Un Ritual lleno de Pasion y Amor

"Te reclamo como mi compañera. Te pertenezco. Te ofrezco mi vida. Te doy mi protección, mi fidelidad, mi corazón, mi alma y mi cuerpo. Tu vida, tu felicidad y tu bienestar serán lo más preciado y estarán por encima de todo siempre. Eres mi compañera, unida a mí para toda la eternidad y siempre bajo mi cuidado”



lunes, 9 de mayo de 2011

EL GUARDIAN OSCURO/CAPITULO 1

Capitulo 1


Jaxon Montgomery amartilló su pistola y miró a su compañero.
– Esto es una encerrona, Barry. Puedo olerlo. Me asombra que no lo notaras. ¿Dónde está tu sexto sentido? Pensaba que los hombres tenían algún tipo de instinto de supervivencia.
Barry Radcliff resopló indignado.
– Eres tú la que dirige la fiesta, cariño, y todos nosotros te seguimos.
– Un punto a mi favor, compañero. No tienes el más mínimo instinto de autoconservación. – Jaxx le lanzó una sonrisa burlona sobre el hombre. – Todos vosotros sois una manada de inútiles.
– Cierto, pero tenemos buen gusto. Tienes una pinta estupenda desde atrás. Somos hombres, cariño... no podemos contener las hormonas.
– ¿Esa es tu excusa? ¿El frenesí de las hormonas? Pensaba que te gustaba vivir al límite, que eras del tipo kamikaze.
– Esa eres tú. Nosotros solo sacamos tu pequeño y lindo trasero de todos los problemas en los que te metes. – Devolvió Barry. Miró su reloj. – Tienes que decidirte, Jaxx. ¿Lo intentamos o pedimos refuerzos?
Jaxx cerró su mente a todo... la oscuridad de la noche, la mordedura del frío, la adrenalina corriendo por su sangre, la necesidad de acción. El almacén tenía un acceso demasiado fácil, no había forma de que pudieran registras los pisos superiores sin exponerse. Nunca las había tenido todas consigo con la información. Todo en ella gritaba que era una encerrona y que ella y su compañero policía se encaminaban a una emboscada.
Sin dudar movió la boca sobre la diminuta radio.
– Abortar, chicos. Os quiero ver a todos retroceder y salir. Avisad cuando hayáis despejado. Barry y yo os cubriremos hasta que nos aviséis. Ahora.
– ¿Eso ha estado fuerte? – Podía oír la sonrisa en la voz de Barry. – Mujer Maravilla.
– Oh, cállate. – Replicó groseramente, con voz fundida pero con un borde de preocupación. Sus ojos estaban intranquilos, en constante movimiento, barriendo toda la zona que los rodeaba. La sensación de peligro se intensificaba.
El diminuto receptor de su oreja crujió.
– ¿Vamos a dejar que una mujer que pierde los nervios nos cueste la redada más grande de la historia?
Ese era el tipo nuevo. El que había puesto su equipo contra su voluntad. El que tenía alguna clase de influencia política en el departamento y quería escalar puestos. Benton. Craig Benton.
– Retrocede, Benton. Es una orden. Podemos discutirlo más tarde. – Ordenó Jaxx, pero supo, con un encogimiento del corazón, que él era la causa de las advertencias internas que le chillaban. Benton quería ser un héroe. Pero no había lugar para los héroes en su línea de trabajo.
Barry estaba maldiciendo a su lado, su cuerpo ya tenso. Él lo sabía tan bien como ella. Barry había sido su compañero durante suficiente tiempo como para saber que cuando Jaxx decía que había un problema, es que iba a ser un infierno.
– Está entrando. Está entrando. Le veo junto a la puerta.
– Quédate atrás, Barry. – Espetó Jaxx, avanzando ya. – Intentaré sacarle. Haz que todos se queden aquí, porque esto va a ser una guerra. Mantén a los chicos fuera de aquí hasta que consigamos ayuda. Es una emboscada.

Era demasiado pequeña y esbelta, vestida con ropa oscura y gorra, Barry a penas podía distinguirla en la oscuridad de la noche. Nunca hacía ni un ruido cuando se movía. Era extraño. Se encontraba a sí mismo mirando continuamente hacia ella para asegurarse de que estaba con él. Ahora también él se movió. De ninguna manera iba a dejar que su compañera entrara en el edificio sin él. Emitió las órdenes, llamando a retirada, pero él la siguió. Se dijo a sí mismo que no tenía nada que ver con Jaxx Montgomery y todo con hacer su trabajo como compañero. No tenía nada que ver con el amor y todo con hacer su trabajo.
– Deberíais ver este lugar. – La radio crepitaba en sus oídos. – Entrad. Está cargado con suficientes productos químicos como para volar media ciudad.
– Idiota, está cargado con suficientes productos químicos como para volar el edificio contigo dentro. Ahora saca tu maldito culo de ahí. – Esa era Jaxx en su mejor momento. Su voz era suave y cortante, un látigo de puro desprecio. Todo el que oía esa voz se volvía un creyente.
Graig Benton miró inquieto a derecha e izquierda. El lugar de repente le puso la carne de gallina. Empezó a retroceder lentamente, acercándose a la puerta. Al momento algo le mordió la pierna, golpeándole hacia atrás y abajo. Se encontró a sí mismo tendido sobre el frío suelo de cemente, mirando hacia el techo. El lugar permanecía en silencio. Bajó las manos para tocarse la pierna y encontró un amasijo de carne de hamburguesa cruda. Chilló.
