. Es la unica manera de que se continue con la publicacion de los mismos.
Gracias por su visita
Mary