Un Ritual lleno de Pasion y Amor

"Te reclamo como mi compañera. Te pertenezco. Te ofrezco mi vida. Te doy mi protección, mi fidelidad, mi corazón, mi alma y mi cuerpo. Tu vida, tu felicidad y tu bienestar serán lo más preciado y estarán por encima de todo siempre. Eres mi compañera, unida a mí para toda la eternidad y siempre bajo mi cuidado”



martes, 17 de mayo de 2011

DESTINO OSCURO/CAPITULO 1



Capitulo 1

Despertó sabiendo que era una asesina y que mataría de nuevo. Era la única razón por la que continuaba su existencia. Era para lo que vivía. Para matar. Dolor y hambre se arrastraban por su cuerpo interminablemente, implacablemente. Yacía muy quieta con la tierra a su alrededor, levantando la mirada hacia el cielo nocturno plagado de estrellas. Había un frío penetrante. Estaba fría, la sangre que fluía por sus venas era como agua helada, como ácido que quemaba de tan frío.
Llámame a ti. Yo te calentaré.
Cerró los ojos cuando la voz se introdujo en su cabeza. Él la llamaba ahora en cada alzamiento. La voz de un ángel. El corazón de un demonio. Su salvador. Su enemigo mortal. Muy lentamente permitió que el aliento penetrara en sus pulmones, su corazón tomó un latido estable. Otra noche interminable. Había habido tantas, y todo lo que quería era descansar.
Flotó saliendo de la tierra, vistiéndose con la facilidad que proporcionaba la larga práctica, su cuerpo limpio, donde su alma estaba condenada. Los sonidos y olores de la noche la rodeaban, susurros y fragancias que inundaban sus sentidos de información. Estaba hambrienta. Necesitaba ir a la ciudad. Por mucho que lo intentara, no podía sobreponerse a la necesidad de rica y cálida sangre. Le hacía señas y llamaba como nada más podía.
Destiny se encontró en una parte familiar de la ciudad. Su cuerpo recorrió el camino acostumbrado antes de haber pensado siquiera adónde iba. La pequeña iglesia estaba encajada entre los altos edificios y el laberinto de estrechas calles y callejones que la atraían. Conocía este vecindario, esta pequeña ciudad dentro de la gran ciudad. Los edificios se apilaban unos sobre otros, algunos pegados, otros con estrechos pasajes entre ellos. Estaba familiarizada con cada edificio de apartamentos y oficinas. Conocía a los ocupantes y conocía sus secretos. Los vigilaba, vigilaba sus vidas, aunque siempre estaba sola, siempre aparte.
A regañadientes Destiny subió los escalones de la iglesia y se detuvo en la entrada como había hecho tantas veces en el pasado. Con su fino oído, supo que el edificio estaba ocupado, el sacerdote había terminado sus tareas y pronto saldría. Iba más retrasado de lo habitual.
Oyó el susurro de la sotana del sacerdote mientras recorría la iglesia hacia las puertas dobles. Las cerró... siempre las cerraba antes de salir... pero no importaba, aún así Destiny podía abrirlas fácilmente. Esperó en la oscuridad, inmersa entre las sombras a las que pertenecía, observando al sacerdote en silencio, casi conteniendo el aliento. Sentía una urgencia en su interior, una desesperación. Volvía una y otra vez a la hermosura de la pequeña iglesia. Algo la atraía, la llamaba, casi con tanta fuerza como la llamada de la sangre. Algunas veces creía que era aquí donde se suponía que debía morir; otras veces creía que el arrepentimiento podría ser suficiente. Siempre iba a la iglesia cuando sabía que no le quedaba más elección que alimentarse.
El sacerdote se detuvo durante un momento justo fuera de las puertas, mirando a su alrededor, sus ojos ajustándose a la oscuridad. Realmente miró directamente hacia ella, pero sabía que le resultaba invisible. Empezó a hablar, vaciló, e hizo el signo de la cruz en dirección a ella. Destiny contuvo el aliento, esperando que un relámpago la golpeara.
- Encuentra paz, mi niña. - Murmuró el sacerdote suavemente y siguió su camino escaleras abajo con su andar lento y comedido. Destiny permaneció entre las sombras, tan inmóvil como las montañas que se alzaban sobre la ciudad. ¿Cómo había él sentido su presencia? Esperó hasta mucho después de que se hubo ido caminando a lo largo del bloque y hubo girado por el estrecho callejón que conducía al jardín de detrás de su rectoría. Solo entonces se atrevió a dejar escapar el aliento lentamente, a respirar de nuevo.
Destiny fue hacia las puertas dobles ornamentadas, pero esta vez no estaban cerradas. Volvió la mirada hacia la calle por donde el sacerdote había desaparecido girando la esquina. Él lo sabía, entonces. Sabía que ella necesitaba su iglesia, y silenciosamente le había dado permiso para que entrara en el sagrado lugar. No sabía qué era ella, pero era un buen hombre y creía que todas las almas podían ser salvadas. Empujó la puerta con una mano temblorosa.