– ¡Me han disparado, me han disparado! ¡Oh, Dios, me han disparado!
Jaxon había atravesado la puerta primero, pero Barry la golpeó con el hombro, haciendo su ligera figura a un lado. Se lanzó al interior del almacén, rodando a la derecha, buscando algún tipo de cobertura. Oyó el silbido de las balas cuando le pasaron y se incrustaron en la caja de madera que tenía detrás. Pensó que debía haber gritado una advertencia a Jaxx, pero no podía estar seguro mientras se arrastraba hacia Benton. Las cosas estaban ocurriendo demasiado rápido, y su visión estaba limitada a su propósito... arrastrar a ese estúpido crío y salir de ese infierno.
Se acercó a Benton.
– Cállate. – Exclamó. ¿El novato tenía que ser tan grande como un jugador de rugby? Sacarle a rastras de allí iba a ser difícil, y si Craig seguía chillando, el mismo le iba a meter una bala. – Vamos. – Cogió a Benton por debajo de los brazos, intentando mantenerse bajo y a cubierto, y empezó a abrirse paso retrocediendo hacia la puerta. Era un largo camino. Ahora estaban barriendo el área con balas y dando a posta a los productos químicos, parecía que había explosiones por todas partes.
El fuego se desató. Sintió el aguijón de la primera balo en su cuero cabelludo. El segundo estaba mejor colocado. Su brazo izquierdo se quedó entumecido, y dejó caer a Benton y se encontró a sí mismo en el suelo.
Entonces Jaxx estaba allí. Jaxon Montgomery, su compañera. Jaxon nunca se detenía hasta que todo acababa, y nunca dejaba a su compañero en apuros. Jaxon iba a morir en este almacén justo a su lado. Estaba proporcionando fuego de cobertura, corriendo hacia ellos.
– Levántate maldito perezoso. No estás tan mal herido. Arrastra tu culo fuera de aquí.
Si, esa era su Jaxx, siempre simpatizando con sus problemas. Benton, maldito fuera, estaba arrastrándose hacia la puerta, intentando salvarse a sí mismo. Barry lo intentó. Estaba muy desorientado, y el humo y el calor no ayudaban. Algo iba mal en su cabeza; latía y martilleaba, y todo parecía confuso y lejano. La pequeña figura de Jaxx aterrizó a su lado, sus hermosos ojos enormes a causa de la preocupación.
– Nos has metido en un maldito infierno, amigo. – Dijo suavemente. – Muévete. – Le hizo un reconocimiento rápido, evaluando el daño y descartándolo por cosas más importantes. – Lo digo en serio, Barry. ¡Saca tu culo de aquí ahora! – Era una orden clara.
Jaxx introdujo otro cargador en su pistola y rodó por el suelo dirigiendo el fuego lejos de su compañero, poniéndose de rodillas, disparando hacia el desván. Mientras él arrastraba su pesado cuerpo hacia la entrada, Radcliff captó un vistazo de un hombre cayendo. Satisfacción al instante. Jaxx era una experta tiradora. Donde ponía el ojo ponía la bala. Incluso si morían aquí, se llevarían a algunos enemigos con ellos. Algo le hizo volver la cabeza justo cuando la bala golpeó a Jaxx, tomando su pequeño cuerpo y haciéndolo volar varios pasos hacia atrás cruzando el almacén. Cayó como una muñeca de trapo sobre el suelo, una mancha oscura se extendía a su alrededor. Furioso, enfurecido, Barry intentó sacar su arma, pero el brazo se negaba a responderle. La única cosa que podía hacer era arrastrase hacia adelante o hacia atrás. Se arrastró hacia atrás, cruzando la distancia hacia ella. Estaba sólo tendida allí. Volvió la cabeza para mirarle.
– No, Jaxx. No me hagas esto.
– Sal de aquí.
– Lo digo en serio, demonios. No me hagas esto. – Estaba desesperado por alcanzarla, por motivarla para que se moviera. Tenía que moverse. Tenía que salir con él.
– Estoy cansada, Barry. He estado cansada desde hace mucho. Algún otro tendrá que salvar a todo el mundo ahora. – Murmuró las palabras tan suavemente, que casi no las oyó.
– ¡Jaxx! – Barry intentó acunarla entre sus brazos, pero los brazos no le respondían.
A su izquierda, la pequeña puerta de repente se cerró, atrapándolos dentro. Y Benton tenía razón, había suficientes productos químicos como para volar toda la ciudad. Esperó, esperaba la muerte de un momento a otro.
Entonces oyó los gritos, horribles, retorcidos e instintivos gritos de miedo. Vio los cuerpos caer a través del humor y el brillo de las llamas. Vio cosas que no podían ser. Un lobo, enorme y salvaje, saltando hacia un hombre que escapaba, poderosas mandíbulas atravesando el pecho para llegar al corazón. El lobo parecía estar en todas partes, derribando hombre tras hombre, desgarrando a través de tejido y carne, rompiendo huesos con sus mandíbulas. Barry vio a ese mismo lobo, cambiar de forma hasta convertirse en una enorme lechuza con garras y pico que se lanzó sobre otro hombre, sacándole los ojos de la cabeza. Era una increíble pesadilla de sangre, muerte y venganza. Barry no tenía ni idea de que hubiera semejante violencia en su interior para imaginar tan terribles imágenes. Sabía que al menos dos balas le habían dado; podía sentir la sangre goteándole por la cara y el brazo. Obviamente estaba alucinando. Por eso no intentó disparar cuando el lobo finalmente se había pasa hacia su esquina del almacén. Lo observó aproximarse, admirando la forma en que se movía, músculos ondulándose, la forma en que saltaba tan fácilmente sobre cada obstáculo que aparecía en su camino. Venía directamente hacia él, atraído por el olor de la sangre, o, pensó Barry, por su propia vívida imaginación desatada.
