Un Ritual lleno de Pasion y Amor

"Te reclamo como mi compañera. Te pertenezco. Te ofrezco mi vida. Te doy mi protección, mi fidelidad, mi corazón, mi alma y mi cuerpo. Tu vida, tu felicidad y tu bienestar serán lo más preciado y estarán por encima de todo siempre. Eres mi compañera, unida a mí para toda la eternidad y siempre bajo mi cuidado”



viernes, 6 de mayo de 2011

SUEÑO OSCURO/CAPITULO 5



5

Sara parpadeó, llamando la atención a sus largas pestañas. Su mirada fue firme.
- Tampoco yo, Falcon... - Su voz era una seductora invitación.- ... pero prefiero luchar mis batallas brevemente que perderte. Soy fuerte. Créeme. - Inclinó la cabeza, presionando un beso en el hombro de él, en su garganta. - No estás tomando nada que yo no te haya entregado voluntariamente.
¿Cómo podía contarle, explicarle que él había sido su única salvación en todas aquellas largas e interminables noches en que se había odiado a sí misma, odiado el estar viva y su familia muerta? Todos esos años abrazó sus palabras junto a ella, encerrándolas en su corazón, en su alma. Sabía que le pertenecía a Falcon. Lo sabía a pesar de lo que él era. No le importaba que fuera diferente, que su forma de vida fuera diferente. Sólo le importaba que fuera real, vivo, de pie delante de ella con el alma en los ojos. Sara le sonrió, una dulce y provocativa invitación, y simplemente se sacó el top por la cabeza para que él pudiera ver su cuerpo, las curvas plenas y lujuriosas, los picos oscurecidos. Sara tiró el top al suelo sobre la camisa de él. Alzó la barbilla, intentando ser valiente, pero él pudo ver que el cuerpo le temblaba ligeramente. Nunca había hecho una cosa tan escandalosa en su vida.
Falcon le encontró el cuello, sus dedos se cerraron posesivamente mientras la arrastraba más cerca. Sus heridas estaban olvidadas… su cansancio. En ese momento todo quedó olvidado excepto que Sara se estaba ofreciendo a él. Poniendo su vida y su cuerpo en sus manos. Generosamente. Incondicionalmente.
Falcon pensó que era la cosa más sexy que había visto en todos los años de su existencia. Ella le miraba con ojos enormes tan vulnerables que sus entrañas se fundieron. El aliento abandonó sus pulmones de golpe. Su cuerpo estaba tan ardiente, tan duro, tan tenso, que temía que pudiera romperse si se movía. Aunque no podía detenerse. Su mano por voluntad propia cayó hacia abajo por la garganta de ella hasta acunar su pecho. Su piel era increíblemente suave, lo más suave que había visto nunca. Le sorprendía la forma en que se sentía con respecto a ella, la pura intensidad. Allí donde nada había deseado o necesitado, allí donde nadie le había importado, ahora estaba Sara para llenar cada espacio vacío. Sus dedos rozaron la curva del pecho, el toque de un artista, explorando la línea de sus costillas, rozando la cintura, volviendo a acunar la lujuriosa oferta.
La negra mirada ardió posesivamente sobre ella, abrasando la piel, enviando llamas que la lamieron recorriendo la punta de los pechos, su garganta, sus caderas, entre sus piernas. Y entonces inclinó la cabeza y arrastró uno de los pecho al interior de la ardiente y húmeda cavidad de su boca.
Sara gritó, aferró la cabeza de él, sus dedos se enredaron en el sedoso y espeso cabello, su cuerpo se estremeció de placer. Sintió el erótico y fuerte empuje de la boca de él en el centro mismo de su cuerpo. Se tensó, dolorida.
Falcon deslizó la mano hacia abajo por la línea lisa de la espalda de ella. ¿Estás segura, Sara? ¿Estás segura de que deseas la completa intimidad de nuestro ritual de unión? Envió la imagen que tenía en su cabeza: la boca sobre su cuello, sobre su pulso, la intensidad de su deseo físico por ella. Ya estaba empujándola más cerca, devorando su piel, las lujuriosas curvas tan diferentes a los duros planes y ángulos de su propio cuerpo.