Destiny permaneció en el umbral de la iglesia vacía, envuelta en la oscuridad, su única aliada. Tembló, no por el aire frío que la rodeaba, sino por el hielo en lo más profundo de su alma. A pesar del interior negro, Destiny podía ver fácilmente cada detalle de la hermosa iglesia. Miró el crucifijo sobre el altar durante un largo rato, su mente una maraña confusa. El dolor la atravesó como hacía cada momento de su existencia. El hambre era aguda y voraz. La vergüenza era su compañera constante. Destiny había acudido a este lugar sagrado para confesar sus pecados. Era una asesina, y mataría una y otra vez. Esa sería su forma de vida hasta que encontrara el coraje para destruir al engendro malvado en el que se había convertido. No se atrevía a entrar, no se atrevía a pedir santuario.
Permaneció en pie durante un largo rato en silencio, con un terrible ardor poco familiar tras los ojos. Le llevó unos pocos momentos comprender que la sensación eran lágrimas. Quería llorar, ¿pero de que serviría? Había aprendido que las lágrimas traían el eco de la horrenda y demoníaca risa, y se había enseñado a sí misma a no llorar. No llorar nunca.
¿Por qué insistes en sufrir? La voz era engañosamente hermosa. Masculina. Amable. Una tranquilizadora mezcla de exasperación masculina y encanto. Siento tu dolor; es agudo y terrible y me atraviesa el corazón como una flecha. Llámame a tu lado. Acudiré a ti al momento. Sabes que no puedo hacer otra cosa. Llámame. Había un susurro subyacente de poder, de compulsión. Me conoces. Siempre me has conocido.
La voz rozaba las paredes de su mente como el revoloteo de alas de mariposa. Susurraba sobre su piel, penetraba por sus poros y se le enredaba alrededor del corazón. Respiró la voz al interior de sus pulmones hasta que necesito responder, oírla de nuevo. Llamar. Obedecer. Necesitaba esa voz. La había mantenido viva. La había mantenido cuerda. También le había enseñado cosas... cosas horribles y mortíferas, pero necesarias.
Siento tu necesidad. ¿Por qué insistes en el silencio? Me oyes, al igual que yo siento cuando tu dolor se convierte en demasiado para poder soportarlo.
Destiny sacudió la cabeza, una firme negativa contra la tentación de esa voz. El movimiento envió su espesa melena de rico pelo oscuro a volar en todas direcciones. Deseo librar su mente de la engañosa pureza de esa voz. Nada podría inducirla a responder. Nunca se dejaría atrapar por  una voz seductora otra vez. Había aprendido la lección del modo más duro, sentenciada a vivir un infierno en el que no se atrevía a pensar.
Destiny forzó al aire a introducirse en sus pulmones, controlando sus emociones, sabiendo que había una posibilidad de que el cazador pudiera rastrearla a través de la agudeza de su desesperación. Un movimiento en las sombras cercanas la hizo darse la vuelta, agachándose, un peligroso depredador listo para atacar.
Hubo un silencio, y después una vez más movimiento. Una mujer subía los escalones de la iglesia lentamente, entrando en la línea de visión de Destiny. Era alta y elegante con una piel perfecta color chocolate con leche y pelo del color del chocolate agridulce. Su pelo se rizaba en todas direcciones, una maraña de brillantes espirales que le bajaban por el cuello, enmarcando su cara ovalada. Sus grandes ojos marrones exploraron las sombras más oscuras, buscando señales de que no estaba sola.
Destiny utilizó su velocidad preternatural, deslizándose profundamente en el rincón de una esquina, retrocediendo lejos de las puertas de la iglesia, utilizando la inmovilidad para su provecho. Se congeló en el acto, apenas atreviéndose a respirar.
La mujer atravesó las puertas dobles y se detuvo durante un momento, con una mano descansando en el borde de la puerta abierta. Suspiró suavemente.
- He venido aquí a buscarte. Mi nombre es Mary Ann Delaney. Sé que sabes quién soy. Sé que vienes aquí a veces... te he visto. Te he visto esta noche y sé que estás aquí. - Esperó un latido de corazón. Dos. - En algún lugar. - Murmuró en voz alta, como si hablara para sí misma.
Destiny presionó su cuerpo tan firmemente contra el lateral de la iglesia que la piel le dolió. Estaban ambas en terrible peligro, pero solo una de las dos era consciente de ello.
- Sé que estás aquí; por favor no huyas de nuevo. - Dijo Mary Ann suavemente. A pesar de su chaqueta gruesa, se frotó los brazos para evitar el frío. - Solo habla conmigo. Tengo tanto que decirte, tanto que agradecerte. - Su voz era baja, amable, como si estuviera hablando con algo salvaje, persuadiéndola para que confiara en ella.
Había un peso terrible en el pecho de Destiny. Se estaba ahogando, sofocando, apenas capaz de respirar.
Esperó un latido. Dos. Arrastrándose más profundamente entre las sombras. Podía oír el sonido de su propio corazón latiendo. Podía oír el corazón de Mary Ann siguiendo su ritmo. Podía oír la llamaba, la invitación del flujo y reflujo de la sangre apresurándose a través de las venas. Llamándola. Intensificando su terrible hambre. Su lengua sentía el filo de sus incisivos mientras se alargaban. Temblaba a causa del esfuerzo de controlarse a sí misma, de detener lo inevitable.