El lobo le miró durante un largo momento, le miró a los ojos. Esos ojos eran muy extraños, casi completamente negros. Ojos inteligentes pero vacíos de cualquier emoción. Barry no se sintió amenazado sino casi como si el lobo estuviera mirando el interior de su alma misma, quizás juzgándole. Se quedó tendido inmóvil, entregándose a cualquier cosa que la criatura quisiera hacer con él. Sintió que se dormía, sus párpados eran demasiado pesados para mantenerlos abiertos. Mientras se quedaba dormido, podía haber jurado que el lobo se contoneó una vez más y empezó a tomar la forma de un hombre.

Jaxon Montgomery despertó ante el sonido de un corazón latiendo. Latía rápido y con fuerza, asustado y ruidoso. Se extendió automáticamente buscando su arma. Nunca iba desarmada, aunque no encontró nada bajo su almohada o junto a su cuerpo. El corazón le latió más fuerte, y probó el sabor cobrizo del miedo en su boca. Respirando una bocanada de aire, se obligó a abrir los ojos. Sólo podía mirar con asombro la habitación en la que estaba. No era un hospital, y ciertamente no era el dormitorio de su diminuto apartamento. Esta habitación era hermosa. Las paredes eran de un suave malva, tan ligero que era imposible decir si el color estaba realmente allí o simplemente en su imaginación. La alfombra era gruesa y de un malva profundo, recogiendo los colores de los cristales tintados que había sobre tres de las paredes. El patrón era tranquilizador e intrincado. Dio a Jaxx la ilusión de estar a salvo, algo que sabía que era imposible. Sólo para estar segura de haber despertado, se clavó las uñas en las palmas de las manos.
Volvió la cabeza para examinar el resto del contenido de la habitación. El mobiliario era antiguo y pesado, la cama de cuatro postes era más confortable que ninguna otra en la que hubiera dormido en toda su vida. El vestidor era enorme y contenía unos pocos artículos femeninos... un cepillo, una pequeña caja de música, y una vela. Eran hermosos y parecían antiguos. Había varias velas en la habitación, todas encendidas de forma que la habitación misma pareciera deleitarse con la suave luz. Con frecuencia había soñado con una habitación como esta, tan hermosa y elegante, con ventanas de cristales tintados. Se le ocurrió de nuevo que no podía estar despierta.
El sonido del corazón latiendo tan ruidosamente la convenció de que estaba totalmente despierta y otras personas debían estar cuidando de ella. Otros que no tenían forma de saber el peligro que ella acarreaba. Tenía que encontrar la forma de protegerlos. Jaxx miró alrededor frenéticamente en busca de su arma. Definitivamente había sufrido una herida, y no podía moverse muy bien. Hizo un inventario, intentó mover con cuidado los brazos y después las piernas. Su cuerpo no quería responder. Podía moverse si se concentraba con decisión, pero a penas parecía que valiera la pena el esfuerzo. Estaba muy cansada, y le dolía la cabeza. El implacable latido de ese corazón la estaba volviendo loca.
Una sombra cayó sobre la cama, y su propio corazón latió con fuerza suficiente como para causarle dolor. Comprendió entonces que el sonido había venido de su propio pecho. Jaxon volvió lentamente la cabeza. Un hombre estaba de pie sobre ella. Muy alto, poderoso. Un depredador. Vio eso instantáneamente.
Había visto muchos depredadores, pero este era el definitivo. Era evidente por su completa inmovilidad. Aguardando. Confianza. Poder. Peligro. Era peligroso. Más peligroso que cualquier criminal que hubiera encontrado nunca. No sabía como sabía estas cosas, pero lo sabía. Él se creía invencible, y ella tuvo la inquietante sospecha de que podría serlo. No era ni viejo ni joven. Era imposible decir su edad. Sus ojos eran negros y no mostraban emoción. Ojos vacíos. Su boca era sensual, erótica, de verás, y sus dientes muy blancos. Sus hombros eran amplios. Era guapo y sexy. Más que sexy. Completamente ardiente.
Jaxx suspiró e intentó no ceder al pánico. Intento no permitir que sus pensamientos se mostraran en su cara. Definitivamente él no parecía un médico. No parecía alguien a que ella pudiera derrotar fácilmente en un combate mano a mano. Entonces sonrió, la diversión tocó sus ojos sólo durante un momento. Le hizo parecer completamente diferente. Cálido. Incluso sexy. Jaxx tenía la sensación de que él estaba leyéndole el pensamiento y se reía de ella. Su mano se movió inquieta bajo las mantas, siempre buscando el arma.
– Estás intranquila. – Declaró él. Su voz era hermosa. Suave como el terciopelo, atractiva, casi seductora. Tenía un extraño acento que no podía identificar y una forma de retorcer las palabras que sonaba muy anticuada.
Jaxon parpadeó rápidamente en un intento de ocultar su confusión, sorprendida por la dirección que estaban tomando sus pensamientos. Ella nunca pensaba en el sexo. No tenía ni idea de porque estaba reaccionando ante este desconocido con erotismo. Sacudió la cabeza, tenía que buscar su voz.