Si Sara había querido echarse atrás, ya era demasiado tarde. Estaba perdido en medio de  chispeante electricidad, el relámpago que danzaba en su sangre. Las imágenes y el crudo placer de la mente de él, oscuramente eróticas, sólo añadían fuego a la tormenta que aumentaba en el cuerpo de ella. Nunca había experimentado algo tan elemental, tan completamente correcto, tan completamente primitivo. Necesitaba estar cerca de él, piel con piel. La necesidad lo consumía todo, tan caliente como el propio sol, una tormenta de fuego rabiando, culminando, hasta que no quedó nada más, solo Falcon. Solo la sensación. Solo su fiera posesión. Acunó su cabeza hacia su pecho, arqueándose profundamente en la boca de él mientras se cuerpo se convertía en líquido ardiente. Enredó una pierna alrededor de las caderas, empujando su ardiente centro contra la dura columna de su muslo, una dura fricción. moviéndose intranquila, buscando alivio. Sus manos tiraban de la ropa de él, intentando sacárselas mientras esa boca dejaba llamas en su cuello, pechos, incluso costillas. Las manos de él se deslizaban por la curva de las caderas de ella, bajando el pijama de seda por sus muslos hasta que la tela cayó al suelo en un montón. El le cogió la pierna y una vez más la enredó alrededor de sus caderas para que ella estuviera abierta para él, apretada, ardiente y húmeda, firme contra él.
La boca de Falcon encontró la suya en una serie de largos besos, cada uno de los cuales la inflamó más que el anterior. Las manos de él eran posesivas sobre sus pechos, su estómago, deslizándose hacia su trasero, el interior de sus muslos.
Estaba caliente y húmeda de deseo por él, su fragancia le llamaba. El cuerpo de Falcon ardía en llamas. Sara no tenía inhibiciones sobre dejarle saber lo que quería de él, y ese era un poderoso afrodisíaco. Su cuerpo contra el de él, frotándose, abierto a su exploración. Ella tiraba de las ropas de Falcon, intentando acercarle, su boca sobre el pecho de él, su lengua arremolinándose para saborear su piel. Él apartó la barrera de su ropa a la sencilla manera de su gente, utilizando la mente para que las manos de ella pudieran encontrarle, grueso, duro y latente de deseo. Al momento los dedos de Sara le acariciaba, pequeñas bombas flamígeras explotaron en su sangre.
Ella le conocía íntimamente, sus pensamientos, sus sueños. Conocía su mente, lo que le gustaba, lo que necesitaba y quería. Y él la conocía a ella. Cada forma de darle placer. Se unieron en calor y fuego, toda la enorme fuerza de él, su deseo desesperado, su toque tierno, su tierna exploración con una reverencia que casi le arrancaba lágrimas. Su boca estaba en todas partes, ardiente y salvaje, provocando, incitando, prometiendo cosas que ella no podía concebir.
Sara se aferró a él, enredándole los brazos alrededor de la cabeza, lágrimas brillando como diamantes en sus ojos, sobre sus pestañas.
- He estado tan sola, Falcon. No te vayas nunca. No sé si eres real o no. ¿Cómo podría algo tan hermoso como tú ser real?
Él alzó la cabeza, sus ojos negros se deslizaron sobre su cara.
- Tú eres mi alma, Sara, mi vida. Sé lo que es estar solo. He vivido siglos sin hogar o familia. Sin ti para completarme, la mejor parte de mi faltaba. No deseo alejarme nunca de ti. - Le cogió la cara entre las manos. - Mírame, Sara. Tú eres mi mundo. No querría estar en este mundo sin ti. Créeme. - Inclinó la cabeza para tomar su boca, haciendo que la tierra temblara para los dos.
Sara no tenía idea de como habían terminado en su dormitorio. Fue vagamente consciente de estar apretada contra la pared, un tango salvaje de besos embriagadores, de piel ardiente y manos exploradoras, su piel tan sensible que jadeó con la urgencia de sus deseos.
La boca de él abandonó la suya para trazar un camino por su cuerpo, la plenitud de los pechos, el estómago, su lengua dejaba a su paso un rastro de fuego. Las manos le separaron los muslos, sosteniéndola mientras su cuerpo explotaba, fragmentándose ante el primer roce acariciante de su lengua.
Sara gritó, sus manos se apretaron en el largo y espeso pelo. Se contorsionó bajo él, su cuerpo se estremecía con temblores.
- Falcon. - Su nombre escapó en una súplica susurrada.
- Te quiero preparada para mí, Sara. - Dijo, su aliento la caldeó, su lengua tentándola una y otra vez, rozando, acariciando, tentando hasta que gritó una y otra vez, sus caderas arqueándose impotentemente hacia él.