Esta mujer era todo lo que ella no era. Mary Ann Delaney. Destiny conocía su bondad. Su compasión y bravura, su vida dedicada a ayudar a otros. Una luz parecía brillar en su alma misma. Destiny escuchaba con frecuencia sus conferencias, sus sesiones de grupo, incluso sus sesiones privadas de consejo. Destiny se había señalado a sí misma como la protectora no oficial de Mary Ann.
- Me salvaste la vida. Hace unas semanas, cuando ese hombre irrumpió en mi casa, viniste y me salvaste. Sé que estás herida... había sangre en tu ropa... pero cuando llegaron los paramédicos, te fuiste. - Mary Ann cerró los ojos durante un momento, reviviendo el terror de despertar y encontrar a un hombre furioso inclinado sobre su cama. La había sacado arrastrándola de debajo de las mantas por el pelo, golpeándola tan fuerte y tan rápido que no tuvo tiempo de defenderse. Era el marido de una mujer a la que había ayudado a escapar hasta un refugio y él estaba decidido a sacarle la dirección del mismo. La había reducido a un guiñapo ensangrentado sobre el suelo, pateándola y después apuñalándola con un gran cuchillo. Tenía las cicatrices en sus brazos de cuando había intentado protegerse. - No le conté a nadie que habías estado allí. No dije ni una palabra a la policía. Ellos creen que debió haber tropezado inesperadamente contra el mobiliario volcado y que cayó torpemente y se rompió el cuello. No te traicioné. No hay necesidad de preocuparse; la policía no te está buscando. No saben nada de ti.
Destiny se mordió el labio con fuerza y tercamente permaneció en silencio. Afortunadamente, los incisivos habían retrocedido. Ya tenía suficientes pecados en su haber sin añadir a Mary Ann a la lista de sus víctimas.
- Por favor respóndeme. - Mary abrió los brazos de par en par. - No entiendo por qué no hablas conmigo. ¿Qué daño podría haber en contarme si resultaste herida esa noche? Estabas cubierta de sangre, y no era mía ni tampoco de él.
Destiny sintió lágrimas ardiendo en sus ojos, atascando su garganta. Sus manos se cerraron en dos puños apretados.
- No era mi sangre. No me debes nada. - Las palabras salieron estranguladas, apenas se las arreglaron para traspasar el nudo de su garganta. Era parcialmente verdad. El atacante de Mary Ann no le había hecho ni un arañazo. - Solo lamento no haber llegado antes, antes de que te hiciera daño.
- Me habría matado. Ambas lo sabemos. Mi vida no es lo único que tengo que agradecerte. Eres la que dona el dinero para nuestros refugios, ¿verdad? - Supuso Mary Anna. - Y para los programas de recuperación de nuestras mujeres.
Destiny se apoyó contra la pared, cansada del dolor, cansada de estar tan sola. Había algo increíblemente cálido y consolador en Mary Ann.
- No es nada, solo dinero. Tú haces todo el trabajo. Me alegra ayudar de algún modo aunque sea poca cosa.
- Ven a casa conmigo. - Dijo Mary Ann. - Prepararé un té, y podremos hablar. - Cuando Destiny permaneció en silencio, Mary Ann suspiró suavemente. - Al menos dime tu nombre. Siento tu presencia con frecuencia y pienso en ti como en una amiga. ¿Te haría daño decirme tu nombre?
- No quiero que la fealdad de mi vida te toque. - Admitió Destiny suavemente. La noche la envolvía como hacía siempre, susurraba amablemente para ella, haciéndola apreciar su belleza a pesar de su determinación de no ver nada bueno en ella.
- No temo la fealdad. - Insistió Mary Ann. - He visto fealdad antes, y lo haré de nuevo. Nadie merece estar solo en el mundo. Todos necesitamos a alguien, incluso tú.
- No estás poniéndomelo fácil. - Las palabras salieron desgarradas de Destiny, casi un sollozo. - No sabes lo malvada que soy. No hay redención para mí. Nunca debería haber permitido que nuestras vidas se tocaran, ni siquiera por un momento.
- Estoy muy agradecida de que lo hicieras. No estaría aquí de otro modo, y tengo mucho por lo que vivir.
Destiny se presionó la palma de la mano contra la boca, avergonzada de que esta estuviera temblando.
- Eres diferente a mí. Eres buena, ayudas a tanta gente.
Mary Ann asintió de acuerdo.
- Si, lo hago, y sin ti, nunca habría sido capaz de ayudar a otra mujer o niño. Tú has hecho eso, no yo. No podría haberme salvado a mí misma; ahora mismo estaría muerta.
- Esa es una lógica retorcida. - Señaló Destiny, pero notaba que una pequeña sonrisa gravitaba sobre sus labios a pesar de la puñalada de dolor que la atravesaba. Había oído a Mary Ann hablar con otras mujeres muchas veces, su voz siempre amable y comprensiva. Mary Ann siempre sabía que decir para calmar a sus clientes. Estaba utilizando ese mismo don con Destiny. - Mi nombre es Destiny. - El nombre sonó extraño a sus propios oídos, había pasado tanto tiempo desde la última vez que lo había oído. Pronunciarlo en voz alta era casi aterrador.
Mary Ann sonrió, sus dientes muy bonitos, su sonrisa contagiosa.
- Me alegra tanto conocerte. Soy Mary Ann. - Avanzó y extendió la mano.