– Necesito mi arma. – Fue una especie de desafío, una prueba para ver su reacción. Esos ojos negros estudiaron su cara intensamente. Su escrutinio la hizo sentirse incómoda. Esos ojos veían demasiado, y Jaxon tenía mucho que esconder. La cara era inexpresiva, no mostrando absolutamente nada, y Jaxx era muy bueno en leer a la gente.
– ¿Estás planeando dispararme? – Preguntó él con la misma voz amable, solo que estaba voz cargaba un asomo de diversión.
Estaba muy cansada. Se estaba volviendo difícil evitar que los párpados cayeran. Notó un fenómeno peculiar. Su corazón se había ralentizado para emparejar el ritmo del de él. Exactamente. Sus corazones estaban latiendo simultáneamente. Podía oírlos. La voz de él le resultaba familiar, aunque era un completo desconocido. Nadie podía haber conocido nunca a un hombre semejante y haberle olvidado. Era imposible que le conociera.
Se humedeció los labios. Estaba increíblemente sedienta.
– Necesito mi arma.
El se acercó al vestidor. No caminó. Se deslizó. Podía haber estado mirando como se movía para siempre. Su cuerpo era como el de un animal, un lobo o un leopardo, algo felino y poderoso. Fluido. Totalmente silencioso. Fluía, aunque cuando el movimiento cesó, se quedó completamente inmóvil de nuevo. Le alcanzó su arma.
La sintió familiar en su mano, una extensión de sí misma. Ceso al momento, algo de su miedo se alejó.
– ¿Qué me ocurrió? – Automáticamente intentó comprobar el cargador, pero sentía los brazos como gelatina, y no pudo levantar el arma lo suficiente como para hacerlo.
Él volvió a tomar la pistola, sus dedos le rozaron la piel. El flujo de calor fue tan inesperado, que saltó apartándose de él. El hombre no reaccionó pero amablemente le hizo relajar los dedos y le mostró el cargador lleno con una bala en la recámara antes de devolver el arma a la palma de su mano.
– Te dispararon varias veces, Jaxon. Todavía estás muy enferma.
– Esto no es un hospital. – Siempre sospechaba de todo, eso era lo que la había mantenido viva. Pero no se suponía que tuviera que seguir estando viva. – Estás en gran peligro aquí conmigo. – Intentó advertir al hombre, pero sus palabras fueron demasiado bajas, su voz se desvanecía.
– Duerme, cariño. Simplemente vuelve a dormir. – Él lo dijo suavemente, aunque su tono aterciopelado se introdujo en su cuerpo y mente, tan poderoso como cualquier droga.
La tocó entonces, acariciándole el pelo. Su toque parecía familiar y ligeramente posesivo. La tocaba como si tuviera derecho a tocarla. Era como una caricia. Jaxon estaba confusa. Le conocía. Era una parte de ella. Le conocía íntimamente, aunque era un completo desconocido. Suspiró, incapaz de evitar que las pestañas cayeran y sucumbir a la poderosa orden de dormir.
Lucian se sentó en el borde de la cama y simplemente la observó dormir. Ella era la cosa más inesperada que había experimentado en todos los siglos que había vivido. Había esperado por esta criatura casi dos mil años, y no era para nada lo que había imaginado. Las mujeres de su raza eran altas y elegantes, de ojos oscuros, con un pelo negro y abundante. Eran criaturas de poder y habilidades. Lucian era muy consciente de que su especie estaba al borde de la extinción y sus mujeres eran guardadas como el tesoro que eran, pero aún así, eran poderosas, no frágiles y vulnerables como esta jovencita.
Tocó su pálida piel. En su sueño, parecía casi un duende, un hada salido de las leyendas. Era tan pequeña y ligera, parecía toda ojos. Hermosos ojos. La clase de ojos en los que un hombre podía ahogarse. Su pelo era de varios tonos de rubio, espeso y suave pero corto y alborotado, como si descuidadamente hubiera sido cortado con unas tijeras y de cualquier modo. Había asumido que tendría el pelo largo, no esta mata. Se encontró a sí mismo tocándole constantemente el pelo. Suave, como hebras de seda. Era indomable y crecía en todas direcciones, pero se encontró complacido con su pelo salvaje.
Ella vivía con miedo. Era su mundo. Había sido su mundo desde que era una niña pequeña. Lucian no tenía ni idea de que hubiera una vena tan protectora en él. Durante muchos siglos no había tenido sentimientos. Ahora, en presencia de esta mujer humana, tenía demasiados. Los que habían intentado hacerla daño había pagado mortalmente por sus crímenes en el almacén. Lucian la había enviado a un profundo sueño, ralentizando su corazón y pulmones mientras la sacaba de ese lugar de muerte y destrucción. También había salvado a su compañero, implantando en la mente del hombre el recuerdo de una ambulancia que se la había llevado a ella. Lucian se las arregló para salvarla, dándole su sangre ancestral y poderosa. Se había transformado en luz y entrado en su cuerpo maltratado a la manera de su gente, empezando a sanar de dentro hacia afuera. Las heridas eran grandes, la pérdida de sangre masiva. Utilizar su sangre era la única forma de salvarle la vida, pero era peligroso para ambos. El descubrimiento de la existencia de su especia por cualquier de la raza de ella será una sentencia de muerte para su gente. Su primera prioridad era protegerla, la segunda era asegurar la continuidad de su propia raza. Su trabajo había sido siempre la protección de ambas especies.