El cuerpo de Falcon cubrió el suyo, piel con piel, sus pesados músculos presionaron firmemente contra el suave cuerpo de ella hasta que encajaron perfectamente. Falcon fue cuidadoso con ella a pesar de la tormenta salvaje de su interior. Observó su cara cuando empezó a empujar en interior de su cuerpo. Ella estaba caliente, suave terciopelo, una apretada vaina que le daba la bienvenida a casa. La sensación era como nada que había alguna vez imaginado, puro placer tomando cada célula, cada nervio. Ella respiró... cada respiración le daba a él placer.
Empujó profundamente hasta que ella respiró en jadeos. Hasta que su cuerpo se apretó alrededor de él. Hasta que le hundió las uñas en la espalda. Era tan suave y acogedora. Empezó a moverse, empujando hacia adelante, observando su cara, observándola perder el control, sintiendo el salvajismo crecer en él, revelando su habilidad de complacerla. Empujó más duro, más profundo, una y otra vez, observándola alzarse para encontrarse con él, estocada tras estocada. Sus pechos cobraron un débil brillo, tentando, seduciendo, una exuberante invitación.
Falcon inclinó la cabeza hacia ella, su pelo oscuro se deslizó sobre la piel haciéndola estremecerse de placer, haciendo gritar con el inesperado shock de otro orgasmo, rápido y furiosos.
Sara supo en que momento la boca de él tocó su piel. Abrasando su piel. Sabía lo que él haría, y su cuerpo se tensó de anticipación. Le deseaba salvaje y fuera de control. La lengua de él encontró el pezón, lamiéndolo gentilmente. Su boca era ardiente y ávida, y se oyó a sí misma jadear su nombre. Le abrazó, arqueando su cuerpo para ofrecerle sus pechos, sus caderas se movían en un ritmo perfecto con las de él.
La boca se movió hasta la plenitud del pecho, sobre su corazón, sus dientes arañaron gentilmente, apresurándose, su lengua jugueteando. Sara pensó que podía explotar en un millón de fragmentos. Su cuerpo estaba tan caliente, apretado y dolorido.
- Falcon... - Respiró su nombre, una súplica, necesitaba ver cumplidos todos sus deseos.
Las manos de él se tensaron sobre las caderas, y se enterró profundamente en el cuerpo de ella y en su mente, sus dientes se hundieron en la piel haciendo que un relámpago blanco y ardiente la atravesara, le atravesara a él, hasta que se consumió en el fuego. Devorada por él. Le acunó la cabeza, pero su cuerpo se estremecía de placer, una y otra vez hasta que pensó que moriría. Interminable. Seguía y seguía, una y otra vez.
La lengua de Falcon se arremolinó ligeramente sobre los reveladores pinchazos. Estaba temblando, su mente una neblina de pasión y deseo. Le susurró suavemente, una orden mientras le levantaba la cabeza hasta la tentación de su propio pecho. Falcon sintió la boca de Sara moverse contra su piel. Su cuerpo se tenso, un dolor... bordeaba el placer casi más allá de lo soportable. Con Sara firmemente cautiva en su hechizo, fue indulgente consigo mismo, persuadiéndola con ruegos para que tomara suficiente sangre para un verdadero intercambio. Su cuerpo estaba duro, caliente y dolorido por la necesidad de aliviarse, por la necesidad del éxtasis de la consumación final. Cerró la herida de su pecho y tomó posesión de la boca de ella mientras la despertaba de la compulsión.
Y entonces se sumergió en ella, salvaje y fuera de control, acercándolos más y más al borde de un gran precipicio. Sara se aferró a él, su cuerpo suave se elevó para encontrarse con el de él en una salvaje bienvenida. Falcon alzó la cabeza para mirarla, deseando ver amor en sus ojos, la bienvenido, la intensa necesidad de él. Solo de él. Ningún otro. Estaba allí, justo como la primera vez que le había reconocido. Estaba profundamente enterrado en su alma, brillando en sus ojos para que él lo viera. Sara le pertenecía. Y él le pertenecía a ella.
El fuego le atravesó, la atravesó a ella. Una fina capa de sudor cubrió sus pieles. Sus manos encontraron las de ella y se movieron juntos, rápido y duro e increíblemente tierno. Le sintió deslizarse dentro de ella, vio la mirada de sus ojos, y su propio cuerpo se tensó, músculos tensándose y ondeando de vida. A ella se le quedó su nombre atascado en la garganta, el aliento de él abandonó sus pulmones mientras saltaban por ese  borde juntos.