Antes de poder contenerse, Destiny estrechó la mano extendida. Era la primera vez en mucho, mucho tiempo que tocaba a un ser humano. El corazón le golpeó dolorosamente en el pecho y se apartó de un tirón, deslizándose de vuelta a las sombras.
- No puedo hacer esto. - Susurró. Era demasiado doloroso mirar a esos ojos limpios, sentir la calidez de Mary Ann. Era más fácil estar sola, esconderse entre las sombras, por siempre una criatura de la noche.
Mary Ann siguió en pie inmóvil, ligeramente sorprendida por la extraordinaria belleza de la joven que se ocultaba entre las sombras. Era de más corta estatura de lo que Mary Ann había pensado al principio... no baja, pero tampoco alta. Tenía exuberantes curvas, pero su cuerpo estaba esculpido en músculo. Tenía una espesa y salvaje melena de oscura seda. Su cara era preciosa, sus ojos enormes, fantasmales, de largas pestañas e hipnotizadores. Eran de un vívido y brillante azul verdoso, escondiendo sombras, secretos y un dolor inimaginable. Incluso su boca era escultural y tentadora. Pero tenía mucho más que belleza física. Había un atractivo sutil que Mary Ann nunca antes había visto en una mujer. La voz era musical, misteriosa, compeledora. Mística. Todo en Destiny era diferente. Inesperado.
- Por supuesto que puedes. Solo estamos hablando, Destiny. ¿Qué hay de malo en hablar? Me sentía algo solitaria esta noche y supe que tenía que verte. - Mary Ann dio un paso hacia las sombras que ocultaban a Destiny, deseando aliviar la terrible desesperación de esa hermosa cara. Había visto el trauma muchas veces, pero esos enormes ojos aguamarina estaban embrujados más allá de todo lo que Mary Ann había conocido. Esos ojos habían visto cosas que nunca deberían haber sido vistas. Cosas monstruosas.
Destiny permitió que el aliento abandonara sus pulmones.
- ¿Sabes cuantas veces te he visto ejercer tu magia sobre una mujer necesitada? Tienes un don para dar esperanza a alguien que ha dejado de creer en la esperanza. Si crees que me debes algo, te equivocas. Tú salvaste mi vida muchas veces antes, solo que nunca fuiste consciente de ello. Te escucho con frecuencia, y tus palabras son la única cosa en este mundo que tiene ya sentido para mí.
- Me alegro, entonces. - Mary Ann sacó unos guantes del bolsillo de su chaqueta y los puso sobre sus delicadas manos para protegerlas del frío mordaz. - Sabes, a veces todo el mundo se siente solo y desesperado. Incluso yo. Todos necesitamos amigos. Si te sientes incómoda viniendo a mi casa, quizás podríamos tomar algo en el Midnight Marathon. Siempre hay algo de jaleo allí. ¿Realmente será tan terrible ir a tomar una taza de té conmigo? No es como si te estuvieras comprometiendo a una relación a largo plazo. - Había un dejo de humor en su voz, una invitación a unirse a ella y compartir la diversión.
- ¿Té? No he tomado una taza de té en años. - Destiny se presionó la mano sobre el estómago. Todo su ser quería deleitarse en la compañía de Mary Ann, el estómago se le revolvía ante la idea de obligarse a aparentar normalidad. Sólo podía imaginar el disgusto y horror en los ojos de Mary Ann si averiguaba la verdad.
- Entonces diría que ya es hora. Ven a casa conmigo. - Invitó Mary Ann suavemente, obviamente complacida.
El viento sopló sobre los escalones hacia las puertas de la iglesia, volando hojas y ramas. En lo alto las nubes empezaron a arremolinarse en oscuras hebras. Había algo más, algo en el viento que tiraba gentilmente de sus ropas y pelo, mientras se apresuraba alarmantemente entre árboles y arbustos. Era casi como una voz que les murmuraba suavemente. Llamando, susurrando, justo fuera del alcance. Mary Ann se esforzó por escuchar, volviendo la cabeza a un lado y otro para captar el sonido.
Destiny saltó hacia ella, su aliento escapó en un lento siseo de alarma. Cogió la gruesa chaqueta de Mary Ann por las solapas, al mismo tiempo que tiraba de las puertas de la iglesia para abrirlas de par en par. Empujó a Mary Ann dentro.
- Escúchame. - Destiny miró directamente a los ojos de la mujer. - No abandonarás esta iglesia hasta mañana. No importa lo que oigas o veas, no saldrás de esta iglesia. - Pronunció la orden firmemente, enterrando profundamente en el subconsciente de la otra mujer una compulsión que sería obedecida.
Destiny presintió el peligro tras ella y se dio la vuelta, agachándose, intentando apartar el hombro de peligro. Había desperdiciado unos preciosos segundos en asegurar que Mary Ann estuviera a salvo, y a pesar de su increíble velocidad, unas uñas largas y afiladas le abrieron el brazo desde el hombro hasta el codo. Ya se estaba moviendo, barriendo con la pierna mientras lo hacía, apuntándose un golpe sólido.
Lejana llevó la suave voz familiar que tan frecuentemente la convocaba en una lengua ancestral. ¡Llámame a ti ahora! Era una orden, nada menos, como si él hubiera sentido su dolor físico y supiera que estaba en peligro.