Se había tomado su tiempo para cubrir sus huellas dirigiéndolas al hospital donde ella tendría que había sido ingresada. Implantó recuerdos de una llamada a los servicios de emergencia, enviándola a una unidad de trauma. El papeleo parecía haberse perdido, y los computadores habían fallado. Nadie tenía muy claro lo que había ocurrido.
Lucian se encontró enredando los dedos en su pelo una vez más. Ni siquiera tenía un nombre decente. ¿Qué clase de nombre era Jaxon para una mujer? Sacudió la cabeza. Había estado observándola durante algún tiempo, pensando en la mejor forma de acercarse a ella. Si hubiera sido una mujer de su raza, simplemente la habría reclamado como propia, uniéndolos, y permitiendo que la naturaleza siguiera su curso. Esta mujer era humana y tan frágil. Había tocado su mente muchas veces en las últimas semanas mientras se establecía en su nuevo hogar. Encontró que ella tenía muchos secretos. La compañera de Gabriel le había dicho que encontraría a esta mujer en alguna parte del mundo y en gran necesidad. Francesca había tenido razón. La vida de Jaxon no había sido fácil. No había tenido infancia en realidad, solo recuerdos de lucha, muerte y violencia. Jaxon creía ser responsable de cuidar de todos los que la rodeaban. Había vivido toda su joven vida de ese modo. Tomando la responsabilidad de otros. Nadie había cuidado realmente de ella. Él tenía intención de remediar esa situación. Tenía el presentimiento de que ella no tendría ni idea de como responder a su interferencia.
Su primer pensamiento al despertar había sido la protección de los demás. De él. Eso le intrigaba. Le enternecía que hubiera intentado advertirle de un posible peligro para él. Había sabido que él era un depredador, que podía ser peligroso, y aún así se molestaba en protegerle. Le fascinaba. Algo en ella hacía que le diera un vuelco el corazón y le hacía desear sonreír simplemente al mirarla. Eso era todo. Mirarla, y ya era feliz. Nunca había experimentados esas emociones, y tomó nota para examinarlas después.
Con el primer sonido de su voz, había visto en colores. Colores vívidos y brillantes. Habiendo vivido en su mundo blanco y negro durante tantos siglos como hacían los hombres de los Cárpatos cuando perdían sus emociones, Lucian estaba casi cegado por los matices. Azules y rojos, naranjas y verdes... cada tono de color en cualquier parte que mirara. Frotó las hebras de pelo rubio entre su pulgar y dedo índice, con ternura inadvertida. Los sentimientos que estaba experimentando eran intensos. El lentamente se arrastró hasta sus pensamientos. Había gastado tremendas energía sanándola, y su sangre necesitaba ser reemplazada. Le envió otro fuerte empujón mental para asegurarse de que permanecería dormida mientras él cazaba. La ciudad estaba llena de presas justamente esperando por él. Salió al balcón, después cambió de forma, eligiendo la de una lechuza. Con alas poderosas sobrevoló la ciudad. Los ojos agudos buscaban en la oscuridad, su fina audición recogía cada sonido bajo él. Podía oír corazones latiendo, el murmullo de voces, el sonido de la vida siendo vivida. El tráfico y los ruidos de la ciudad le llamaban, el sonido de la sangre bombeada a través de venas bullendo de vida.
Encontró el camino hacia el parque, un perfecto coto de caza. La lechuza aterrizó en lo alto de un árbol y plegó sus alas cuidadosamente. Inspeccionó el área circundante. A su derecha pudo oír las voces de dos hombres. Al momento cambió a su forma normal, flotando hasta el suelo mientras lo hacía. Envió una silenciosa llamada mental, exigiendo a su presa que acudiera a él. Había pasado tantos siglos entregando asesinos a las manos de la muerte, que requirió gran cantidad de disciplina contenerse y simplemente alimentarse.
Los dos hombres respondieron a su llamada, ambos corredores sanos y fuertes estirando sus piernas después de una carrera nocturna. Ninguno de los dos olía a alcohol o drogas. Se alimentó rápidamente, necesitando volver a Jaxon. Ella había estado inconsciente durante más tiempo del que a él le hubiera gustado. Pero ahora estaba durmiendo. Lucian comprendió que en realidad ella nunca se permitía entrar en el patrón normal de somnolencia humano que era tan necesario para sus cuerpos. Cuando dormía sin la ayuda de su orden, estaba intranquila y nerviosa. Lucian era bien consciente de que Jaxon se pasaba la mayoría de las noches trabajando, conduciéndose a sí misma al punto de la extenuación. Pero sus sueños eran implacables. Lucian había compartido unos pocos de ellos, fundiendo su mente con la de ella para poder conocer sus demonios íntimamente. Tenía demasiados demonios, y él tenía intención de exorcizar cada uno de ellos.
Pero por encima de todo, Lucian no quería estar separado de ella durante más tiempo del estrictamente necesario. No podía estar separado de ella. Encontraba necesario estar con ella. Él, que nunca había necesitado a nadie. Necesitaba tocarla, saber que estaba del todo bien. Ahora ella estaba a su cuidado, tenía intención de unirla a él para que ningún humano o Cárpato tuviera posibilidad de alejarla de él. Jaxon no se le escaparía. Le había dado su sangre y tomado una mínima cantidad de la de ella, sólo lo suficiente para ser capaz de fundir sus mentes a voluntad.
Volvió a ella, una vez más con toda su fuerza. Y su fuerza era enorme. Tendría que ser gentil con ella. Si es que quedaba algo de gentileza en él, si alguna vez había habido algo de gentileza en él, tenía intención de utilizarla con Jaxon. Si alguien se lo merecía, era ella.