Se quedaron allí tendidos un largo rato, abrazándose el uno al otro, sus cuerpos entrelazados, piel contra piel, los muslos de él sobre los de ella, entre los de ella, su boca y manos todavía explorando. Sara se aferró a él, con lágrimas en los ojos, sin poder creer que él estuviera entre sus brazos, en su cuerpo, un sólo ser. Nunca estaría sola. Él llenaba su corazón y su mente de la misma forma que llenaba su cuerpo
- Encajamos. - Murmuró él suavemente. - Encajamos perfectamente.
- ¿Sabías que sería así? ¿Tan maravilloso? - Él se movió entonces, levantándose de la cama y llevándola con él hasta la ducha. Mientras el agua los bañaba, le lamió el agua de la garganta, siguiendo el camino de varias gotas a lo largo de sus costillas. Sara se vengó saboreando la piel de él, limpiando las gotas de agua mientras corrían hacia abajo por su estómago plano y duro. Su boca era tan ardiente y apretada, así que Falcon tuvo que tomarla otra vez. Y otra vez. La tomó allí en la ducha. Lo hicieron hasta en el pequeño vestidor, donde él encontró la visión de su trasero demasiado perfecta para ser ignorada. Ella estaba receptiva, tan ardiente y tan deseosa como Falcon, sin desear que la noche terminara.
Las primeras luces de la mañana se filtraban a través de las cortinas cerradas. Estaban tendidos juntos sobre la cama, hablando, abrazándose el uno al otro, manos y bocas rozando caricias entre palabras. Sara no podía recordar haberse reído tanto; Falcon no había pensado que él supiera como reír. Finalmente, reluctantemente, se inclinó para besarla.
- Debemos irnos si vamos a hacer esto, Sara. Te quiero en las Montañas de los Cárpatos antes de que caiga la noche. Me alzaré e iré directamente a ti.
Sara se deslizó fuera de la cama para quedar en pie junto al busto que había hecho hacía tantos años. No quería dejarle. Quería quedarse acurrucada a su lado durante el resto de su vida.
Falcon no necesitaba leer su mente para saber lo ella pensaba; estaban claros en su cara transparente. Por alguna razón, sus dudas le hacían más fácil dejarla llevar a cabo sus planes. Su puso en pie, su cuerpo arrimándose al de ella. Necesitaba dormir; necesitaba ir a la tierra y sanar completamente. Por encima de todo necesitaba estar con Sara.
- Tengo miedo de que si me voy, nunca pueda conseguir a los niños. Los burócratas están nerviosos porque estoy preguntando por siete de ellos y no están registrados. - Sara se retorció los dedos con agitación.
- Mikhail se encargará del papeleo burocrático por nosotros. Tiene muchos negocios en esta zona y es bien conocido. - Falcon se llevó los dedos de ella a la calidez de su boca para calmarla. - No he estado en mi tierra natal desde hace muchos años, pero soy bien consciente de todo lo que está pasando. Él será capaz de ayudarnos.
- ¿Cómo sabes tanto si has estado lejos? - Sara no estaba preparada para confiar en un completo extraño con algo tan importante como los niños.
Él sonrió y enterró los dedos en el pelo de ella.
- La gente de los Cárpatos habla a través de una senda mental común. Oí cuando los cazadores recorrían la tierra o tenía lugar algún trauma. Oí cuando nuestro Príncipe casi pierde a su compañera. No una, sino en dos ocasiones. Oí cuando perdió a su hermano y después lo recuperó. Mikhail nos ayudará. Cuando alcances la zona, él te encontrará por la noche y estarás bajo su protección. Me alzaré tan pronto como sea posible e iré directamente a ti. Él nos ayudará a encontrar una buena localización para nuestra casa. Estarás cerca de él y bajo la protección de todos los Cárpatos. He marcado el camino para ti en las montañas. - Falcon inclinó la cabeza hacia la tentación del pecho de ella, su lengua lamió hacia el tenso y rosado pico. Su pelo se deslizó sobre la piel de ella como seda. - Debes ser muy cuidadosa, Sara. No puedes pensar que estás a salvo porque es de día. El no-muerto está atrapado bajo tierra, pero son capaces de controlas a sus sirvientes. Este vampiro es antiguo y muy poderoso.
El cuerpo de ella ardió en llamas, más que eso, llamas líquidas se lanzaron a través de su corriente sanguínea.