Destiny cerró la mente firmemente a todo excepto la batalla que se avecinaba. Se concentró completamente, estudiando al no-muerto con una mirada depredadora y sin parpadear. Estaba tranquila, balanceándose sobre la punta de los pies, el aliento entraba y salía de sus pulmones. Vampiro. Criatura de la noche. Monstruo horrendo. Mortal enemigo.
Su atacante era alto y delgado con piel grisácea y pelo negro. Sus dientes relucieron hacia ella cuando la enfrentó.
- Llama a la otra mujer a nosotros. - Su voz era baja, musical, amable, una invitación sutil.
Destiny se lanzó hacia él, directa como una flecha, sacando una daga de la funda entre sus omóplatos, yendo directamente a por el corazón. El movimiento fue totalmente inesperado. Él pensó que su voz la había cautivado, que obedecería. Y era una mujer. La última cosa que esperaba de una mujer era que atacara. Normalmente era el elemento sorpresa lo que posibilitaba a Destiny salir victoriosa.
La hoja se hundió en el pecho, aunque él se las arregló para introducir sus garras en el hombro herido, abriendo profundos surcos en la carne mientras saltaba hacia atrás. El vampiro se disolvió instantáneamente en un vapor verdoso y emanó a través de la noche lejos de la ciudad. Gotas de rojo se mezclaban con el verde, dejando un rastro tóxico, venenoso, para que Destiny lo siguiera. Deliberadamente inhaló la nociva esencia por la que le reconocería en cualquier parte.
Oyó el eco de esa familiar voz masculina profundamente en su mente, en su alma, un grito de negación seguido inmediatamente de una extraña calidez. Las heridas de su hombro ardían, pero estaba acostumbrada al dolor y lo apagó. La extraña melodía canturreada en una lengua ancestral brilló en su mente y la proveyó de algo de solaz. Aún así, no podía ignorar la sangre que manaba de su cuerpo. No se había alimentado en varios días y necesitaba alimento. Mezclando la rica tierra del jardín del sacerdote con su propia saliva, cubrió las laceraciones abiertas. Muy cuidadosamente, deliberadamente, se trenzó el pelo preparándose para la batalla. Antes de seguir al no-muerto a su guarida, necesitaba alimentarse. La ciudad estaba llena de gente sin hogar, desafortunadas criaturas que no tendría oportunidad de escapar de ella, incluso en su debilitada condición.


Nicolae Von Shrieder se agachó en la cima del macizo acantilado que se erguía sobre la ciudad. Esta vez estaba más cerca de lo que había estado nunca. Estaba seguro de ello. Ella estaba ahí fuera en alguna parte, cansada, herida y vulnerable, luchando su guerra sola. Sentía su dolor a cada momento de sus horas de vigilia. Cuando cerraba los ojos al salir el sol, sentía la retorcida agonía que desgarraba el cuerpo de la mujer, su propio cuerpo.
Paciencia. Había aprendido paciencia en una dura escuela. Siglos de vida le habían enseñado disciplina y paciencia por encima de todo. Era un antiguo con poderosos dones, pero no podía someterla a su voluntad. No podía convocarla a su lado. La había enseñado bien. Demasiado bien.
Lejos, oyó el grito de un ave de presa alertándole, y alzó la cara hacia las estrellas. Muy lentamente se levantó, irguiéndose en toda su estatura.
- Gracias, hermano. - Murmuró suavemente. El viento captó su voz y la cargó, llevando el suave sonido a través de las densas copas de los árboles y más allá, sobre la ciudad. - Nuestra caza comienza, entonces.
Nunca olvidaría el sorprendente momento en el que ella conectó por primera vez. Una niña en puro estado de terror. Su dolor y agonía habían sido tan afilados, tan agudos y sobrecogedores, su joven mente se había extendido a través del tiempo y el espacio para fundirse con él. Mente con mente. Incluso siendo una niña, había sido una poderosa psíquica. Las imágenes que había recibido de ella habían sido tan vívidas, tan detalladas, había vivido la pesadilla con ella, a través de ella. La brutal matanza de sus padres, el monstruo drenando su sangre delante de la niña.
Cerró los ojos contra los recuerdos, pero fluyeron en su mente como ocurría con frecuencia. Él había estado a continentes de distancia, sin forma de rastrearla, de encontrarla. Pero había vivido con ella a través de las repetidas crueldades, los golpes, a través de las incontables violaciones y asesinatos que se había visto obligada a presenciar. Ella se había acurrucado en su mente, buscando refugio, y le había encontrado a él allí. Le susurró, distrayéndola, compartiendo sus conocimientos con ella. Una simple niña aprendiendo a matar. No tenía otro regalo para ella. Ni otra forma de salvarla.
Fueron años horrendos, años de búsqueda desesperada. El mundo era un lugar muy grande cuando uno estaba buscando a una niña pequeña. Era un antiguo, que había jurado proteger a humanos e inmortales por igual. Un ser poderoso, un cazador y destructor del vampiro, enviado fuera siglos antes por su príncipe, comprometido a librar al mundo de semejante mal. Había intentado contarle que había una diferencia entre vampiro y cazador, pero en su mente, ella vio las batallas, las muertes. Vio la oscuridad en él, extendiéndose como una mancha sobre su alma. Y temió de confiar en él.