Se sentó al borde de su cama, retirando la orden de permanecer dormida, y la cogió entre sus brazos.
– Soy tu compañero, jovencita. No tienes ni idea de lo que eso significa, y no eres Cárpato, así que espero cierta cantidad de resistencia por tu parte. – Lucian frotó la barbilla contra la coronilla de su cabeza. – Te prometo que seré tan amable y paciente como pueda, pero no puedo esperar mucho por ti. Las emociones que estoy sintiendo no refrenan a la bestia de mi interior.
Las pestañas de Jaxon se agitaron y abrieron. Se sentía confusa, adormecida, como si estuviera soñando. La voz consoladora que había oído era tan hermosa y familiar. Mantenía los demonios a raya y le permitía sentir una cierta seguridad.
– ¿Quién eres? ¿Te conozco?
– Tu mente me conoce. Tu corazón y tu alma me reconocen. – Con el pulgar acariciaba tiernamente la perfecta línea de su mejilla sólo porque adoraba la sensación de su piel. – Debo unirnos, Jaxon, no tengo elección. Sería peligroso esperar. Lamento no poder darte más tiempo.
– No entiendo. – Ella alzaba la mirada a sus ojos negros y debería haber sentido miedo de lo que veía allí. La estaba mirando posesivamente, algo que ningún hombre se había atrevido nunca a hacer. Jaxon no provocaba tales sentimientos en los hombres. Aunque por alguna extraña razón, este peligroso desconocido la hacía sentirse protegida. Deseada.
– Se que no lo entiendes en este momento, Jaxon, pero lo harás con el tiempo. – Lucian le cogió la barbilla con dedos firmes para que sus ojos oscuros atraparan la mirada de ella.
Era como caer en un negro pozo sin fondo. Interminable. Eterno.
Lucian murmuró su nombre suavemente e inclinó la cabeza hacia la subida de la garganta. Inhaló su fragancia. No había lugar al que ella pudiera ir donde no lo encontrara. Sus brazos se apretaron posesivamente hasta que se recordó a sí mismo que ella era muy frágil. Se sentía increíblemente pequeña y ligera entre sus brazos pero también cálida e incitadora. Estaba removiendo cosas en él que era menos dejar en paz. Las repentinas y urgentes demandas le sorprendieron. Ella era joven y vulnerable, y en ese momento él debería desear sólo protegerla.
Su boca tocó la piel gentilmente, tiernamente, una pequeña caricia. Al momento la necesidad se cerró sobre él, dura e imperativa. Podía oír el corazón latiendo al mismo ritmo que el suyo. Podía oír la sangre corriendo por las venas, un calor incitante que le llamaba, una tremenda necesidad física por el cuerpo de ella. Cerrando los ojos, saboreó su habilidad de sentir, no importaba que fuera terriblemente incómodo y que su cuerpo estuviera gritando pidiendo alivio. Su lengua encontró el pulso, lamió la zona una vez, dos. Sus dientes rasparon gentilmente sobre la vena, después se hundieron profundamente en ella.
El momento ella se movió inquieta entre sus brazos y gimió, un suave susurro de intimidad que tensó su cuerpo todavía más. Ella era dulce y especiada, un sabor indescriptible y que nunca antes había encontrado. Era adictiva, como si hubiera sido diseñada precisamente para complacer su necesidad en concreto. Nunca tendría suficiente de ella. La disciplina se sobrepuso a su hambre del éxtasis que la sangre de ella le proporcionaba. Con una pasada de su lengua, cerró los diminutos pinchazos que sus dientes habían hecho, sin dejar rastros que un médico pudiera descubrir.
Manteniéndola con cuidado profundamente embrujada, Lucian se abrió la camisa y la cambió de posición entre sus brazos para poder acunar la parte de atrás de su cabeza con la mano. Su cuerpo rabiaba de deseo, y la sensualidad natural de ella estaba emergiendo bajo su hechizo. Una de sus uñas se alargó hasta convertirse en una afilada garra. Trazó una línea sobre su corazón y presionó la boca de ella contra su pecho para poder continuar el ritual y unirla a él.
Al primer toque de sus labios, el fuego rugió a través de él, una necesidad tan intensa, tan profunda, Lucian, que era notable por su rígido control, casi cedió a la tentación de tomar lo que era suyo por derecho. Encontró que estaba temblando, su cuerpo cubierto de una fina capa de sudor. Inclinándose cerca de la oreja de ella, susurró las palabras en la noche, en su mente, para que nadie pudiera volver a separarlos, para que ella no pudiera estar lejos de él durante más que unas escasas horas.
– Te reclamo como mi compañera. Te pertenezco. Te ofrezco mi vida. Te doy mi protección, mi lealtad, mi corazón, mi alma, y mi cuerpo. Del mismo modo tomo en mí los tuyos para guardarlos. Tu vida, tu felicidad y bienestar serán apreciados y colocados por encima de los míos siempre. Era mi compañera, unida a mí por toda la eternidad y siempre a mi cuidado.
El alivio que experimentó fue tremendo y ocurrió a pesar del hecho de que su cuerpo no se había fundido con el de ella. Su corazón y el de ella eran uno, unidos, dos mitades del mismo todo. Sus almas estaban fundidas de forma que su luz femenina brillaba en él, aliviando la terrible oscuridad que le había amenazado durante siglos. En ese momento comprendió que cuando uno había vivido en la oscuridad casi toda su vida, un horrendo y yermo infierno de vida, encontrar a una compañera estaba más allá de cualquier sueño que pudiera imaginar.