- Seré más que cuidadosa, Falcon. He visto lo que puede hacer. No voy a hacer ninguna tontería. No tienes que preocuparte. Después de contactar con mis amigos y hacer una llamada a mi abogado, iré directamente a las montañas. Encontraré a tu gente. - Le aseguró ella. Su corazón latía un poco demasiado rápido ante esa idea, y sabía que él lo oía. Su propia audición era más aguda que antes, y la idea de comer la hacían sentir enferma. Ya estaba cambiando, y la idea de separarse de Falcon era aterradora. Sara alzó la barbilla decididamente y le lanzó una sonrisa tranquilizadora. - Una vez me ocupe de todo, me pondré en marcha. - Sus dedos se deslizaban continuamente sobre el busto de la cabeza de Falcon, siguiendo amorosamente los huecos hechos por las ondas de su pelo.
Observándola, sabiendo que esa estatua había sido su solaz en los años pasado, Falcon sintió que su corazón daba un vuelco. La arrastró más cerca de él, su toque posesivo, tierno, tan amoroso como podía.
- No estarás sola, Sara. Estaré atento a tu llamada, incluso en mi hora más vulnerable. Tu mente empezará a jugarte malas pasadas, diciéndote que estoy muerto para ti, llámame y contestaré.
Sara moldeó su cuerpo contra el de él, aferrándose a él, abrazándose para poder sentir que era real, fuerte y muy sólido.
- Algunas veces creo que he soñado desde hace tanto contigo que estoy alucinando, que te imaginé y de un momento a otro desaparecerás. - Confesó suavemente.
Los brazos de él se tensaron hasta que casi la aplastó contra él, aunque había una gran ternura en la forma en que la abrazaba.
- Yo nunca me atrevía a soñar, ni siquiera a esperar. Había aceptado mi existencia vacía. Era la única forma de sobrevivir  y llevar a cabo mi tarea con honor. Nunca te dejaré, Sara. - No le dijo que le aterrorizaba la idea de ir a la tierra mientras ella enfrentaba el peligro en la superficie. Era una mujer fuerte, y había sobrevivido a un duelo largo y mortal con el vampiro por su propia cuenta. No podía insistir en que hiciera las cosas a su manera simplemente por su tranquilidad.
Sara estaba tocando su mente, podía leer sus pensamientos, la intensidad de su miedo por la seguridad de ella. Una oleada de amor la engulló. Levantó la cara hacia él, buscando hambrientamente su boca, deseando prolongar su tiempo con él. La boca de él era ardiente y dominante, tan hambrienta como la de ella. Tan exigente. Una feroz reclamo sobre ella. Besó su barbilla, su garganta, encontró su boca de nuevo, devorándola como si nunca fuera a conseguir suficiente de ella. Había  miedo en su beso ahora, un dolor. Una necesidad.
La pierna de Sara se deslizó hacia arriba por la de él enredándose en su cintura. Presionó contra la dura columna de su muslo, frotándose contra él, a fin de que sintiera su invitación, su exigencia, ardiente, húmeda y latente de deseo.
Falcon simplemente la levantó en brazos, y ella le enredó ambas piernas alrededor de la cintura. Con las manos sobre los hombros de él, echó la cabeza hacia atrás, bajando su cuerpo hasta la gruesa dureza de él.
Él presionó contra la húmeda entrada, haciéndola jadear, gritar mientras lentamente, centímetro a centímetro, la llenaba completamente. Sara echó la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos mientras empezaba a montarle, perdiéndose completamente en la oscura pasión de Falcon.
Se tomaron su tiempo, un tango lento y suave de fiero calor que continuó y continuó tanto como se atrevieron. Estaban en perfecta unión, leyendo la mente el uno del otro, moviéndose, ajustándose, entregándose completamente, el uno al otro. Cuando terminaron, se apoyaron contra la pared y se abrazaron, sus corazones latiendo al mismo ritmo, con lágrimas en sus ojos.
La cabeza de Sara descansó sobre el hombro de él y la de Falcon sobre la de ella.
- No puedes permitir que nada te ocurra, Sara. - Advirtió él - Ahora tengo que irme. No puedo esperar mucho más. Sabes que no puedo estar sin ti. ¿Recordarás todo lo que te he dicho?
- Todo. - Sara apretó su abrazo. - Sé que es una locura, Falcon, pero te quiero. De verdad. Siempre has estado conmigo cuando te necesité. Te amo.
Él la besó, larga y tiernamente. Increíblemente tierno.
- Eres mi amor, mi vida. - Lo susurró suavemente y después se fue. Sara permaneció apoyada contra la pared, con los dedos apretados contra la boca durante unos momentos. Después entró en acción.