Nicolae permanecía en pie completamente inmóvil, puro poder aferrándose a su cuerpo musculoso mientras presentaba su brazo forrado de cuero hacia su compañero de viaje. La enorme lechuza voló en círculos en lo alto una vez, una perezosa espiral, después cayó con rapidez, con las garras extendidas. El ave de presa aterrizó sobre el antebrazo de Nicolae, y este inclinó la cabeza hacia el pico afilado.
- Has recogido el olor de nuestra presa.
Los ojos redondos como cuentas que le devolvían la mirada estaban llenos de inteligencia. El pájaro agitó las alas, una vez, dos, como si respondiera, después se lanzó al aire. Nicolae le vió marchar, con una débil sonrisa que de ningún modo suavizaba la dura comisura de su boca. Ella estaba herida. Perseguía a un vampiro y estaba herida.
Era innegable la conexión entre ellos, pero ella se negaba a reconocerle, a responderle. No tenía ni idea de como podía ser tan fuerte cuando vivía con un dolor tan constante, pero no podía hacer otra cosa que encontrarla. Nunca la había visto, ni había hablado con ella, mente a mente o de ninguna otra forma, pero presentía que la reconocería en el momento en que posara sus ojos en ella.
Se giró lentamente, su cuerpo alto y musculoso, una mezcla de elegancia y fortaleza. El viento tiraba de su largo pelo, negro como el ala de un cuervo, así que se lo ató a la nuca y lo aseguró con una tira de cuero. Había una cualidad fluida y animal en sus movimientos mientras se estiraba, alzando la nariz para oler el viento.
Habían pasado muchos largos siglos desde que Vladimir Dubrinsky, el Príncipe de la gente de Nicolae, había enviado a sus guerreros al mundo para cazar al vampiro. Nicolae, como tantos otros, había sido enviado lejos de su tierra sin el consuelo de su suelo nativo o sus congéneres. Había aceptado que no habría esperanza de encontrar a una compañera, pero su deber para con su gente en aquellos horribles días había estado claro. Esa época desesperada había estado llena de batallas, de muerte. La oscuridad se había extendido lentamente, Nicolae luchaba a cada centímetro del camino. Un nuevo Príncipe había tomado el lugar de Vladimir y Nicolae seguía luchando. Solo. Resistiendo. Profundamente en su interior, la inevitable oscuridad se había extendido, consumiéndole hasta que supo que no podía esperar más. Tendría que buscar el amanecer, terminar con su propia existencia, o se convertiría en la misma cosa que había cazado. Y entonces ella había entrado en su vida. Por aquel entonces, había sido una niña aterrorizada en una situación de desesperada necesidad. Ahora era una letal máquina de matar.
Nicolae se irguió sobre la ciudad y miró hacia abajo, a las luces parpadeantes, tantas como estrellas.
- ¿Dónde estás? - Murmuró en voz alta. - Estoy cerca de ti. Te siento cerca de mí esta vez. Finalmente estoy en las proximidades de tu guarida... sé que lo estoy.
Ella había entrado en su vida hacía muchos largos años. Habían vivido el uno en la mente del otro mientras un monstruo depravado torturaba a una niñita indefensa. Nicolae se había obligado a sentir lo que ella sentía, negándose a dejarla sola en su infierno viviente. Había tomado la decisión de entrenarla cuando no pudo encontrar la forma de conseguir que le hablara. Y había tenido éxito, demasiado, enseñándola a matar. Donde una vez la violencia había sido su mundo, ahora toda su existencia estaba dedicada a encontrarla. En cierto modo, ella había sido su salvación.
Nicolae avanzó rebasando el borde del acantilado. Fácilmente. Casualmente. Disolviéndose en niebla mientras lo hacía. Cruzó velozmente el cielo siguiendo el rastro del vampiro, siguiendo a la lechuza mientras esta se movía velozmente atravesando la noche.
Nicolae había formulado un impreciso plan de acción. Cuando encontrara a la joven, la llevaría a su tierra natal, la llevaría ante el Príncipe, hijo de Vladimir, Mikhail Dubrinsky. Seguramente los sanadores encontrarían una forma de ayudarla. Un vampiro la había convertido, haciéndola una criatura de la noche, y la sangre corrompida que fluía en sus venas era un ácido que la quemaba día y noche. La niñita había crecido para convertirse en una mujer, horneada en los fuegos del infierno, llena de la experiencia de batalla de un antiguo. Nicolae le había impartido ese conocimiento, técnicas que solo unos pocos de los su raza deberían tener. Él había ayudado a crearla; necesitaba encontrar una forma de sanarla.
La esencia del no-muerto era un apestoso hedor para Nicolae, incluso a pesar de que el vampiro intentaba desesperadamente enmascarar su presencia a los cazadores. El rastro conducía la propia ciudad, a las profundidades de los guettos donde no había farolas ni casas agradables. Los perros labraban cuando Nicolae pasaba por encima, pero nadie se dio cuenta. Y entonces captó la otra esencia. Gotas de sangre mezcladas con el rastro del vampiro.