Jaxon Montgomery era literalmente su corazón y alma. Sin ella no habría razón para continuar viviendo. Nunca podría volver atrás al vacío y la oscuridad en los que había vivido durante tanto tiempo. Las palabras rituales los habían unido de forma que ninguno de los dos podría escapar nunca del otro.
Lucian no se engañaba a sí mismo. Él la necesitaba a ella mucho más de lo que ella le necesitaría nunca, aunque, desde su punto de vista, ella le necesitaba mucho. Tenía que detenerse y pensar antes de empujar su reclamo todavía más allá. Muy gentilmente la detuvo para que dejara de alimentarse, cerrando su propia herida. Su sangre les uniría y la ayudaría a sanar. También trabajaría sobre su cuerpo humano para convertirla a su raza. La conversión era arriesgada, dura para el cuerpo y la mente. Y una vez hecho, no había vuelta atrás. Jaxon sería como él, necesitaría sangre para sobrevivir, buscaría alivio del sol en los acogedores brazos de la tierra. Si no era una auténtica psíquica... la única clase de mujer humana que había sido convertida con éxito a Cárpato... el experimento la empujaría más allá del límite de la cordura, y Jaxon tendría que ser destruida. Lucian se recostó hacia atrás, liberándola de su oscuro hechizo.
Las pestañas de ella fluctuaron mientras la volvía a colocar sobre las almohadas. Lucian sabía que muy pocos humanos podían ser convertidos con éxito. Pero también creía con ella debía pertenecer a esas filas, ya que era su auténtica compañera. Su corazón igualaba al de él. Lo sabía. Cuando pronunció las palabras rituales, sintió las hebras que los ligaban. Incluso así, saber algo intelectualmente no hacía que su corazón lo creyera. No quería arriesgarse con la seguridad de ella. Eran necesarios tres intercambios de sangre para completar la conversión. La audición y visión de ella ya eran más agudas, más como la de los Cárpatos. Pronto tendría problemas para consumir carne y casi todas las otras comidas. Le necesitaría a él cerca. Había cambiado su vida tanto como se atrevía por el momento.
– Todavía no sé quién eres. – Bajos las mantas de la cama, Los dedos de Jaxon se apretaron con seguridad alrededor de la culata de la pistola. Estaba muy adormilada, y este desconocido era demasiado familiar. No le gustaban los acertijos. No tenía ni idea de donde estaba, sólo sabía que estaba enferma y tenía extraños sueños sobre un príncipe oscuro que tomaba su sangre atándola a él para siempre. Había algo exótico y diferente en el desconocido que encontraba inclinado sobre su cama.
Algo elegante y cortés aunque salvaje e indomable. Jaxon encontraba la combinación peligrosamente sensual y difícil de resistir.
Lucian le sonrió, un relámpago de dientes blancos que suavizó la dura línea de sus rasgos ensombrecidos.
– Soy Lucian Daratrazanoff. Un nombre muy antiguo y respetado pero difícil de pronunciar correctamente en este país. Lucian bastará.
– ¿Te conozco? – Jaxon deseó no estar tan débil. Deseó no tener sueños tan eróticos y peculiares sobre este hombre. La hacía sentirse extraña en su presencia, especialmente cuando nada parecía tener sentido. – ¿Por qué estoy aquí en vez de en un hospital?
– Necesitabas cuidados extraordinarios. – Respondió él honestamente. – Estuviste muy cerca de morir, Jaxon, y no podía permitirme correr ningún riesgo con tu vida.
– Mi compañero, Barry Radcliff, le dispararon. – Lo recuerdo, volvió a por mí. – Todo lo demás era un borrón para ella. No tenía ni idea de como había conseguido salir del almacén, dado que Barry no había estado en forma para sacarla.
– Está en el hospital y mejor de lo esperado. Es un hombre duro y muy valiente. – Lucian dio a su compañero el crédito justo, aunque no añadió que el hombre estaba enamorado de ella.
– Pensé que me moría. Debería haber muerto. – Murmuró las palabras suavemente, casi para sí misma.
Había querido morir. La terrible responsabilidad que pesaba sobre sus hombros era una carga que no quería llevar para siempre. Obligó a sus párpados a abrirse para poder mirarle. – Estás en terrible peligro. No puedes estar conmigo. Estemos donde estemos, no estamos a salvo. No estás a salvo.
Lucian sonrió y extendió la mano para rozar el pelo que se le arremolinaba alrededor de la cara. Su toque fue increíblemente tierno y la dio una extraña sensación de seguridad. Su voz era tan hermosa y pura, que deseó que siguiera hablando para siempre. Su acento era sexy, provocaba oleadas de anhelo en su interior que no sabía lo que eran.
– No te preocupes por mí, jovencita. Soy capaz de protegernos a ambos. Conozco al hombre que temes, y mientras estés en esta casa, estás a salvo. Él está bien entrenado, pero le sería imposible entrar en estos terrenos sin ser detectado.
– No le conoces. Matará a cualquiera sin pensarlo y sin remordimiento. Incluso aunque sólo me estés ayudando, lo interpretará como una amenaza hacia él. – Se estaba agitando, sus ojos preocupados por él.
– Si no crees nada más sobre mí, Jaxon, cree esto. No hay nadie en este mundo tan peligroso como el hombre que está contigo en esta habitación. Tyler Drake no puedo alcanzarte. Él ya no dicta tu vida, ahora estás bajo mi protección. – Sonaba tan seguro, ni arrogante, ni fanfarrón.