Trabajó rápidamente, empaquetando algo de ropa y tirándola en su mochila, haciendo varias llamadas para pedir a unos amigos que echaran un ojo a los niños hasta que pudiera volver. Tenía toda la intención de volver a por ellos tan pronto como solucionara el papeleo y tuviera una casa para ellos. Estaba en la carretera conduciendo hacia los Montañas de los Cárpatos en menos de una hora.
Necesitaba la oscuridad de las gafas de sol, aunque el día era de un lúgubre gris con amenazadoras nubes en lo alto. Su piel picaba intranquila por los rayos del sol que atravesaban la espesa cobertura de las nubes para tocar su brazo mientras conducía. Intentó no pensar en Falcon atrapado profundamente bajo tierra. Su cuerpo estaba maravillosamente magullado. Podía sentir su toque sobre ella, su posesión, y solo pensar en él la hacía sentir ardiente de renovado deseo. No podía evitar que su mente continuamente buscara la de él.
Cada vez que lo hacía tocaba el vacío, su corazón se contraía de dolorosamente, y le requería un tremendo esfuerzo controlar su pena descabellada. Cada célula de su cuerpo exigía que volviera, que le encontrara, que se asegurara de que estaba a salvo.
Sara alzó la barbilla y siguió conduciendo, hora tras hora, cambiando ciudades por pequeños pueblos hasta que finalmente estuvo en una zona escasamente poblada. Se detuvo dos veces a descansar y extender sus piernas acalambradas, pero continuó firmemente, siempre conduciendo hacia la región que Falcon tan cuidadosamente había marcado para ella. Estaba tan concentrada en encontrar el rastro que conducía al territorio salvaje que casi golpeó a otro vehículo que la alcanzó y le rugió. La pasó como un relámpago a toda velocidad, un camión grande y muy pesado con una lona. Se vio forzada a apartarse del camino para evitar que la empujara a la cuneta. El vehículo pasó tan rápidamente que casi no pudo ver las pequeñas caras espiando hacia ella por la ventana de la lona. Casi se perdido el sonido de los gritos desvaneciéndose en el bosque.
Sara se quedó congelado, su mente entumecida por la sorpresa, su cuerpo casi paralizado. Los niños. Sus pequeños, los niños a los que había prometido salvar y ofrecer una casa. Estaban en manos de una marioneta, un ghoul. El muerto viviente. El vampiro había tomado a un humano, esclavizándole, y programó a la criatura para coger a sus niños como cebo. Debería haberlo sabido, debería haber supuesto que él los descubriría. Se lanzó en su persecución, a lo largo del estrecho y serpenteante camino, aferrada al volante mientras su camioneta amenazaba con partirse en dos.
Dos horas después, estaba completa y desesperadamente perdida. El ghoul obviamente era consciente de que ella le seguía y simplemente condujo hacia donde ningún vehículo sería capaz de ir, corriendo peligrosamente a través de vueltas y más vueltas y abriéndose paso a través de la vegetación. Sara intentó seguirle, conduciendo a velocidad suicida a través de una serie de curvas, con las ruedas lanzado guijarros. Una vez un árbol cayó directamente en su camino y tuvo que internar su camión profundamente en el bosque para rodearlo. Estaba seguro de que el ghoul había derribado el árbol para bloquearle el paso, para retrasarle. Los árboles estaban cada vez más juntos unos de otros, arañaban la pintura a ambos lados de la camioneta. No podía creer que pudiera pasar,  que hubiera perdido al otro vehículo; no había tantas carreteras en las que girar. Hizo dos intentos de mirar el mapa que tenía en el asiento junto a ella, pero con el terrible avance lleno de saltos y brincos era imposible enfocar la vista. Las ramas arañaron el parabrisas; las ramitas se quebraban con un sonido amenazador.
Con los brazos doloridos y el corazón martilleando, Sara se las arregló para maniobrar la camioneta de vuelta un camino tenue que podía llevar a la carretera. Era muy estrecho y corría por un barranco profundo que parecía un cráter en la tierra. En algunos lugares, las rocas enormes y redondeadas lucían cicatrizadas como si hubiera tenido lugar allí una guerra. Las ramas golpeaban su camioneta mientras se abría paso a través de los árboles por la sinuosa carretera. Tenía que hacerse a un lado y consultar el mapa que Falcon le había dado.