Era la mujer, estaba seguro. Su mujer. Había llegado a pensar en ella como si le perteneciera y había comprendido, a lo largo de los años, que se sentía posesivo con ella. Como otros hombres de su raza, hacía mucho que se había acostumbrado a no sentir emoción, pero a veces sentía pequeñas llamaradas de inesperados celos y miedo por el bienestar de ella. Se preguntaba si acaso estaba sintiendo las emociones de ella al compartir su mente, pero no tenía respuestas. En realidad, eso no le importaba.
La única cosa que importaba era encontrarla. No tenía otra elección. Ella se había convertido en su salvadora, incluso mientras era él quien estaba intentado salvarla.
Notó cuando la cazadora se apartó del rastro del vampiro y se salía del curso internándose en la ciudad. Nicolae supo inmediatamente que ella buscaba sangre. Tenía heridas, y probablemente no se había alimentado en varios días.
Encontró a la presa en un callejón entre dos edificios. El hombre era joven y musculoso, medio sentado contra la pared, con una pequeña sonrisa en la cara. La cabeza le pendía ligeramente cuando Nicolae se inclinó para examinarle, pero las pestañas revolotearon. El hombre estaba vivo.
Nicolae sabía que debería sentirse aliviado al ver que ella no había matado a su presa, solo tomado lo necesario como él tan cuidadosamente le había enseñado, pero en realidad, quería estrangular al hombre. Introduciéndose en su mente, Nicolae averiguó que ella le había atraído con la promesa del paraíso, con una sonrisa sexy y tentadora, y su víctima la había seguido voluntariamente.
La lechuza le llamó impacientemente desde el techo de un edificio a su izquierda. Estaban cazando, le recordó. Nicolae se alarmó por su propia falta de disciplina. Inicialmente cuando la niña había conectado tan fuertemente, se había preguntado si podría ser su compañera, pero a lo largo de los años, cuando ella tercamente se negó a hablar con él, había decidido que no debía ser así. Pero ahora, considerando su propia extraña reacción a esta presa masculina, se lo preguntó de nuevo.
Los hombres de los Cárpatos perdían toda emoción y la habilidad de ver en color más o menos al llegar a los doscientos años, y así había sido para él. Era una existencia vacía, confiando en la integridad de uno para vivir honorablemente hasta que se encontraba a una compañera. Solo una auténtica compañera, la otra mitad del alma de cada hombre, podía restaurar emoción y color para él. Todo mientras la insidiosa tentación de sentir solo por un momento llamaba a los hombres. Si sucumbían y elegían matar mientras se alimentaban, se convertían en la misma cosa que cazaban... el vampiro.
Nicolae saltó al aire, alejándose de la tentación. Lejos del joven que había estado cerca de ella. El joven que había sentido el cuerpo de ella contra el suyo. Sentido la calidez del aliento de ella en su garganta. Los labios de ella moviéndose sensualmente sobre su piel. El erótico, ardiente mordisco de placer/dolor. Una neblina roja, traición y pérdida de control, inundaron su cabeza, haciéndole casi imposible pensar con claridad. Nicolae sintió la súbita urgencia de volver y desgarrar la garganta del hombre. El deseo ardía caliente y brillante, su estómago se tensó y un extraño rugido llenaba sus oídos, su mente. Se volvió en medio del aire.
La lechuza cambió de dirección, volando hacia su cara, evitando que continuara en esa dirección, el pico abierto de par en par y los ojos mirando directamente en los suyos.
¡Dijiste que estaba prohibido matar a nadie excepto al vampiro! La voz femenina se mostró asustada, una suave negativa, casi una súplica. Dijiste nunca matar cuando te alimentas y nunca alimentarse cuando matas.
Ante el sonido de esa voz largamente esperada, el mundo de Nicolae se volvió del revés. Se tambaleó a través del cielo mientras el gris y negro de la noche eran reemplazados por reluciente y deslumbrante plata y brillantes colores. Era como un despliegue de fuegos artificiales, explotando alrededor de él, robándole la habilidad de respirar, incluso de ver. Cerró los ojos contra el asalto a sus sentidos, luchando por recuperar el control.
Le lechuza le golpeó con fuerza justo cuando ella le llamó por segunda vez. Elévate, estás cayendo, ¡Elévate ya! Había terror en su voz.
Se extendió en su interior una calidez, calmándole, y se enderezó. Ella le había vuelto a dar la vida. Salvándole de la eterna oscuridad. Su compañera. La única mujer capaz de evitar que se convirtiera en un vampiro.
Por fin le había hablado. Años de silencio le había condicionado a creer que nunca le hablaría voluntariamente, pero cuando estaba en peligro a causa de la rugiente bestia interior, había saltado para salvarle a pesar de toda su resolución a no hacerlo. Ella había llenado el vacío de su existencia gris de colores y vida.
¿Dónde estás? ¿De cuánta gravedad estás herida? preguntó, rezando para que continuara comunicándose con él.
Abandona este lugar. Prometí que si alguna vez venías, si me encontrabas, no te cazaría porque me salvaste. Lárgate de aquí. No quiero tener que matarte, pero lo haré si me obligas.
No soy un vampiro. Soy un Cárpato. Hay una diferencia.
El suspiro fue suave en su mente. Eso es lo que tú dices, pero no sé nada de Cárpatos. Solo he conocido al no-muerto, con sus voces tan dulces y compeledoras. Voces tales como la tuya.