Estaba cayendo en esos ojos oscuros de nuevo. Sus hermosos ojos tan poco usuales. Jaxon se sentía una pequeña perdida, y parpadeó rápidamente para romper su hechizo hipnotizador.
– Sé que eso crees. Mi padres era un Navy SEAL, al igual que mi padre adoptivo, Russell Andrews. Tyler Drake se las arregló para matarlos a los dos. No puedo creer que estés a salvo mientras estés conmigo. – Su párpados eran demasiado pesados para mantenerlos abiertos. Cayeron a pesar de su intención de convencerle. No tenía fuerzas para protegerle. Eso la asustaba, y su corazón golpeó dolorosamente contra el pecho.
– Cálmate, Jaxon. Toma aliento y relájate. Soy yo el que te cuida a ti, no al revés, aunque aprecio mucho que desees protegerme. En cualquier caso, nadie sabe donde estás. Te he mantenido completamente segura. Sólo duerme, cielo, y sana.
Su voz era tan calmante y persuasiva, pronto se encontró respirando regularmente exactamente como él. El porque deseaba hacer lo que él ordenaba, no lo sabía, pero la urgencia de obedecer era demasiado fuerte para ignorarla. Mantuvo los ojos cerrados.
– Espero que seas tan bueno como crees que eres. Sería más seguro para ti que llamaras a mi jefe e hicieras que colocara un par de tíos vigilándote. – Su voz estaba palideciendo hasta un suave murmullo. – Mejor aún, sería más seguro para ti simplemente alejarte de mí y no volver nunca la vista atrás.
Una vez más los dedos de Lucian se enredaron en su suave pelo.
– Crees que estaría más seguro, ¿verdad?
Había un tinte de diversión en su voz. Por alguna razón eso hizo que el corazón de Jaxon diera un vuelco. Él era tan familiar, como si le conociera íntimamente, cuando no le conocía en absoluto. Excepto su toque. Conocía su toque. Y el sonido de su voz. Conocía su voz. El acento, la seducción aterciopelada que cargaba, la forma en que retorcía las frases. La forma en que parecía pertenecer a su mente. Lo realmente alocado, era que Jaxon estaba empezando a creer en él.
Lucian le observó caer sin mucho más que un forcejeó. Ella no había querido que su vida fuera salvada, pero había recogido la antorcha de ser su protectora, preocupada por su seguridad. Estaba preparada para protegerle sin ni siquiera saber quien era. Él pasaba ahora una gran cantidad de tiempo con su mente fundida firmemente con la de ella. Había sido necesario al principio para mantenerla viva. Después, lo había hecho porque deseaba conocerla, sus recuerdos, como pensaba, que soñaba, los que cosas que eran importantes para ella. Había mucha más compasión en ella de lo que la convenía. Le necesitaba para equilibrar la balanza.
Le asombraba lo poderoso del deseo sexual que estaba experimentando por ella. Eso nunca le había ocurrido antes. Rara vez había mirado a una mujer más que para satisfacer su hambre. Ahora esta hambre era diferente y más fuerte que nada que hubiera nunca imaginado. Por su ansia de conocimiento Lucian había compartido algunas veces las mentes de humanos para ver  como era el sexo, lo que se sentía. Esta urgente demanda que rabiaba atravesando su cuerpo era completamente diferente a todo eso. Parecía tomar el control de su mente, apartando todo pensamiento cuerdo.
Protector. Lucian sabía que todos los hombres de los Cárpatos nacían con el tremendo deber de proteger a las mujeres y los niños de su raza. El proteccionismo que sentía hacia Jaxon era también diferente. Lucian había dedicado su vida a guardar a humanos y Cárpatos por igual, aunque de nuevo, la intensidad de sus emociones hacia Jaxon era mucho más fuerte. No estaba preparado para la poderosa atracción que sentiría hacia ella. Había vivido casi toda su vida en la oscuridad y las sombras, estaba cómodo y familiarizado con la violencia. Era totalmente oscuro y peligroso. Ahora deseaba conocer la ternura, la gentileza. Se conocía a sí mismo como la mayoría de los hombres no se conocerían nunca. Sabía que era poderoso y peligros, y se aceptaba a sí mismo. Ahora, sin embargo, con Jaxon tendida tan vulnerable y frágil en su cama, lo era incluso más.
Con un suspiro se hundió en la cama a su lado. Mientras ella siguiera siendo humana y necesitara estar sobre tierra para sobrevivir, él sería incapaz de protegerla completamente durante el día, cuando la luz del sol debilitaba sus poderes Cárpatos. Normalmente acudiría a la tierra hasta la caída de la noche. Lo que planteaba un problema para los dos. Ella no podía estar separada de él durante muchas horas sin sufrir tremendamente. Se estiró en la cama a su lado. Le ordenaría dormir hasta la próxima puesta de sol. Mientras tanto, las salvaguardas que había tejido a su alrededor y los lobos que había soltado los mantendrían a salvo de cualquier criatura, humana o de otra clase, que pudiera pretender hacerles daño. Acunó el pequeño cuerpo en la protección del suyo y enterró la cara en la sedosa fragancia de su pelo.

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Aclaracion-Disclaimer

La Saga Serie Oscura, es propiedad de la talentosa Christine Feehan.
Este espacio esta creado con el único fin de hacer llegar los primeros capítulos de estas magnificas obras a todos ustedes que visitan el blog. Lamentablemente, en latinoamericano muchos de estos maravillosos ejemplares, no estan al alcance de todos.
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Gracias por su visita
Mary