Su nombre inmediatamente le trajo una oleada de pena, de miedo de que estuviera perdido para ella, pero Sara intentó empujar la falsa emoción a un lado, agradeciéndole que la hubiera preparada para semejante posibilidad. Un sollozo fluyó hacia arriba, estrangulándola; las lágrimas emborronaron su visión pero las limpió, girando el volante decididamente cuando el camión casi se salió de la carretera a causa de un bache particularmente profundo.
Esto no podía estar ocurriendo. Los niños, sus niños en manos de la malvada marioneta del vampiro. Un ghoul comedor de carne fresca. Sara quiso continuar conduciendo tan rápido como pudiera, temiendo que si se detenía nunca sería capaz de alcanzarlos. Era bien consciente de que era ya avanzada la tarde y una vez el ghoul entregara a los niños al vampiro, tenía pocas esperanzas de salvarlos.
Sara suspiró suavemente y disminuyó la velocidad de la camioneta con gran cuidado, echándose a un lado del camino. Un acantilado empinado se elevaba a su izquierda. Le requirió una tremenda disciplina obligarse a detener el vehículo y extender el mapa delante de ella. Necesita encontrar los lugares donde podía haber perdido el camión, donde el ghoul podría haber conseguido perderla. Encontró que estaba casi ahogándose de pena. Abrió la puerta de un tirón y, salió del vehículo corriendo, saltó hasta donde pudiera respirar aire fresco y frío.
Falcon. Respiró su nombre. Deseándole. Limpiándose las lágrimas, Sara agarró el mapa del asiento y fijó la mirada en la ruta claramente marcada. ¿Dónde había girado el ghoul? ¿Cómo le había perdido? Había estado conduciendo tan rápido como se había atrevido, aun así había perdido de vista a los niños.
Una terrible sensación de fracaso la asaltó. Extendió el mapa sobre el capó de la camioneta y miró fijamente las marcas, esperando inspiración, la más mínima pista. Sus uñas golpeaban con un pequeño ritmo de frustración sobre el capó de metal. Todo lo que había a su alrededor era el sonido del viento soplando a través de los árboles y sobre los acantilados hasta el espacio vacío. Pero un sexto sentido la advirtió de que no estaba sola.
Sara volvió la cabeza. La criatura se lanzaba hacia ella, su expresión vacía un horrendo recordatorio de que ya no era humano. No había forma de razonar con él, ni suplicarle. Había sido programado por un maestro de astucia y maldad. Dejó escapar el aliento lentamente, cuidadosamente, centrándose en sí misma para el ataque. Sara se agachó apoyándose en la punta de los pies, la mente despejada y tranquila mientras la cosa se acercaba. Tenía ojos fijos en ella, sus dedos abriéndose y cerrándose mientras arrastraba los pies hacia adelante. No permitiría que pusiera sus manos sobre ella. Su mundo se limitó a la cosa que se aproximaba a ella, a su mente despejada, sabía lo que tenía que hacer.
Esperó hasta que la criatura estuvo casi sobre ella antes de moverse. Utilizó su velocidad, retorciéndose en un giro, tomando fuerza mientras extendía la pierna, la punta de su boca conectó con la rótula del ghoul en una explosión de violencia. Corrió alejándose a toda prisa, fuera del alcance de esas manos como garras. La criatura aulló ruidosamente, escupiendo al aire, una baba espesa salía de un lateral de su boca. Los ojos permanecían muertos y fijos en ella mientras que la pierna se doblaba con un crack audible. Increíblemente, se tambaleaba hacia ella, arrastrando la pierna inservible pero abalanzándose tozudamente hacia ella.
Sara sabía que la rótula estaba rota, aunque la cosa seguía avanzando hacia ella incansablemente. Sara se había enfrentado a algo semejante antes, y sabía que seguiría insistiendo aunque tuviera que arrastrarse por el suelo. Zigzagueó, rodeando al ghoul por la izquierda en un intento de pasarle. Le preocupaba no poder oír a los niños, que ninguno de ellos estuviera llorando o pidiendo ayuda a gritos. Con una audición tan aguda. Sara estaba segura de que habría sido capaz de oír susurros que vinieran del camión del ghoul, pero había un silencio amenazador.
Aguantó, sacudiendo los brazos para mantenerlos relajados. El ghoul golpeó hacia ella con un brazo largo, un puño como un martillo falló a su cara cuando se agachó y le golpeó con el pie en la ingle, después le dio un directo bajo la barbilla. Aulló, el sonido alto y horrendo, el cuerpo se sacudió bajo el asalto, pero sólo se tambaleó hacia atrás, saltando hacia ella al momento. Sara no tuvo más elección que salir fuera de su alcance.