¿Por qué te habría enseñado a no matar a tu presa si fuera un vampiro? Fue paciente. Podía permitirse ser paciente. Ahora ella estaba en su mundo, era lo único que le importaba. La había encontrado, y encontraría una forma de hacer que viera la diferencia entre una peligrosa criatura que había elegido perder su alma, y un guerrero que luchaba por mantener su honor.
No volveré a advertírtelo. Si quieres vivir, abandona este lugar y no vuelvas nunca.
De nuevo oyó la suave y suplicante nota de la voz de ella, la sintió en su mente. Probablemente ella ni siquiera sabía que estaba allí, pero él la oía y le llenaba de júbilo. Nicolae creía que ella intentaría destruirle. Era fuerte y bien disciplinada. Le había enseñado bien, y era una pupila rápida y apta.
Estaban conectados, mente con mente, tanto que Nicolae sintió la repentina inmovilidad en ella. Instintivamente supo que había alcanzado la guarida del vampiro. El no-muerto estaba herido, doblemente peligroso, y en su propia guarida tendría numerosas salvaguardas y trampas.
Sal de ahí. Estoy cerca... destruiré al vampiro. Es innecesario que arriesgues tu vida.
Esta es mi ciudad, mi hogar. Mi gente, bajo mi protección. Yo no comparto con el no-muerto. Lárgate. Se cerró a él, cerrando de golpe un bloqueo mental, una fuerte barrera que Nicolae no se molestó en intentar penetrar.
Se apresuró a través del cielo, la lechuza le mantenía el paso, sus ojos buscando señales, sus sentidos extendidos para probar el aire en busca del nocivo rastro. No se molestó en rastrear a Destiny; la había entrenado demasiado bien. Su rastro era casi inexistente. Sin la herida, nunca hubiera captado su fragancia, y ya se había ocupado de la laceración para que no hubiera más rastro revelador que él pudiera seguir.
Nicolae miró hacia su compañero de viaje, la enorme lechuza volaba tan firmemente a su lado como había hecho durante años. Eran compañeros de viaje. Cazadores. Hermanos. Guardándose las espaldas mutuamente. Entraré en la guarida del vampiro y le destruiré. No es seguro para ti hacerlo, pero si algo me ocurriera, te pido que lleves a esta mujer ante el Príncipe. Su hermano ya no podía luchar contra el vampiro. Estaba demasiado cerca de la bestia para resistir la llamada de la sangre.
Hubo un silencio que duró un latido. Dos. Nicolae sintió el viento que pasaba junto a ellos mientras se movían juntos por el cielo. Por un momento pensó que el otro no hablaría. Estaba tan raro estos días, prefiriendo permanecen con la forma de un animal. Me encargas una tarea que no estoy seguro de poder cumplir.
No puedes hacer otra cosa que ocuparte de que ella vuelva con seguridad a nuestra tierra natal. Es mi compañera, aunque aún no reclamada.
De nuevo hubo solo silencio en la noche. Nicolae, yo soy más viejo por varios cientos de años. Mi tiempo se está agotando. Tú sientes a la bestia agazapada. Yo soy la bestia. ¿Cómo puedes confiar en mi palabra?
Por un momento Nicolae sintió su corazón saltar. Vikinoff había luchado durante mucho tiempo contra una existencia desolada e incolora. Había cazado al vampiro durante cientos de años, destruyendo a viejos amigos. Con cada muerte se volvía más y más duro resistir la necesidad de sentir algo. Si Vikirnoff mataba mientras se alimentaba, estaría perdido para siempre. Nicolae cerró su mente a tal posibilidad. Vikirnoff era fuerte y resistiría tanto como fuera necesario.
Confío en ti, Vikirnoff, porque te conozco. Eres un guerrero sin igual y tu honor lo es todo para ti. Eres mi hermano, el que vino a guardar mis espaldas en mis días más oscuros, como yo he hecho contigo. Dame tu palabra de que harás esto si yo fracasara. Nunca faltarías a tu palabra. Ni siquiera la bestia es más fuerte que tu palabra. Ella es uno de los nuestros, aunque convertida por un vampiro. Una mujer capaz de producir niñas para nuestra raza. Debes llevar a cabo esta última tarea y después podrás ir a la tierra, solo para despertar si sientes la llamada de tu compañera. Nicolea fue firme, tratando de guerrero a guerrero.
No había otra elección para ninguno de ellos. Habían resistido durante siglos contra los vampiros, solos en sus territorios antes que ambos estuvieron cerca del fin. Hasta que Nicolae se había conectado con una niña de la que abusaban física y emocionalmente. Su hermano Vikirnoff, siglos mayor, se había apresurado a acudir a su lado, para asegurar que Nicolae no sucumbiera a la desesperación cuando no pudo impedir los continuos asaltos.

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Aclaracion-Disclaimer

La Saga Serie Oscura, es propiedad de la talentosa Christine Feehan.
Este espacio esta creado con el único fin de hacer llegar los primeros capítulos de estas magnificas obras a todos ustedes que visitan el blog. Lamentablemente, en latinoamericano muchos de estos maravillosos ejemplares, no estan al alcance de todos.
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Gracias por su visita
Mary