Fue una lección de pura frustración. No importaba cuantas veces se las arreglara para conectar un golpe o patada, la criatura se negaba a caer. Aullaba, saliva salía de su boca, pero sus ojos eran siempre los mismos, planos y vacíos, fijos sobre ella. Era una máquina implacable que nunca se detendría. Como último recurso, Sara intentó conducirle cerca del borde del barranco con la esperanza de poder empujarle por él, pero se detuvo durante un momento, respirando trabajosamente, y entonces se volvió inesperadamente y se apartó de ella internándose en el interior de los arbustos y árboles.
Sara se lanzó apresuradamente hacia su camioneta, su corazón martilleaba trabajosamente. Un choque atronador la hizo volver la cabeza. Para su horror, el pesado vehículo del ghoul se movía aplastando arbustos e incluso pequeños árboles, rodando por el bosque como la carga de un elefante, dirigiéndose directamente al costado de su camión. Más por reflejo que por un pensamiento racional, su pie pisó con fuerza el acelerador.
Su camión se salió del camino, retrocediendo, las ruedas escupieron polvo. El corazón de Sara casi se detuvo cuando el enorme vehículo continuó directamente hacia ella. Pudo ver la cara del conductor cuando se acercó amenazadoramente. Era como una máscara, los ojos muertos y planos del ghoul parecían saber que no tenían esperanza de entender. Al menos estaban vivos. Había temido que el  silencio anterior significara que el ghoul los había matado.
El camión golpeó el lateral de su camioneta, hundiendo la puerta hacia dentro y empujando su vehículo más cerca del borde del pronunciado barranco. Sara sabía que iba a lanzarla sobre el acantilado. La pequeña camioneta se deslizaba, el metal se retorcía, los niños gritaban, el ruido era un asalto a sus sensibles oídos. Una extraña calma la invadió, una sensación de inevitabilidad. Sus dedos no soltaban el volante, aunque no podía girarlo, no podía evitar que el camión se deslizara centímetro a centímetro hacia el borde del acantilado.
Dos ruedas pasaron sobre el borde, el camión se inclinó locamente, y entonces cayó, dando vueltas en el aire, estrellándose contra el barranco, deslizándose y rodando. El cinturón de seguridad la sostuvo, un duro tirón, que le mordió la carne, añadiéndose al dolor que la entumecía. Falcon. Su nombre fue un suave gemido de arrepentimiento en su mente. Una súplica de perdón.
Falcon se retorció en su somnolencia, su corazón martilleaba, su pecho casi se comprimía de sofoco. Estaba lejos de Sara, incapaz de ayudarla. Produciría una monstruosa tormenta que ayudara a proteger sus ojos para poder alzarse antes, pero todavía no podría alcanzarla a tiempo. Sara. Su vida. Su corazón y su alma. El terror le llenó. Le tomó como un peso aplastante. Sara. Su Sara, con su coraje y su capacidad de amar.
Ella estaba ya en las Montañas de los Cárpatos, capturada en la trampa que el vampiro le había tendido. No tenía elección. Todos los que compartían la sangre de los Cárpatos le oirían, y eso incluía al no-muerto. Era un riesgo, una apuesta. Falcon era un antiguo al que se suponía muerto. Nunca había jurado lealtad al nuevo Príncipe y podía ser que no le creyeran, pero era la única oportunidad de Sara.
Falcon convocó toda su fuerza y envió su llamada. Oidme, hermanos. Mi compañera estás siendo atacada en las montañas cerca de vosotros. Debeis acudir en su ayuda velozmente ya que yo estoy lejos de ella. Está siendo cazada por un antiguo enemigo que ha enviado a su marioneta para cogerla. Alzaos y acudid a ella. Acudo a todo el me oiga, soy Falcon, de la antigua sangre de los Cárpatos, y solo busco protegerla.

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Aclaracion-Disclaimer

La Saga Serie Oscura, es propiedad de la talentosa Christine Feehan.
Este espacio esta creado con el único fin de hacer llegar los primeros capítulos de estas magnificas obras a todos ustedes que visitan el blog. Lamentablemente, en latinoamericano muchos de estos maravillosos ejemplares, no estan al alcance de todos.
Si tienes la posibilidad de conseguir estas historias en tu pais, apoya el trabajo de Christine y compra sus libros. Es la unica manera de que se continue con la publicacion de los mismos.
Gracias por su visita
Mary